Oliver Twist llega a Santiago de Cuba
Lo dijo el poeta Manuel Navarro Luna: “Es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”. De modo que no es extraño que en Santiago sucedan las cosas más inverosímiles e inverecundas.
Actualizado: December 9, 2024 9:22am
Lo dijo el poeta Manuel Navarro Luna: “Es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”.
De modo que no es extraño que en Santiago sucedan las cosas más inverosímiles e inverecundas. Desde una gran batalla naval en su bahía, hasta que en ella hayan nacido tres grandes que cambiaron la música cubana: Sindo Garay, Ñico Saquito y Miguel Matamoros, hasta que un bitongo que estudió en la ciudad decidiera echarles a perder los carnavales a sus habitantes, con el asalto a un cuartel al que, para colmo, llegó tarde.
Así que Santiago (que inspiró a otro gran músico, Pedro Luis Ferrer, a uno de sus temas más tiernos, el titulado “Tú etá tó totá, má totá etá tú”), tiene mar y accidentes geográficos, un Castillo del Morro, un calor sofocante, un barrio tan profundo como Los Hoyos (que el gobierno ha intentado replicar en otras ciudades cubanas con baches y agujeros), unos carnavales que eran de primera, su propio lenguaje, unas congas de nivel mundial, chinches, falta de agua, piojos, temblores de tierra y terremotos, y ahora agrega a su menú una violentísima delincuencia, muy juvenil y muy decidida.
Ladrones, asaltantes, carteristas y asesinos de corta edad y miras cortas, algo que ya describió hace más de un siglo Charles Dickens en Londres, en su obra clásica “Oliver Twist”, que cuenta la vida de aquellos niños famélicos y casi huérfanos, o huérfanos y casi famélicos. Estos maleantes (o maliante, para decirlo en lenguaje de Santiago) pueden ser estudiantes de secundaria que, cumpliendo con las enseñanzas de Fidel Castro de conjugar los estudios con el trabajo, en la mañana asisten a las aulas y en las tardes se cuelan en las casas a llevarse todo lo que encuentren. Un experto lo analiza con frialdad, a pesar de que el tema está candente y es Santiago de Cuba: "El asunto no es que cometan delito, sino la agresividad con que lo hacen y la impunidad con que las deformaciones se arraigan en su conducta".
Y no les importa el calor infernal ni los temblores de tierra. Este es el testimonio de una vecina de Santiago: -Durante el terremoto lo edificio se meneaban, y la gente asutada, dando grito y voceando…Los muchacho no sabían si salvarse o salir a robal-.
Estos pandilleros o pandilleritos tienen aterrada a la población de la ciudad oriental, que ya estaba sobradamente aterrillada con la falta de insumos comestibles y bebestibles, medicinas y fluido eléctrico. Pero no hay casi nada que hacer para castigar a estos alumnos del judío Fagín, “receptor de bienes robados”, profesor de carteristas y asaltantes en el Londres del siglo XIX.
Hay testimonios poco alentadores de la población, que ya no confía en las autoridades: “Una testigo presencial, se mostró escéptica, debido a que por lo general a los adolescentes solo les da una charla y los mandan para su casa, pues en Santiago de Cuba hasta el Centro de Menores fue cerrado por falta de comida y agua".
Esta situación plantea una gran contradicción: el compañero Puesto a Dedo, que no es santiaguero, pero baila rumba, ha dicho que él y su claque son “Continuidad”, y aquellos que tomaron la ciudad en enero de 1959 se repartieron lo que encontraron con el pretexto de que se lo quitaban a la clase alta, uno ya sabe que estos bandidos de hoy son los dignos herederos. El mismo Díaz-Canel no se cansa de pedirle al pueblo “resistencia creativa”, y si uno analiza con calma, el robo y el asalto que realizan estos niños y adolescentes es creativo, y es su manera de resistir, en la hermosa tradición de nuestros gloriosos mambises, dando machete muchas veces.
No lo dice la prensa de adentro, sino la de afuera, que suele estar más adentro de la problemática cubana: “La detención de los niños ladrones suscitó los más diversos comentarios. Unos abogaron por tomar la justicia por su propia mano como mecanismo para contener el auge de la delincuencia, otros por reconocer la gravedad social de los hechos y exigir una repuesta legal competente, ya que la acción penal de los tribunales es un fracaso”.
Por un lado, lo malo tiene su parte buena. Si esos ladronzuelos de hoy “se gozan”, como se dice en aquella zona de los pollos que sobreviven, y deciden ser delincuentes, pero revolucionarios, cuando sean bandidos consumados la gente pudiera decir: “Yo a Pirulo lo conoco dede que era un vejigo que se colaba por las ventana y eso”. O También: “El era un mardito dende chiquito, pero e buen hijo cantidá”.
No olvidar que allí en Santiago de Cuba hay personas decentes, educadas y honestas, que no han sucumbido al mal a pesar de las dificultades que atraviesan. Ni roban, ni son miembros del Partido Comunista, a pesar de que en la ciudad hay una piedra (más bien un seboruco) que irradia impurezas y maldad. Y aunque ya esa piedra pertenece a la nada, y dicen que la nada, nada inspira, la maldad sí lo hace. Los muchachones entendieron que solamente había dos vías: o irse o sobrevivir como se pudiera, y se lanzaron a esta última. Eso tiene un añadido que les da ventaja: la policía te agarra antes si pintas "Abajo la dictadura" en una pared que si matas a alguien para robarle una motorina.
Incluso la calle Trocha, otrora atracción turística de la ciudad, que fuera “rebelde ayer, hospitalaria hoy, heroica siempre”, como en la actualidad ha dejado de ser hospitalaria, porque los hospitales también son un desastre, es hoy una vía peligrosa: “El cierre indefinido de las instalaciones y la militarización nocturna de la emblemática calle Trocha son recibidas por el pueblo como un intento fallido de la intendencia de la ciudad de Santiago de Cuba por frenar la violencia y rescatar los espacios públicos en manos de la delincuencia juvenil”.
A lo mejor no son delincuentes, sino que se entrenan para ser futuros dirigentes. O círculos de interés, o agrupaciones juveniles que la sociedad no entiende y se refieren a ellos como “las pandillas del Nuevo Vista Alegre, Altamira, Los Cangrejitos y Planta, que operan con total impunidad y han convertido la zona más emblemática de los carnavales santiagueros en un foco de inseguridad y delincuencia organizada".
Puede que la cosa se ponga peor y se superen y busquen asesoramiento de las pandillas de Haití, que llevan más tiempo y están mejor equipadas en armamento. Si la cosa se pone más mala de lo que está, habrá que hacer algo urgente. Y si la politiquería de la llamada revolución convirtió los cuarteles en escuelas, y los delincuentes están en esos centros, es hora ya de un cambio: volver a convertir las escuelas en cuarteles.