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La soledad moral en el totalitarismo

Uno de los castigos más utilizados para aislar a las víctimas de los totalitarismos, de los autoritarismos y de los fusilamientos mediáticos, sean como sean, es la soledad moral

Actualizado: November 15, 2022 1:18pm

Uno de los castigos menos conocidos y más utilizados para aislar a las víctimas de los totalitarismos, de los autoritarismos y de los fusilamientos mediáticos, sean como sean, es el de la soledad moral.

¿Cuál es la diferencia entre soledad física y soledad moral? Cuando pensamos en los presos en sus celdas de aislamiento, en las familias desarticuladas por la cárcel o el exilio, en las personas mayores que se quedan solas; cuando pensamos en los más pobres y vulnerables abandonados por sus familias y amigos, y en tantos otros casos que se van dando de forma creciente y silenciosa en Cuba, entonces pensamos en la soledad física.

Esta se puede aliviar con las visitas caritativas y solidarias, con las llamadas telefónicas o los mensajes de WhatsApp. La soledad física se puede paliar formando tertulias, grupos de amigos, comunidades y proyectos en las iglesias. Incluso, se puede superar con una fuerte espiritualidad, con una profunda vida interior que te permite sentir la presencia de “El Otro” trascendente a quien llamamos, y es, Dios.

Sin embargo, existe otro tipo de soledad, aquella que describe magistralmente Honoré de Balzac en su obra Los sufrimientos del inventor:

“…debes aprender una cosa, imprimirla en tu mente todavía maleable: el hombre tiene horror a la soledad. Y de todas las especies de soledad, la soledad moral es la más terrible. Los primeros ermitaños vivían con Dios. Habitaban en el más poblado de los mundos: el mundo de los espíritus. El primer pensamiento del hombre, sea un leproso o un prisionero, un pecador o un inválido, es este: tener un compañero en su desgracia. Para satisfacer este impulso, que es la vida misma, emplea toda su fuerza, todo su poder, las energías de toda su vida”.

De esta cita del escritor francés podemos sacar varios mensajes para la Cuba de hoy:

  1. Lo primero es que para superar la soledad moral hay que identificarla, reconocerla, “aprenderla”.
  2. Las mentes todavía maleables, es decir, manipulables, encuentran más dificultades para identificar la gravedad y las consecuencias de la soledad moral.
  3. Todos tenemos “horror” a quedarnos solos, aislados, “señalados” precisamente porque “de todas las especies de soledad, la soledad moral es la más terrible”.
  4. La soledad física puede ser llenada con “el mundo de los espíritus”. Pero la soledad moral requiere solidaridad afectiva y efectiva: “tener un compañero en la desgracia”.
  5. Esa compañía, esa convivencia en grupos, en comunidad, dice Balzac que es “la vida misma”. No hay vida humana sin acompañamiento, sin vida social, sin pertenencia a una familia, a un grupo de amigos, a una comunidad religiosa, a un proyecto social…
  6. Por último, y no menos importante: los que son víctimas de la soledad moral deben emplear “toda su fuerza, todo su poder, las energías de toda su vida” en buscar un acompañamiento, un grupo de pertenencia, una comunidad religiosa o social.

Es evidente y comprobable la utilización del método de la “soledad moral” para aislar a los cubanos “señalados” por pensar diferente, por manifestar sus demandas pacíficamente. Los actos de repudio, las citas para amedrentar, los rumores planificadamente extendidos en el barrio, en el trabajo, en la escuela, en las comunidades religiosas, incluso entre la familia y amigos, son métodos identificables para castigar con la “soledad moral” a los que discrepan.

Son formas de reprimir mediante la soledad moral, el uso reiterado de programas televisivos y la prensa plana para denigrar, descalificar, difundir mentiras, urdir tramas sin ningún basamento en la verdad, crear paranoia, en fin, aislar a las víctimas con esta especie de fusilamiento moral, mediático, obviando la presunción de inocencia, inventando conspiraciones y otras formas de aislamiento sistemático.

 

Propuestas

En columnas anteriores, quienes las comentan expresan con frecuencia lo que puede ser una especie de “trampa” paralizadora, de inercia que inmoviliza: “nada de esto se podrá superar completamente hasta que ocurra el cambio de modelo político, económico y social”. Esto es verdad, pero no habría que esperar de forma inerte a que ese “momentum” del cambio llegue por sí solo o por soluciones en las que cada cubano no pueda aportar su “granito de arena” en la construcción de la libertad.

