La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO, siglas en inglés), declaró que Cuba es un ejemplo de soberanía alimentaria y cada vez “se perfecciona más” en materia de “abastecimientos y alimentación incluyente”.
La víspera, la dependencia de Naciones Unidas lanzó una campaña por el Día Mundial de la Alimentación, en la cual decía que Cuba tenía razones para celebrar esa efeméride.
No sería la primera vez que la dependencia de Naciones Unidas hace elogios al régimen, precisamente en un renglón donde el sistema cubano ha fracasado escandalosamente, al punto de que sus jerarcas reconocen en público la crisis alimentaria.
El brasileño Frei Betto, asesor de la FAO y defensor del castrismo, aseguró en un video que el principal motivo por el que deberían festejar los cubanos es la aprobación por el Consejo de Ministros de la dictadura del Plan Nacional de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional.
“Esperamos que sea un paso muy importante para que Cuba reduzca drásticamente la importación de alimentos e insumos y garantice a toda la población una alimentación saludable e inocua, un trabajo intensivo de educación nutricional”, declaró el cura de izquierda.
Mientras tanto, ni teniendo dinero a la mano se encuentra comida en la isla, donde sus habitantes permanecen durante horas en enormes filas esperando a ver qué venden en los mercados estatales. La escasez de alimentos es total, y aunque no llega a la hambruna, la situación de muchas familias es crítica.
Por otra parte, Cuba está muy lejos de tener un sistema sustentable de producción de alimentos. Por ejemplo, nuestro medio supo de una gran mortandad de peces en la provincia Granma, producto de la indolencia y malas prácticas ecológicas del régimen en esa región.
El interés oficial en el “desarrollo agrícola” no se muestra de la misma manera con los campesinos de la isla, que critican límites del régimen para sembrar o producir carne en un sistema altamente centralizado. Decomiso de cosechas, y pérdida de otras por desinterés de la industria estatal, son algunas de denuncias recientes.
A mediados de mayo, la Liga de Campesinos Independientes y la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (Flamur) publicó una carta dirigida al presidente y el primer ministro de Cuba, Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero, respectivamente, en la que piden al estado aceptar con “suma urgencia” cinco puntos esenciales que podrían evitar que el país caiga en una hambruna severa en el corto plazo.
A pesar de esto, la FAO acordó con Cuba la ejecución de un proyecto de 119 millones de dólares, que beneficiará la producción agropecuaria en comunidades de la isla vulnerables al cambio climático.
La iniciativa “Incremento de la resiliencia de las familias y comunidades rurales frente al clima mediante la rehabilitación de territorios productivos en localidades seleccionadas de la República de Cuba”, es el cuarto formulado de conjunto con la FAO en América Latina y el Caribe, y aprobado por ese mecanismo financiero internacional.
Pretenden implementarlo en siete de los municipios más vulnerables a los efectos del cambio climático en tres provincias cubanas: la occidental Matanzas (Los Arabos); en la zona central, Villa Clara (Quemados de Güines, Corralillo y Santo Domingo) y Las Tunas en el Oriente del país (Amancio, Colombia y Jobabo).
En febrero de 1978 la FAO estableció una representación oficial en La Habana. La agroindustria, la agricultura sostenible, la inclusión social, la acuicultura y el cambio climático están entre las principales áreas de cooperación mutua.
En 2015 la FAO reveló que había aportado financiación a Cuba por un monto que oscilaba entre los 65 y 70 millones de dólares, para proyectos de asistencia a la agronomía y la alimentación. En 2017 el organismo activó un fondo especial de emergencia para asistir en la rehabilitación de la producción agrícola y pesquera en Cuba, con el fin de aliviar los estragos provocados por el huracán Irma.