Abel Prieto identifíquiti
Y lo mejor de todo: la descolonización hay que hacerla en chino o en ruso, no importa. La cosa es andar muy ocupado, para que la basura de las esquinas de todas las ciudades y pueblos de Cuba no llegue a las cabezas de quienes dirigen la nación hacia el abismo.
Actualizado: January 7, 2025 7:19am
Le iban a entregar una concretera en Pinar del Río, pero debía ser una máquina descolonizadora y la única que tenían en la provincia había quedado dentro de un cine cuando lo construyeron.
Había problemas con su nombre y apellido, porque sonaban casi idénticos a la frase que más decía la policía en la isla cuando le pedía “né de idá” (carnet de identidad) a cualquier joven con la piel algo tostadita. Lo pronunciaban en el raro dialecto oriental con el que se comunicaban las fuerzas del orden, y ante la orden de identifíquiti, los jóvenes, especialmente los más morenos, debían enseñar el documento de identidad, la partida de nacimiento, libreta de abastecimientos, carta de conducta acuñada por el CDR, constancia del comité militar, autorización de donación de órganos y algún certificado de su firmeza ideológica.
Posiblemente a alguien se le habría ocurrido regalarle al exministro ese moderno manual de torturas de Ignacio Ramonet titulado “Cien horas con Fidel”. Pero se enteraron a tiempo de que ya las horas con aquel personaje no le cabían en la pared, así que la solución fue darle un doctorado, poniendo especial cuidado de que no fuese doctor en medicina, porque entonces lo enviarían a alguna misión muy lejos del país.
Y la encargada de “doctorarlo o “doctorizarlo” fue la universidad de su provincia natal, que se llama “Hermanos Saíz”, como casi todos los sitios del territorio, incluyendo la fábrica de guayabita del Pinar, a la que alguien graduado de pinareño le puso ese nombre, cuando los hermanos Saíz habían sido buenos muchachos, que ni fumaban ni bebían.
La comisión de embullo (a la que llaman “comisión organizadora” para que parezca más seria) tampoco se atrevía a entregarle un doctorado en literatura, porque ninguno de sus miembros se había leído hasta el final un libro suyo. En definitiva, pocos sabían que era escritor. Se le conocía más por su labor como dirigente, al frente de organizaciones como la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) o el Ministerio de Cultura (MINCULT).
En el MINCULT es donde trabajan los Mincultos o Minculitos, como los Minedus radican en el MINED, los Mininos en el MININT y los Micónicos en el MICONS. Su labor más prolongada había sido en el de cultura, pero ya él no radicaba allí, sino al frente de la gloriosa Casa de las Américas, institución “mambisa soberana, que va retando al mar”, en primera línea, cara a cara con el enemigo. Entonces alguien con dos dedos de frente solucionó el problema y decidieron hacerlo Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales, porque algunos afirmaron que era buen socio.
La ceremonia se retrasó, porque estaban esperando al Beatle John Lennon, uno de los aportes de Abelito (como le dicen quienes lo quieren) a la cultura nacional, que está sentado en un parque de El Vedado gracias a él, pero John no pudo ir, pues cada cierto tiempo le robaban las gafas. Esta vez no fueron los espejuelos, sino el banco donde estaba sentado, a pesar de que el músico de Liverpool ha denunciado a las autoridades incompetentes que cualquier día arramblan con el parque completo.
En la nota de prensa que habló de su doctorado, decían: “Abel es un profundo intelectual”. Posiblemente lo sea, pero no se entiende si es profundo por la dimensión de su pensamiento o porque se hunde cada día más en la adulación al poder y por querer aparecer en todas las estampitas.
Quizá todo sea una campaña de los “odiadores”, que no valoran la paciencia del exministro, que es capaz de escuchar cantar a Amaury Pérez mucho tiempo sin echarse a llorar ni a correr. Será que, como también dicen en la antes mencionada nota, está “comprometido con la batalla por la descolonización cultural y la defensa de la identidad nacional”.
Muchos criticaron que se durmiera profundamente durante una de las sesiones de ese órgano sin sonido que es la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Con ese gesto, Abel demostró que ese sí es poder. Poder dormir sin que le pase nada. También es un síntoma de lo aburridas y babosas que son esas sesiones donde no se resuelve nada, ni se decide nada, ni se hace nada significativo. Tal vez el zumbido de “El vuelo del gato”, obra suya, le provocó el sueño; o no dormía, sino que pensaba cómo se podía recoger toda la basura acumulada en todas las esquinas de todas las ciudades y pueblos de Cuba.
O cerró los ojos para inventar el argumento de su próxima novela, y cuando los abrió, por suerte, lo olvidó.
¿Y si estaba soñando algo agradable, como erizarse delante de la imagen del comandante en jefe? Tanto que deseó acariciarle la barba y decirle suavemente al oído: Pa´lo que sea, Fidel, pa´lo que sea.
Su más reciente encargo por parte de las altas esferas (en las que se mueve a sus anchas, porque es bastante alto), que ellos llaman “misión”, es encontrar alguna frase en la amplia obra del apóstol José Martí que justifique la apertura del mercado de 3ra y 70, que es completa, total y absolutamente en dólares, para que no parezca a la población un signo de colonialismo. Tal vez la idea de esa tienda sea la de descolonizar a los cubanos quitándoles los dólares, esa moneda enemiga que el bloqueo no deja fluir como todos quisieran.
Decía El Cucalambé o el Indio Naborí o el cacique Guamá, que cada hombre se inventa sus batallitas y que las debiera echar solo, gane o pierda. Y esta batallita del exministro doctor honoris causa suena a causa sin pies ni cabeza. La “descolonización” a la que alude es la que supuestamente viene de los Estados Unidos de América, y de allí también llegan el pollo, los dólares, las medicinas para la familia y hasta los uniformes escolares. Si se descolonizan, también se despollizan.
Pero Abel y sus secuaces lenguaraces quieren presentar batalla contra ese monstruo imperial, que no quiere abrir sus arcas y prestarles dinero a los dilapiladores que gobiernan la isla desde 1959, porque no pagan los préstamos desde ese mismo año.
Y lo mejor de todo: la descolonización hay que hacerla en chino o en ruso, no importa. La cosa es andar muy ocupado, para que la basura de las esquinas de todas las ciudades y pueblos de Cuba no llegue a las cabezas de quienes dirigen la nación hacia el abismo.
Allí hay más detritus que en ninguna otra parte.