“Toda los puercos que mataré hasta el 31 de diciembre están vendidos. Lo cómico es que ya están divididos en piezas, porque la gente se los repartió antes de que los mate”, cuenta Natán, un cuentapropista que tiene alquilado un local para la venta de carne de cerdo.
Natán vino desde Holguín hace algunos años.
“Yo pudiera estar en Estados Unidos, pero no me voy de Cuba. Aquí estoy bien, tengo trabajo, me sustento. Este negocio de la carne de puerco es redondo y a mí no me gusta enredarme en otros temas que no son lo mío; por ejemplo no me gusta manejar. Mi hermano y sus amigos se fueron en un corcho y los acompañé hasta la orilla. Querían tener un carro, y manejar, ese sueño era imposible aquí”, relata.
Su hermano le escribe a veces, y dice que le va bien. “Una vez tuve un lío y le pedí dinero. Me dijo que sí, pero tenía que esperar a que pagara la letra del auto y el pago de un curso que pasó, más los taxes y los ‘biles’ del mes. Por suerte esa semana el precio del puerco subió y volví a levantar”, comenta el hombre.
En Cuba, el costo de la libra de puerco ha sido la medida histórica que acuña el momento. En 1993, cuando la economía tocó fondo y se instauró el Periodo Especial, una libra llegó a valer 120 pesos (CUP). Luego, con el tiempo, comenzó a bajar.
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En 2019 subió otra vez como la espuma, cuando iba por 70 pesos con tendencia al alza, el Estado topó los precios de una lista de productos incluida la carne de cerdo, que obligó a los particulares a bajarla. 45 pesos por libra sería el precio más alto autorizado, en el caso del bistec.
“También bajó la libra del puerco en pie— dice Natán— eso compensó la situación de los carniceros,… lo demás se empareja en la pesa”.
Para Navidad y fin de año, el estado vende carne de cerdo a 21 pesos y la gente de bajos recursos se bate por mantener ordenada una cola, desde los días previos a la venta. Conseguir un orden racional para acceder al plato principal de las festividades es un triunfo poco usual.
En Jaimanitas, “Sorbeto” ya empezó a hacer la lista, y va de barrio en barrio, informándolo. “Para que después no me digan que no lo sabían y aparezcan otros, en el último momento, y quieran colarse. Me muevo por todo el pueblo, anunciando la lista y se ríen de mí. Yo los dejó, luego van a protestar cuando llegué la carne a 21 pesos y vayan a la carnicería y se estrellen contra la lista”, dice el organizador de la cola.
“A partir de mañana comenzaré a hacer guardia en la carnicería. El que quiera apuntarse, bien, el que no también. Adela [su esposa] que me llevé la comida allí y que me aguante la cola cuando tenga que ir al baño. No sucederá lo de la vez anterior, que se formó tremendo relajo. Este año habrá orden y la gente alcanzará carne hasta donde haya”, agregó.