El extraño país que Castro recuerda

¿Alguien sabe si Fulgencio Batista, que aparece en una foto cargando al niño Raúl Castro Ruz, lo dejó caer contra el suelo?
Raúl Castro en teatro, como Pinocho. Ilustración: Armando Tejuca, exclusiva para ADN Cuba
 

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¿Alguien sabe si Fulgencio Batista, que aparece en una foto cargando al niño Raúl Castro Ruz, lo dejó caer contra el suelo? ¿Se le resbaló asustado porque vio al hermanito mayor, el que se llamaba Hipólito, jugando a asaltar un campamento militar? ¿Lo movió apresuradamente, lo lanzó al aire o lo batió como se baten tres huevos en un plato? ¿Fue el olor del uniforme de Fulgencio el que desordenó las células grises del pequeño niño achinado, hijo de Lina Ruz y supuestamente de Ángel Castro?

¿O fue más tarde, cuando José Luis Tasende le contó en el tren hacia Santiago de Cuba la primera idea desorbitada de su hermano de entrar disparando al Moncada en plenos carnavales? ¿Se golpeó el cráneo Raúl Castro contra el muro de cinco metros en la azotea del Palacio de Justicia, que no le permitió tirar ni una trompetilla hacia el cuartel Moncada?

Todo esto lo escribo con un poco de retraso que motivó mi estupor de otra de esas infamias a que acostumbra el más partidario de los diarios partidistas: Granma publicó el 31 de diciembre del 2020 una nota testimonio de Raúl Castro, donde el general sin batallas hace una descripción de la situación de la Cuba de antes, a la que califica de “panorama desolador” y la coloca entre los países más pobres del mundo.

Mi estupor pasó de asombro a insulto. No basta con toda la bazofia que recogió el hermano mayor en esa especie de Mein Kampf caribeño y de bolsillo, titulado La historia me absolverá. Ahora el menor de los Castro, por hacer algo, aporta lo suyo, y pensé de repente que era una alucinación mía (el Granma no alucina), y que seguro ha sido el vodka, o el whisky, o la adrenalina a chorros que provoca andar fusilando gente de la mañana a la noche como si se estuviera desyerbando un cantero.

Algo le pasó al joven y lampiño comandante de la coleta, en la invasión o en el Segundo Frente. Y si no le sucedió en el frente, a lo mejor fue por la espalda; pero decir, como ha dicho y repetido esa imitación de periódico que es el Granma, que en Cuba antes de 1959 había un “panorama desolador” y colocarla al nivel de Uganda, suena a alucinación por ingestión de compota rusa ligada con tequila.

No aprenden. No paran de odiar el pasado. Ese pasado que han querido borrar como borra un niño un dibujo que no le gusta, para dejar solamente un papel roto y un manchón negro en la hoja arrugada. De tanto mentir, como hizo el hermano mayor, que quiso llamarse Alejandro porque aquel Hipólito le sonaba a nombre de bastardo, ha llegado a creerse el sobreviviente del dúo más desafinado de la historia, que la isla era un infierno que pedía a gritos que ellos llegaran a salvarla. Y no es así.

Podrá engañar a las nuevas generaciones, a quienes creímos porque nuestros padres nos pidieron -o exigieron- que creyéramos, pues habían puesto su fe en los nuevos, y los vimos desencantarse luego con nuestro desencanto. Podrán creerle los que no vieron otra cosa que el mal pan del desayuno, y fracaso tras fracaso de los delirios del egomaníaco mayor, al que los cubanos le regalamos un país, un futuro, la confianza y todas las ilusiones, para que él las pisoteara jugando y culpando a un enemigo que solamente él veía.

Cuba fue, tras muchos descalabros, y sin haber sido nunca perfecta, una isla con un desarrollo pujante, a donde querían ir a vivir españoles, haitianos, jamaicanos, europeos y norteamericanos; y donde, desde 1940 existió, lograda por el hombro unido de partidos de izquierdas y derechas, la constitución más avanzada del mundo, esa que, de existir hoy mismo, ningún policía podría pegarte ni amenazarte, ni vecino alguno vigilarte, ni un gobierno arrebatarte tu esfuerzo y el de tus padres y abuelos.

Pongo aquí unas cuantas cifras para que nadie más se llame a engaño, y el segundón de los Castros y la mala pécora de su hija refresquen la turbia memoria y aprendan:

En 1954 Cuba poseía una vaca por cada habitante, y ocupaba el tercer puesto en Iberoamérica (tras Argentina y Uruguay) en el consumo de carne per cápita. En 1955 Cuba era el segundo país de Iberoamérica con menor mortalidad infantil: 33.4 por cada mil nacidos. En 1956 la ONU reconoció a Cuba como el segundo país de Iberoamérica con más bajo índice de analfabetismo (sólo el 23.6%). Haití tenía el 90%, España, el Salvador, Bolivia, Venezuela, Brasil, Perú, Guatemala y República Dominicana, el 50%. En 1957 la ONU reconoció a Cuba también como el mejor país de Iberoamérica en número de médicos per cápita (1 por cada 957 habitantes), con el mayor porcentaje de viviendas electrificadas (82.9%) y viviendas con baños propios (79.9%) y el segundo país (tras Uruguay) en el consumo calórico per cápita diario.

Y para no cansar, Cuba era en 1958 el país que más electrodomésticos tenía. El país con más kilómetros de líneas férreas por Km cuadrado, y en el número total de receptores de radio. A pesar de su pequeño tamaño y que sólo tenía 6,5 millones de habitantes en 1958 Cuba ocupaba la posición 29 entre las mayores economías del mundo.

¿Dónde fue a parar todo eso? A la misma fosa a donde se fueron los sueños de muchos, que dieron tiempo, sangre y fervor, y que luego comenzaron a morir por dentro viendo a sus hijos y nietos irse a vivir lejos de las alimañas que prometieron tanto, y que mintieron como miente ahora el generalito, a quien le quedan dos afeitadas.

El daño está ya hecho. Cuba resurgirá algún día y nos alejaremos del dolor. Pero, para hacerlo, deben cesar para siempre las mentiras, las vanas promesas y las culpas. Y reconocer que el futuro fue degollado hace muchísimos años y su cadáver ocultado.

 

Ilustración de portada: Armando Tejuca, exclusiva para ADN Cuba

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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