Lo que se comenta en una cola del pollo en Cuba

Cubanos de a pie hacen cola en una carnicería de La Habana para adquirir el pollo de la distribución normada. Mientras esperan sus turnos, conversan y debaten sus problemas personales
Vecinos hacen fila para comprar "pollo normado" en La Habana. /Foto: Francisco Correa
 

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Legó el pollo normado del mes, salvando el día de muchas familias cubanas. La gente hace la cola con apremio, mientras se cuentan sus cuitas.

Clara hubiese preferido que lo trajeran el día 24 y así salvaba la Noche Buena, como sucedió el año pasado. Conversa con Mariela. Son casi las últimas, tienen tiempo suficiente y pasan de un tema a otro, un catálogo de penas y desastres. No se discierne cuál la está pasando peor.

Las dos hijas menores de Clara parieron a la vez, y ahora una está repitiendo el embarazo.

“Todo esto ha sido en solo dos años. De repente todas las calamidades nos cayeron arriba, mi esposo perdió el trabajo y tuvo que ponerse a inventar. No sé ni cómo vivimos. Menos mal que hoy hay pollo de la libreta”.

Mariela también tiene problemas personales y de salud. Una enfermedad endocrina la hizo engordar, tanto que cayó en depresión. La mujer se queja de que su hijo “salió gay”. “Eso ha destruido al padre”— dice, y manifiesta alegría porque al fin llegó el pollo: “tenía el refrigerador en blanco”.

“Sorbeto”, un personaje muy popular en el barrio, siempre está haciendo chistes. Lee una frase escrita en la pared que dice: “Limpio no es el que limpia, sino el que no ensucia” y Sorbeto dice que no la entiende.

 

 

“¿Qué tiene que ver eso con el pollo?”, pregunta. Pero los más cercanos no lo escuchan, están hablando de pelota, dicen que la Serie Nacional está buenísima y parece que el béisbol va a prender otra vez en Cuba, porque ahora está desplazado por el fútbol. Pero hablan poco de pelota...: enseguida se ponen a hablar de la Champions y el sexto Balón de Oro de Messi. ‘Sorbeto’ se deprime al sentirse ignorado.

 

 

Sorbeto, junto a esposa Adela, hace los mandados de la casa. También cocina, lleva y trae a los niños de la escuela, y se rompe la cabeza todos los días para  llevar comida a la mesa. Ahora dice en voz alta: “Escuchen, ya estoy haciendo la lista para el puerco rebajado de fin de año. Soy el uno”.

En 2018, para las festividades navideñas el Estado cubano vendió carne de puerco a 21 pesos la libra. Una notable rebaja de precio cuando los particulares la tenían a 60 pesos. Por varios días mucha gente durmió en las afuera de la carnicería, para custodiar el orden de la cola. Incluso de noche cantaban los números, a las doce. Y luego a la seis de la mañana.

La lista anterior la llevó Neyda. Sorbeto mantuvo su turno, que era el seis, y consiguió comprar una pierna. Pero fue una odisea a la hora de comprar: hubo peleas con personas que nunca estuvieron en la cola y querían comprar primero. Ese día Sorbeto juró solemnemente que la lista del 2019 la llevaría él, está cumpliendo su palabra.

En la cola también hay una mujer pensativa, recostada a la columna. Su cara refleja muchas angustias, que le ensombrecen el rostro. Otras personas como ella, lidian con conflictos: altos precios, bajos salarios, doble moneda, la incertidumbre del mañana, y esperan el avance lento y complejo hasta el mostrador.

Silvio, un jardinero por cuenta propia, está en la cola del gas, en el punto de venta frente a la carnicería. Monitorea con intensidad su balón, pues se acerca fin de año y una balita de gas se cotiza en 20 CUC.

“Es una tentación...”— dice Silvio, y asegura que también vigila la bicicleta, porque  su precio se ha disparado por la crisis del transporte. “Por este traste me estaban dando ayer 50 CUC. No la solté porque es mi medio de trabajo. Si me quedó sin ella entonces sí que estoy embarcado”, comenta.

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