Tablada no pierde la tabla
La noticia fue explosiva. Johana la Tablada dijo ante 150 jóvenes estadounidenses que los hoteles cubanos son del pueblo, pero no lo dijo así, tan escueto y a la tabla, sino que fue más jugosa, sin perder la tabla, entablillándose la cara
Actualizado: May 19, 2023 2:28pm
Ni siquiera lo hace cuando miente. Muchas horas de ensayo ante el espejo le han dado un dominio total sobre cada milímetro de su rostro. Y poco a poco, mentira tras mentira, se le ha ido endureciendo, como si se convirtiera en piedra.
Aunque a veces, que es como decir en ocasiones, en muy contadas ocasiones, se le escapa una verdad, alguna información que la dictadura para la cual trabaja ha intentado mantener en secreto, tal vez porque no quiere que sea un dato que se maneje públicamente por aquello de que el enemigo nunca duerme, o quizá porque, como dijo José Martí: “Hay cosas que han de andar con el Minint para que no tengan fin ni siquiera un tin”.
Lo cierto es que ahora Johana Tablada ha perdido la tabla, y en vísperas del 20 de mayo, esa fecha patria que nos fue arrebatada para cambiarla por la del asalto a un cuartel al que no asistió el propio cambiador de fechas, la subdirectora general de la Dirección de EE. UU. del Ministerio de Relaciones Exteriores del régimen, ha dicho lo que el gobierno nunca había dicho, que los hoteles de la isla le pertenecen al pueblo cubano.
La noticia fue explosiva. Johana la Tablada dijo ante 150 jóvenes estadounidenses que los hoteles cubanos son del pueblo, pero no lo dijo así, tan escueto y a la tabla, sino que fue más jugosa, sin perder la tabla, entablillándose la cara para no entablar discusión alguna. Ella confeso lo siguiente: "Es totalmente opuesto a lo que dice EE. UU., que el dinero va a parar al ejército y toda esa mierda que ellos hablan todo el tiempo. En el caso de Cuba, el dueño de los hoteles es el pueblo cubano, el dinero que ustedes gastan en el hotel va a los servicios públicos, a la salud, a la educación".
Miren para eso, y uno engañado, pensando que los de Gaesa eran unos sinvergüenzas y unos mafiosos de altura. Esa confidencia, que suena más a infidencia, me ha llenado de una inmensa alegría, como debe haber emocionado a todo el pueblo de Cuba, los que aún siguen dentro y quienes nos alejamos.
Pensar en las veces que pasé junto al hotel Riviera, el Habana Libre, o el Nacional, sin saber que un pedacito de ellos, tal vez un centímetro o un azulejo de algún baño, me pertenecían, me ha provocado una paz inmensa.
Ya era hora de que los cubanos de todas partes y de toda laya (menos los que apoyaron y apoyan toda la destrucción y sinvergüencería de Fidel Castro y sus continuadores mal nacidos, perpetradores todos) sintiéramos orgullo, orgullancia y enorgullecencia de que por fin, al fin y en fin, los humildes fuéramos propietarios de nuestras bellezas naturales y de las riquezas extrasensoriales, y que podamos mirar sin envidia, y sin vernos obligados a entregar nuestro frente y nuestra retaguardia a turistas foráneos, que casi siempre suelen ser extranjeros.
Por fin se ha cumplido el sueño que nos prometió la República aquel 20 de mayo, día inolvidable de 1902, cuando nuestra enseña nacional ondeó por fin para poder enseñarla internacionalmente, aunque quedaran ciertos rezagos y muchísimos rezongos. Ser dueños de hoteles como el hotel Sevilla, el hotel Capri, el hotel Presidente, los de la costa norte y los de la costa sur, los de Varadero y los que aún no tienen nombre porque los esforzados militares los construyen granito a granito, pajita a pajita, para aumentar nuestra riqueza material y espiritual, nos hace grandes y hace que sintamos que somos, por primera vez, propietarios de nuestro futuro.
A no ser que esta muchachita, la Tablada, haya lanzado esa bomba como si fuera una turca más, un tupe que aumenta el tonelaje de tupes con los que nos ha tupido la estúpida dictadura. No sé si podría resistir una mentira más. Solo nos faltaría eso, y que el Granma la desmienta mañana y la acuse de servir a intereses foráneos, que es como decir extranjeros, que todo el mundo sabe cuáles son, aunque se siga diciendo “intereses foráneos”.
No sería la primera vez que se dice una cosa y en realidad es otra. O que el gobierno no autorice a decir lo que han dicho, y alguien desmienta lo dicho con otro dicho, diciendo que eso no lo ha dicho nadie o que no estaba autorizado a decirlo sin haberlo dicho. Pero ya luego de ver cómo cambian los tiempos, Venancio, y que el primero de mayo se celebra el 5, y que los reyes magos sean en julio, que los diez millones todavía no se hayan logrado, que el cordón de La Habana jamás se pudo atar y luego se perdieron los cordones, los zapatos y ya casi La Habana, puedo esperar cualquier cosa, aunque no sé si lo pueda soportar.
También es posible que la funcionaria, si funciona, porque en la isla pocas cosas lo hacen a no ser los boinas negras, la policía y el Twitter de la Machi y su esposo el Puesto a Dedo, cuente como alojamientos e instalaciones hoteleras las prisiones y las estaciones de policía, porque esas sí les pertenecen al pueblo desde siempre. En los últimos 64 años muchísimos cubanos han sido hospedados en esos sitios, pero nunca o en muy pocas ocasiones, ha sido voluntariamente. Probablemente no sabían que eran dueños de ellas, o no se lo informaron para evitarles caer en la tentación de permutarlas, venderlas o alojar allí, con profunda hospitalidad, a los alojadores.
Pensemos, aunque sea una vez, que es cierto que el pueblo cubano es dueño de todos los hoteles, los que pertenecían a la mafia de antes y a la de ahora. Eso cambia la perspectiva patriótica. Anega el corazón de amor y evita que la gente quiera emigrar hacia destinos inciertos, teniendo en la isla propiedades tan hermosas y cómodas. Si cada 20 de mayo el gobierno sorprendiera a sus súbditos con noticias de esa índole, diciendo, por ejemplo, que el pueblo es dueño también de lo que piensa, de lo que hable, o de la libertad de vivir y decidir, para el año 3457 a lo mejor nos acercaríamos mucho a la felicidad y a algo parecido a un estado de gracia.
Pero ahora me preocupan esos jóvenes que visitaron Cuba y cayeron bajo la dulce tabla de la Tablada (casi con tableteos de ametralladora). La nota de prensa es muy diáfana: "No somos antiestadounidenses, estamos en contra de la política de EEUU hacia Cuba”. Hasta ahí todo muy bien. Lo preocupante vino después: “Fidel solía decir que el pueblo estadounidense podría apoyar causas injustas, pero para eso hay que mentirles, cuando sepan la verdad se levantarán y lucharán por la causa correcta".
Ahora pienso en lo que se encabronarán esos pobres americanitos cada vez que pasen delante del hotel Waldorf Astoria o el hotel Plaza, o vean la silueta de los Marriots y caigan en la cuenta de que no son los dueños de ellos, y tal vez ni siquiera puedan hospedarse allí jamás. Pocos intentarán trabajar en ellos como botones o ascensoristas. Se sentirán frustrados y con muchos deseos de irse a vivir a Cuba, a ver si un día les toca ser dueños, aunque sea de una foto de algún hotel, aunque sea de alguna posada de La Monumental, o de una estación de policía en Jiguaní o en Bejucal.
Ese día les caerá en la cabeza un 20 de mayo.