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El que no oye consejos…

La crisis en Cuba es estructural, pero de todas las crisis en Cuba, la alimentaria afecta, incluso, al lenguaje

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La educación en Cuba es otro sector en crisis
Armando Tejuca | La educación en Cuba es otro sector en crisis

Actualizado: December 5, 2024 7:27am

La maestra de quinto grado regañaba a sus alumnos porque algunos dijeron que no habían probado la merienda. Otros, que ni siquiera habían desayunado.

-Pues eso está mal- dijo la profe Rosana, y Tinito, el que siempre se sentaba delante, levantó la mano y preguntó -¿Qué es tamal, maestra?

Rosana caminó unos pasos acercándose y levantó más la voz: -No comer está muy mal hecho, porque comer es una necesidad fisiológica del ser humano, como dormir, hacer pipi, beber agua y alimentarse.

Marielita, la del fondo, levantó también su mano y preguntó, sin esperar a que la profe Rosana le diera permiso: -¿Y qué es alimentarse, profe?

La profesora no podía creerlo. Que los adultos no comieran o que ya hubieran olvidado en qué consistía el acto de comer, era algo triste y peligroso. Y subversivo. Se llevó las manos a la cabeza pensando qué iba a hacer, si ir a la dirección de la escuela o enviar primero su cabeza. Entonces lo pensó mejor y se sentó a escribir una carta al Ministerio de Educación, para hacerles llegar sus preocupaciones. Y esto fue lo que escribió:

-Regañé a mis alumnos y les dije un viejo refrán: -“Tanta culpa tiene el que mata a la vaca…como el que le aguanta la pata”, y no saben lo que pasamos para explicarles a los niños qué tipo de animal era la vaca. Aunque a eso le encontré cierta lógica, pues recordaba haber leído una noticia que decía: “El MININT dice que ha sancionado a más de 4.500 personas en Cuba por delitos relacionados con el ganado”. Ella no sabía si era por robar vacas o por mencionarlas.

Pero lo siguiente fue peor. Les dije que había que estar a la viva, despiertos, porque “Camarón que se duerme se lo lleva la corriente”.

Después de recordarles que “corriente” no era solamente lo que estaban quitando muchísimas horas, sino que así se le decía a todo lo que fluyera, como los ríos, arroyos y al ir y venir de las olas del mar, tuve que explicarles que el camarón era un crustáceo cuyo nombre científico era Palaemon serratus, de los carídeos, un suborden de crustáceos decápodos marinos o de agua dulce, conocidos comúnmente como camarones, gambas, quisquillas o esquilas, y que son relativamente fáciles de encontrar en todo el mundo, tanto en agua dulce, como en agua salada… 

Entonces les pedí que dibujaran un camarón y todos pintaron a un turista.

Creo, queridos compañeros de arriba -siguió escribiendo la profesora Rosana en su carta al Ministerio de Educación, que algunos siempre llamaron “misterio”- que algo grave pasa, sucede, ocurre, acontece con las más jóvenes generaciones, cuyo arsenal idiomático se estrecha cada vez más. Como esto siga así, terminaremos hablando por señas o a través del reguetón. Ya no se les puede mencionar ningún objeto o término, sobre todo comestible o bebestible. Ya es imposible, incluso, educarlos como hacían nuestros abuelos, a través de refranes. Habría que buscar entre todos algunas soluciones rápidas. No olvidar que “a falta de pan, casabe”.

La profesora envió su misiva por email a la dirección del ministerio y a los veinte minutos recibió una respuesta: “¿Qué es pan… qué cosa es casabe?”

Rosana iba a ponerse brava, pero entendió que en su casa jamás se había probado el casabe y que llevaban un tiempo sin comer pan. Como ocho años y medio, o más.

Pero volvió a la carga, porque algún organismo del estado socialista tenía que hacerse responsable de sus preocupaciones y ayudar a la educación de los niños cubanos, por lo menos hasta que se fueran del país. Por eso atacó por otro ángulo, el sentimental.

Queridos compañeros del PCC, de la Asamblea Nacional del Poder Popular, del MINFAR, MINED, MINTUR, MININT, MINCULT, CADECA, MINREX y todos los MIN que me queden: debemos buscar una solución a este deterioro de la educación de nuestros infantes, que son la esperanza del mundo.

No había terminado de escribir eso en su computadora y de alguna parte alguien preguntó: ¿qué es deterioro? Seguida por otro inquiriendo: ¿qué es esperanza?

Cansada, pero no vencida, decidió hacer una relación de refranes que ya no se podrían utilizar en Cuba, porque sería engorroso explicarles a los pequeños de qué se hablaba.

Su lista comenzó con uno muy conocido, que era como se sentía ella misma desde hacía tantos años educando a los niños: “Como pez en el agua”. Ninguno de ellos, menores de 15 o 20 años había comido alguna vez pescado. En ese mismo rango estaba otro: “Ese gallo que no canta, algo tiene en la garganta”, que traería la misma dificultad alimenticia que aquel que reza: “Los niños hablan cuando las gallinas mean”. 

Había usado este último en su aula y alguien, probablemente Tinito, cuando otra niña preguntó qué eran gallo y gallina, respondió que eran unas cosas rojas y congeladas que llegaban desde los Estados Unidos para romper el bloqueo.

El mismo efecto tenían muchos más, conocidos desde hacía más de un siglo, como: “A caballo regalado no se le mira el colmillo”, o “Cada oveja con su pareja”, que era muy cruel para infantes que jamás habían visto, y menos probado, esa oveja, ni su pareja. También anotó “Perro que ladra no muerde”, porque, o los perros los habían desaparecido o habían aprendido a no ladrar, para salvar su vida.

También tachó “Contigo, pan y cebolla”, porque no había recibido respuesta de acopio o de la ANAP. Sin embargo, todos los niños de su aula entendieron perfectamente uno sencillo: “Sarna con gusto, no pica”.

Cuando anotó el último, para luego tacharlo, comenzaron a brotar lágrimas de sus ojos, y no eran lágrimas de cocodrilo. Eran debidas a un dicharacho que ni siquiera entendía su propia generación: “Barriga llena, corazón contento”.

 


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