Tengo la convicción de que algo podemos hacer antes de que eso ocurra. Creo en la fuerza de lo pequeño, en la eficacia de la semilla, en la liberación interior de todo ser humano que identifica lo que lo oprime, lo que lo aísla, lo que lo paraliza, y comienza, paso a paso, a ejercer su soberanía ciudadana. Argumentar siempre que todo es por gusto hasta que haya un cambio puede ser un freno y una decepcionante razón para los que intentamos hacer algo, pequeño, pacífico y justo para adelantar ese cambio y para tener la honra y la satisfacción de que “algo” hemos aportado.

Pongo algunas propuestas realizables en el ámbito personal, vecinal, laboral, eclesial, social para superar el castigo de la soledad moral:

  • Compartiendo estas y otras reflexiones quizá pudiéramos contribuir a la toma de conciencia y al aprendizaje de que la soledad moral existe como método represivo y de que entre todos podemos superarla.
  • Cada cubano, conociendo la experiencia de ser aislado por sus criterios y propuestas pacíficas y constructivas, puede superar su propia soledad moral creyendo que Dios está de su parte, que hay otros que piensan como él y que hay una comunidad internacional que nos repite que no estamos solos.
  • En los ambientes vecinales y laborales podemos ayudar a superar la soledad moral de los “señalados”, de los que son condenados moralmente. Esa ayuda pudiera ser acercándonos a esas personas y mostrándoles nuestro apoyo. Comentando entre vecinos que las actitudes y forma de vida de los segregados no son un “delito”. Destacando que son personas decentes que piensan diferente, pero que no le hacen daño a nadie, al contrario, esos “desafectos” siempre están dispuestos a ayudar a sus vecinos. En fin, parando y no echando a rodar rumores, maledicencias y otras mentiras.
  • En nuestras comunidades de la Iglesia deberíamos aprender y comprender que es tan o más importante que la ayuda material o la oración el acompañar, sacar del aislamiento, caminar con las víctimas de la soledad moral inducida. Me pregunto, como cristiano, por qué nuestras comunidades comprenden fácilmente lo de hacer proyectos eclesiales sostenidos para las víctimas de catástrofes naturales, para enfermos del cuerpo, para gente sin techo, sin alimento y sin medicamentos, y en cambio nos cuesta tanto trabajo y nos da miedo hacer proyectos de acompañamiento y solidaridad constante con aquellos excluidos y condenados sin juicio a la soledad moral, que en buen cubano podemos llamar “los apestados” por pensar, sentir, creer y actuar diferente.
  • ¿Por qué nos empeñamos, a pesar de las enormes dificultades oficiales, en practicar las obras de misericordia corporales? Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Vestir al desnudo. Visitar a los encarcelados. Proteger a las personas sin hogar. Visitar a los enfermos y enterrar a los muertos. Y casi olvidamos o censuramos los proyectos en los que practicaríamos las obras de misericordia espirituales: Amonestar al pecador. Corregir a quienes lo necesiten. Educar al ignorante. Aconsejar a quien duda. Consolar al triste. Tolerar los errores con paciencia. Perdonar todas las heridas. Orar por los vivos y los muertos.

Que cada cubano condenado a la soledad moral encuentre en sus compatriotas una compañía solidaria, un amigo que le reconozca su valor, un grupo en el cual nos podamos animar y convivir, unas comunidades vecinales y religiosas en las que nadie se sienta excluido ni condenado a la soledad moral.

Que la Iglesia y la sociedad civil organicen y animen tanto proyectos de ayuda material como proyectos de ayuda moral, afectiva, espiritual a los que padecen de la soledad moral. Al limitar la caridad solamente a proyectos de ayuda material, las iglesias y otras organizaciones de la sociedad civil actuamos como si fuéramos tan materialistas como los demás. Lograr equilibrar y compensar proyectos de ayuda material con proyectos de promoción, desarrollo y acompañamiento humanos, es vital tanto para las iglesias como para las organizaciones de la sociedad civil cubana.

Esto, y más, lo podemos hacer ya, sin esperar a que todo cambie de una vez y sin nuestra participación.

 

Tomado del Centro de Estudios Convivencia