Tengo un eclipse que me sube y que me baja
Mientras en el resto del mundo hubo ansiedad, confusión y cierto desespero por el anunciado eclipse de sol del 8 de abril del 2024, en Cuba no pasó nada
Actualizado: April 10, 2024 7:59am
Mientras en el resto del mundo hubo ansiedad, confusión y cierto desespero por el anunciado eclipse de sol del 8 de abril del 2024, en Cuba no pasó nada. Allí están muy acostumbrados a que se vaya la luz de repente y a que vuelva cuando salga la luna de atrás del sol o cuando le salga el sol de alguna parte a la Termoeléctrica Guiteras.
Las autoridades siguen diciéndole planta a la Antonio Guiteras, pero todos saben que ahora mismo es un mal bejuco. Un matojo seco y muy molesto.
Es voz popular una sentencia que muchos piensan que es de Martí: “En Cuba salimos del eclipse y automáticamente entramos en el apagón. Cosas de la astrología”. Por eso los nacidos en esa isla caribeña no pierden el tiempo con penumbras, sean naturales o artificiales. Y para nuevos eclipses están los cubanos del año 2024, cuando cada día se eclipsan más miembros de la familia, amigos y vecinos.
Ante la inminencia del fenómeno astrofísico, la dictadura se movilizó, pensando que se iba a poder observar desde allí, lo mismo en el malecón que en el valle de Viñales. Craso error, motivado por ese pensamiento idiota de que Cuba está en el centro del universo y que todo debía pasar por la isla. Estuvieron a punto de lanzar una campaña titulada “El eclipse es la base de todo”.
Pensaron que era una buena oportunidad para atraer turistas y que GAESA recuperara las inversiones que, con tanto esfuerzo y sacrificio, había hecho. Se planificó una estrategia para priorizar que el eclipse fuera visto, ante todo, por turistas y personal diplomático, que podía más tarde promocionar la isla como observatorio de fenómenos atmosféricos. Hubo hasta un intento de recoger las montañas de basura de las esquinas, pero después lo reconsideraron, porque dónde se iban a trepar quienes pretendieran observar el espectáculo.
Pero alguien, de los pocos sensatos que quedan, persuadió a los entusiastas. Su argumento fue que el acontecimiento iba a causar molotes y frustraciones. Está más que estudiado que si alguien no puede observar un eclipse así, automáticamente le echa la culpa al gobierno. Y este no podía culpar al bloqueo. Y total, el próximo eclipse sucederá dentro de veinte años, que es el tiempo que demorará el país en venderle pan de nuevo a la población.
En nuestra historia sobran esos fenómenos astrológicos. De pronto, sin ton ni son, hacen desaparecer un astro u otro cuerpo celeste. Muchas veces han intentado manipular el firmamento. El de los héroes, mártires y grandes hombres. Algunos dicen que el cubano más grande y con más brillo fue el generalísimo Máximo Gómez, que era dominicano. Y de igual manera intentaron poner en la historia de nuestro firmamento otro invento: que el argentino más querido por los cubanos fue Ernesto Guevara de la Serna, el Che, cuando en realidad fue Luis Aguilé. A uno lo eclipsaron y al otro lo obligaron a eclipsarse. Si se hubiera quedado le habrían borrado el brillo.
En Cuba los eclipses son ya una costumbre. Mala, insana, cruel, pero costumbre, al fin y al cabo. En cuanto el cubano se acostumbra a comer algo, a beber algo o a fumar algo, ese algo se “desalga” y desaparece. Hubo profetas populares que escuchaban con mucha atención aquellos largos e insulsos discursos del gran líder para anotar algunas cosas. Producto que mencionaba, al otro día se esfumaba de los agros, las bodegas, las tiendas y los mercados. Es larga la lista de cosas que se eclipsaron o que ellos hicieron eclipsar con un elipse extraño. Sigmund Freud se hubiera dado banquete cosechando el subconsciente de los cubanos. Allí había de todo lo que ya nadie veía.
Uno de los pioneros en lograr que en la isla se eclipsaran cosas necesarias fue el propio Delirante en jefe Fidel Castro. Cuando le dio por la genética aplicada a la ganadería, empezó a experimentar: mezcló una Holstein con una Cebú y le dio algo que llamó F-1. Luego mezcló ese F-1 con otra Holstein y salió de esa unión un F-2. Más tarde combinó el Cebú con el F-2 y el F-1 y el producto se llamó Yusuam Palacios.
Tal vez uno de los primeros eclipses que sufrió el pueblo cubano fue la desaparición del comandante barbudo Camilo Cienfuegos, que era más simpático, más campechano y divertido que el máximo líder. A plena luz del día, con tanto brillo propio, zas, se esfumó Camilo ante la mirada atónita -que luego sería estrábica- del pueblo, que lo quería y admiraba. El único consuelo que tuvo en los años posteriores fue llenar el mar de flores y ver al comandante todo azul en el billete de veinte pesos, que un día no muy lejano no serviría ya para nada.
Los estudiosos del fenómeno en Cuba han llegado a conclusiones sorprendentes y escalofriantes. La primera es que, aunque estos eclipses se daban en el cielo de la isla esporádicamente, a partir de 1959 se hicieron más y más frecuentes, y una de las causas era la interposición del partido comunista ante toda idea brillante que ayudara a aliviar o mejorar la vida de los nacionales. Ese es el cuerpo oscuro que se atraviesa delante de la luz del progreso. Ellos piensan que es el sol, pero realmente están todos en la luna.
Muchas veces la población no se da cuenta inmediatamente de lo que el gobierno les eclipsa. Lo recuerdan cuando lo necesitan o cuando hacen un esfuerzo y rememoran épocas pasadas. Lo mismo sucede con amigos y familiares. Algunos desaparecen solos y vienen a reaparecer con muchísima más luz en otra parte del universo. Pero los hay que no tienen esa suerte y son desaparecidos por artefactos malos, como la policía y la seguridad del estado, atentos a todo lo que ilumine o produzca un rayito, por mínimo que sea. Les molesta y lo ven peligroso.
Entre las cosas eclipsadas que se extrañan figuran la decencia, la honradez y la buena educación. Algo falló en la elaboración del Hombre Nuevo. Sucedió como con los cruces genéticos de Fidel con el ganado vacuno. La gente cada día grita más, escucha y entiende menos. Las groserías pudieran convertirse pronto en un importante renglón de exportación. Y en cuanto a la cultura, se garantiza primero que sea auténticamente revolucionaria, con lo que se le extirpa lo que pudiera tener de cultural. Los médicos escriben actualmente tan mal, que se han empezado a formar traductores para que lean las cartas que mandan a su familia desde las misiones en otros países.
Pero el eclipse mayor, el más sorprendente, es el papel moneda. De pronto el dinero cubano subió y descendió aceleradamente. Interpusieron algo llamado CUC, para después suprimirlo. Y entre las ideotas de los que mandan, nada servía ya para adquirir lo poco que luego se escondería en la nada. Y pasó lo que temían: el enemigo no sólo había impuesto el feroz bloqueo, sino que su moneda bloqueaba a todas las demás. Era como que José Martí cayera de nuevo de cara al sol, pero con una oscuridad tremenda. Y Díaz-Canel pensara que el eclipse era la base de todo.