Explotación de médicos cubanos: un negocio que se desmorona

La exportación de servicios médicos es la principal fuente de entrada de divisas a Cuba. Sin embargo, estos programas se desmoranan ante las reiteradas denuncias de tráfico humano
 

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La exportación de servicios profesionales aportó a Cuba más de 10 mil millones de dólares en 2018, según un informe de la Organización Mundial de Comercio.

El Anuario Estadístico de Cuba correspondiente a 2018, por otra parte, reporta cerca de 6 millones 400 mil “pesos” obtenidos por concepto de “Servicios de salud humana y servicios de atención social”. La cifra significó más de la mitad del total de las exportaciones de servicios ese año.   

El alquiler de profesionales de la salud es la mayor fuente de ingreso de divisas a Cuba, superior incluso a la industria turística, que va cuesta abajo aunque la prensa oficialista se empeña en anunciar una prometedora temporada alta.

Cerca de 50 mil médicos cubanos “colaboran” o están de “misión internacionalista” en más de 60 países, dijeron el pasado año autoridades del Ministerio de Salud Pública de la Isla.

Sin embargo, tras el colapso de la participación cubana en el programa Mais Médicos de Brasil, y las denuncias de profesionales que abandonaron misiones en el exterior, las cosas comenzaron a complicarse para el régimen del octogenario general Raúl Castro, representado formalmente por Miguel Díaz-Canel.

 

 

En abril los médicos cubanos salieron de El Salvador, luego de que el gremio local colocara una denuncia ante la Fiscalía, alegando que los cubanos ejercían allí sin los permisos requeridos.

En noviembre el gobierno de Ecuador canceló el convenio de salud con Cuba y mandó de vuelta a la Isla a los 400 cubanos que integraban la Brigada Médica, cuyas vacantes serían ocupadas por médicos ecuatorianos.

También Bolivia, tras la renuncia de Evo Morales, solicitó a las autoridades cubanas que retiraran a los más de 700 profesionales del sector. El personal de la misión se vio repentinamente expuesto, en medio del conflicto entre el gobierno provisional y manifestantes leales a Morales.

La ampliación del acceso a Internet en Cuba ha provocado que cada vez más ciudadanos conozcan estos hechos, y crezca el impacto social de noticias sobre “médicos desertores” que no pueden entrar al país durante 8 años como castigo, médicos secuestrados por terroristas en zonas peligrosas, y el fallecimiento de otros alejados de su tierra.

Juan Manuel Obana, por ejemplo, murió el 11 de septiembre en un baño del aeropuerto Charles de Gaulle, de París, luego de ser expulsado de la Brigada Médica Cubana en Mauritania.

Asimismo, el 29 de octubre se cumplieron 200 días del secuestro de Landy Rodríguez y Assel Herrera en Kenia. Rodríguez y Herrera fueron trasladados a Somalia por yihadistas de Al Shabbab. Desde entonces se desconoce en qué estado físico se encuentran, y el gobierno cubano solo ha emitido un par de tímidos pronunciamientos.

 

 

El “solidario ejército de batas blancas” que vende Cuba, enmascara una forma moderna de explotación laboral.

Los testimonios y denuncias al respecto permiten estimar que el régimen se queda entre el 70 y el 90 % del salario que pagan a los médicos los países receptores. Aun en estas condiciones, los cubanos responden al llamado del gobierno porque sus ingresos en la Isla apenas rondan los 60 dólares mensuales, y cualquier cantidad superior puede parecerles un sueño. “Salir al exterior”, en el imaginario social cubano, implica siempre la posibilidad de prosperar económicamente.

Muchos han escapado de las misiones y denuncian un patrón típico de tráfico humano: amenazas, falta de pagos, retención de pasaportes y restricciones de movimiento.

El tráfico de personas suele asociarse más a la prostitución forzada, pero la categoría abarca todo negocio basado en el robo de la libertad ajena con fines de lucro. De hecho, los expertos creen que el tráfico laboral es mucho más frecuente en el mundo que la trata sexual.

Solamente en Brasil, Cuba lucró más de 330 millones de dólares anuales entre 2013 y 2018, a costa de profesionales de la salud.

Mientras esto ocurre, al interior de la Isla el sistema de salud al que tienen acceso los cubanos comunes, se deteriora de forma progresiva.

Persisten las denuncias sobre el mal estado de los centros hospitalarios. Fotografías de baños sucios, sábanas rotas y aglomeración de pacientes circulan cada vez más en redes sociales acompañadas de mensajes de indignación.  

La falta de medicamentos y suministros afecta a la gente, que va perdiendo el miedo a ventilar en público sus dolores y necesidades básicas.

El 9 de octubre falleció la bebé Paloma Domínguez, tras recibir una vacuna PRS en un policlínico habanero. Las autoridades del país reconocieron el problema luego de la denuncia en redes sociales y la consecuente presión de la opinión pública.

Un mes después, el Ministerio de Salud informó los resultados de la investigación: culpó a la enfermera y prometió que no volvería a suceder. Los padres de Paloma ya habían marchado a México bajo presiones de la policía política, según contaron a la prensa.

 

 

Cuba es una “potencia médica” capaz de ofrecer atención de primera a personalidades como Hugo Chávez, Diego Armando Maradona, Florencia Kirchner, o David Granger; pero incapaz de hablar con sinceridad sobre los brotes epidémicos de Dengue que afectan a los cubanos. El manejo transparente de la información ayudaría a la percepción de riesgo, que es igual a salvar vidas.   

Además del beneficio económico, la trata de médicos disfrazada de labor humanitaria le granjea al gobierno de Cuba simpatías y apoyos internacionales.

Es el rostro seductor de un régimen totalitario que reprime a los opositores pacíficos, restringe las libertades individuales de los ciudadanos, y mantiene una vigilancia estricta sobre la sociedad civil.

 

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