Cuando tenga sesenta y cuatro años
Lo cierto, lo doloroso, lo dolorosamente cierto, es que en Cuba, desde que llegó Fidel Castro, la esperanza de vida se ha alargado, si vives lejos de la isla.
Actualizado: December 3, 2024 12:38pm
En el disco Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band, del año 1967, el grupo inglés The Beatles preguntaba: Will you still need me? Will you still feed me when I'm sixty-four?, es decir: ¿Aún me necesitarás? ¿Aún me alimentarás cuando tenga sesenta y cuatro años?
Parece que algunos sesudos miserables del gobierno cubano entendieron bien el mensaje, y como sabían lo terrible que sería envejecer en Cuba, y que nadie podría necesitar o alimentar a un viejo, prohibieron la canción, y de paso a Los Beatles.
Lo cierto, lo doloroso, lo dolorosamente cierto, es que en Cuba, desde que llegó Fidel Castro, la esperanza de vida se ha alargado, si vives lejos de la isla. No vale que tengas en el pecho tantas medallas que no puedas salir a la calle cuando truene, porque no llegarás a los 64 años, y si llegas, estarás tan cansado de la vida que te defecarás en la progenitora de los Beatles. De los cinco. De los cuatro. De los 5 U 4.
Los que hoy son considerados viejos en Cuba, tembas o súper tembas, viejucos y ocambos, jubilados en la mayoría de los casos, fueron los jóvenes de ayer. Los que alfabetizaron, los que participaron en Girón o en la llamada “Limpia del Escambray”, los que luego fueron a Angola y a Etiopía, y durmieron muchísimos años, si podían, sobresaltados por una invasión inminente que nunca sucedió ni iba a producirse.
Fueron los que tuvieron el corazón en la boca cuando la crisis de los misiles, en aquella aberración atómica del disparatero en jefe. Y vieron marcharse, con un dolor que luego cegó el odio al que fueron inducidos, a sus madres, padres, hermanos e hijos, a quienes casi olvidaron y con los que no se pudieron comunicar durante más de 20 años, so pena de que los consideraran traidores. ¿Y todo para qué?
La mayoría de ellos no tienen nada. O casi nada. Por no tener, no tienen junto a ellos ni hijos, ni nietos, ni casa, ni asistencia médica, ni alimentos, ni la mínima cosa por la cual levantarse cada mañana y agradecer estar vivo. Y para qué hablar del dinero que les tocó ya jubilados, con esa brillante “tarea de ordenamiento” criminal. Sufren, porque "el desabastecimiento y la desigual distribución de alimentos básicos en los mercados en la isla complican aún más la situación para los adultos mayores, quienes enfrentan dificultades para adquirir alimentos debido a la necesidad de desplazarse, largas distancias y hacer colas para realizar sus compras".
Los salarios de trabajadores y jubilados fueron atados a tarjetas magnéticas. Hoy la bancarización es el mayor enemigo del ciudadano de a pie, que se debate entre el pago en efectivo y los pagos online que nadie quiere.
La mayoría de los que lo dieron todo por la llamada revolución, no ven el futuro con buenos ojos. Y el pasado los sigue amenazando, persiguiendo y asustando. No ven esperanzas de cambio en ese pasado en el que creyeron y que ayudaron a que se diera.
Solamente hay que mirar en derredor, los que aún conserven la vista. Se aconseja hacerlo de día, porque ya saben lo que sucede con la corriente eléctrica en las noches. Un país tomado por los militares y por los de la nomenclatura del Partido Comunista, que lo han llevado a una miseria espantosa porque siempre tienen a quién culpar. Capitanes, coroneles, generales, barrigones y creídos, viviendo la buena vida mientras el mundo se derrumba a su alrededor. Solo hay que mirar el estado de sus charreteras. Perdón, de las carreteras.
Ahora en la isla llegar a 64 años o más te convierte en viejo, pero, además, en “vulnerable”, que en el lenguaje de señas del desgobierno significa que te jodiste y que te las arregles como puedas. Lo mismo durmiendo en la calle que en un sitio donde se te caerá el techo encima.
Al cabo de los años, más de 64, el pueblo se ha dado cuenta -lento y tarde-, de que aquella revolución no dio ninguna esperanza de vida. Al principio sí que hubo cierta esperanza, pero al final no existe, porque tampoco es vida lo que ofrece.
Y la gente culpa a Miguel Mario (Mi Ma) Díaz-Canel Bermúdez, y olvida que el causante de todo el desastre fue y será siempre el bastardo llamado Fidel Alejandro Hipólito Castro Ruz (de los Ángeles del Infierno).
A esta altura mitológica, que es casi en lo único que se puede creer, un número considerable de cubanos ven por fin al Puesto a Dedo Díaz-Canel como un Dios que eriza, algo así como Prometeo, porque promete y no cumple. Prometeo fue hecho de barro y este tiene el fango hasta el cuello. Y al igual que el semidiós griego, este actual Prometeo les dio el fuego a los cubanos: para que se alumbraran con quinqués y cocinaran con leña. Y por añadido, la situación está en candela.
Por eso sueñan con que este Prometeo caribeño tenga un final parecido. Si aquel, el mitológico, fue encadenado a una roca con una abertura en su cuerpo para que las águilas comieran de él, a este, más ilógico que mitológico, lo quiere ver la gente casi igual. Encadenado, pero que coma de él no un águila, sino varias auras tiñosas. Pagará, por tonto, los designios de los hermanos Castro y la mafia del Partido Comunista.
Sandro Castro, nieto del fallecido dictador Fidel, pide unidad. Ha dicho que los cubanos debemos estar "unidos todos en tiempos de dificultades". Lo ha declarado con dificultad, para que vean que él también las tiene. Sandro celebrará su cumpleaños por todo lo alto el próximo 5 de diciembre en el Bar EFE, de su propiedad y ubicado en el habanero barrio Vedado.
Pero de seguro no asistirán ancianos, nadie mayor de 64 años, porque el niño bitongo ha puesto algunas condiciones: “La fiesta será solo para gente bonita".
Y en Cuba no es bonito envejecer.