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La vagancia, la vulgaridad y la indecencia

A Díaz-Canel la guayabera le queda tan apretada que le estrangula las arterias del vientre y la sangre no le llega al cerebro

Actualizado: Tue, 03/05/2024 - 07:54

Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el pobre hombre que se sacrifica fingiendo ser presidente de la isla de Cuba y que eriza a algunos habitantes de Río Cauto en giras nacionales donde recuerda a Fidel Castro, ha dicho algo que todavía está estudiando la Real Academia de la Lengua Española: que hay "un manifiesto empeño imperial" que busca "crear un clima de inseguridad y de desconfianza entre la ciudadanía cubana”.

La RAE asegura que intentará desentrañar el significado de esa frase cuando termine de hacerlo con otra declaración del mismo sujeto, que ha predicado, con verbo fogoso, esta oración enigmática en Naciones Unidas: “Cuba es el país que ha soportado por más tiempo medidas coercitivas unilaterales”.

Hay otras comunicaciones misteriosas del mismo sujeto, que parece haber sido criado y educado en Júpiter, o en la escuela de cuadros Ñico López. Todo lo que dice tiene un sabor extraterrestre, como lo que dicen los que despiertan de un largo sueño en alguna casa de opio. Ese es el caso de otra de sus monsergas: "Lo que se necesita de manera imperiosa es la voluntad política para que realmente nadie quede atrás y vencer una de las crisis más complejas que haya experimentado la humanidad en la historia moderna”.

Quizá estaba hablando de los niños cubanos, que no desayunan. Tal vez se refería a la ausencia de café en las mañanas, en un pueblo que tenía por costumbre darse un potente cafetazo antes de echar a andar. Quién lo sabe. Pero ya los cubanos le tienen tomada la medida y le han cogido el golpe: habla cáscaras en el extranjero y regresa a Cuba a comprobar si lo han entendido en pueblos y barrios del interior del país. O gira por esas zonas humildes y cada día más miserables y vuela al extranjero a ver si su imagen de tolete civil ha mejorado.

Pero siempre rezuma incoherencia e inseguridad. Posiblemente en las noches le pregunte, dormido, al fantasma del Delirante en jefe si va bien, Camilo. Y balbucea ante el otro fantasma insepulto, Raulito Castro, preguntándole “¿Por qué yo, general, por qué me tiró la podrida a mí”? 

Tal vez por esa razón sale del país a cada rato, a pedir seguridad por este mundo, sea a los rusos de Putin o a los turcos turqueses. Al Encargao del país le asustan y preocupan tres cosas solamente, tres cosas que son, junto al limón, la base de todo: la vagancia, la vulgaridad y la indecencia.

No le roba el sueño saber que “la masa de ganado vacuno de La Habana está decreciendo, principalmente por la escasez de alimentos para los animales”, como reportó el periódico oficial Tribuna de La Habana. Es horrible que suceda eso. Ya se acabó aquello de “los caballos no han comido porque no quieren comer”; ahora es porque la gente se quiere comer a los caballos. Y a las vacas. Pero este “cuadro”, tan inepto como todos los que tomaron el poder por la fuerza (ellos dicen que “por sus convicciones”) tampoco pierde el sueño por este dato: “Entre las reses de la provincia hay menos nacimientos que muertes, debido a la falta de alimentación”.

Mira qué curioso, lo mismo sucede con la población cubana. En cualquier momento los niños pedirán jubilarse a los siete años, en cuanto les quiten el litro de leche. Ah, no, si ya se la quitan antes. Pero no, los niños no se jubilarán, sino que comenzarán a odiar, desde que nacen, al campesinado. No basta con que a los que viven en la isla les pidan más sacrificios, y que entreguen su sudor y su sangre. Ahora también debieran ordeñarse, según esta noticia: “La prensa oficial culpó a ganaderos cubanos que incumplen sus compromisos con el Estado del déficit de leche que padece Camagüey”.

De manera que los turistas nacionales que pasan sus vacaciones viajando por las hermosas 14 provincias y el municipio especial, deben eviten, en la medida de lo posible, pasar por Camagüey, porque allí ganaderos y agricultores son malitos, malitos. Malos y malísimos. Y solamente les falta que se alcen con vacas y todo en la sierra de Cubitas.

Pero volvamos a las fobias del Puesto a Dedo, a quien la guayabera tan apretada le estrangula las arterias del vientre y la sangre no le llega al cerebro. O posiblemente la sangre llegue al sitio y no sepa qué hacer, porque no hay cerebro. Quizás por reflejos condicionados o porque se lo orientaron en el chip que le pusieron al armarlo, él le tiene horror a todo lo “imperial”. Y si algo no se le puede reprochar es la palabrería que suelta cuando comienza a andar.

En ese renglón hay que agradecer frases complicaditas como esta: “"Hay que trabajar para la adecuada incorporación a la sociedad de ciudadanos que han cumplido sanciones penales”. Tal vez lo dijo pensando en Lula da Silva, si en algún momento los brasileños se lo quitan de encima definitivamente. 

Los cables se le cruzan en ocasiones y la poquísima materia gris le juega malas pasadas. Es el caso de cuando habló de que "el deterioro social, la brutalidad policial, la criminalidad, los asesinatos, los hechos violentos en escuelas, se acrecientan cada día más", donde pareciera que intentaba condenar la realidad norteamericana y la gente pensó que estaba hablando de Cuba. Por fin un presidente -nominal o supuesto- decía que la policía era bruta o brutal.

En la única cosa en que el pueblo le da la razón es cuando repite que es “continuidad”. Igual que sus predecesores, el comandante que le dio el primer empujón a Cuba hacia el abismo y su hermanito, el general cruelito, Miguel, el Encargao, culpa de todos los males al pueblo cubano. Cuando realmente no encajan el bloqueo ni las agresiones “imperiales”, es el cubano de a pie quien no hace el esfuerzo máximo, ni muestra resistencia creativa. Como si intentar calentar cualquier bazofia a sus hijos sin luz, ni kerosene, ni alcohol de reverbero, o sin reverbero, utilizando dos alambres cruzados y fuego, fueran algo ejemplar.

Y es innegable que, a pesar de sus malabarismos orales, de su floritura idiomática para decir cosas vacías o no expresar nada, a veces da en el clavo. Todo el mundo lo comprendió cuando dijo: "El Estado y el Gobierno cubano no pueden estar ajenos a las actividades económicas ilícitas, ni tampoco a las manifestaciones de corrupción y los delitos que emergen de una economía paralela, sumergida y sucia, que penetra y destruye nuestra vida social".

Tiene razón. Es el propio gobierno quien debe encargarse de la corrupción, mejorándola y llevándola a todos los niveles. Y también es quien está obligado a asumir la economía “paralela, sumergida y sucia”, si la economía normal no se le da y la ha destrozado irremediablemente. En cuanto a la vagancia, debería poner a todos los militantes comunistas a trabajar de verdad. A lo mejor así la cosa mejora.