El canciller de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, aseguró que seis Embajadas cubanas en países de América, Europa, África y el Caribe han sido amenazadas después del ataque con armas de fuego contra la sede diplomática de la isla en Estados Unidos, el pasado 30 de abril.
“Tras el atentado terrorista contra nuestra Misión Diplomática en Washington, se han producido amenazas contra la integridad de diplomáticos y Embajadas cubanas en EE.UU., México, Costa Rica, Antigua y Barbuda, Canadá, Chipre, Austria y Angola”, tuiteó el Ministro de Relaciones Exteriores en su cuenta de la red social de Twitter.
En otro mensaje, Rodríguez Parrilla arremetió contra la Casa Blanca ante este hecho, que las autoridades cubanas califican como un acto de terrorismo, y no como la acción aislada de un perturbado que está siendo investigado por las autoridades norteamericanas.
“El Gobierno de EE.UU. mantiene silencio, sin condenar o rechazar ataque a Embajada de Cuba [en Washington], y se abstiene de tomar acciones contra personas y grupos terroristas que en ese país incitan a la violencia contra Cuba. Esta actitud cómplice conlleva el peligro de ser asumida como un endoso al terrorismo”, afirmó el canciller de la isla en Twitter.
En una declaración emitida este 1 de junio por el Minrex, el régimen acusó a EE.UU. de organizar, financiar, y ejecutar acciones terroristas contra Cuba, ofreciendo apoyo a “grupos e individuos que han disfrutado allí de tolerancia y protección gubernamental”.
El documento de la cancillería Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex) agrega además que Cuba ha sido víctima en el pasado del “terrorismo de Estado” por parte del Gobierno de EE.UU., que según la declaración habría actuado “en contubernio con el crimen organizado de ese país”.
A su vez, Cuba criticó la decisión de Washington de incluir a la isla en una lista confeccionada por el Departamento de Estado, en la que relacionan países que no colaboran con la lucha contra el terrorismo. En La Habana la consideran “unilateral y arbitraria, sin fundamento, autoridad o respaldo internacional alguno y (…) solo sirve a propósitos de difamación y coerción contra países que se niegan a acatar la voluntad del Gobierno de EE.UU. en sus decisiones soberanas”.
En la madrugada del pasado 30 de abril, un individuo armado con un fusil de asalto AK-47, disparó más de 30 proyectiles contra la Embajada de Cuba en Estados Unidos. El gobierno norteamericano acusó oficialmente al cubano Alexander Alazo, de 42 años y residente en Texas, por el ataque con arma de alto calibre a la representación diplomática de la isla en Washington D.C.
Sin embargo, el régimen cubano no está satisfecho y parece sacar rédito político del lamentable ataque, con constantes declaraciones acusatorias contra la administración Trump por una supuesta “complicidad”.
A mediados de mayo, el Gobierno cubano acusó de “negligencia criminal” a la Casa Blanca porque considera que el ataque pudo ser evitado y pidió que se investiguen los presuntos vínculos del atacante con los movimientos anticastristas del estado de Florida y otros exiliados.
En conferencia de prensa, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla reconoció la reacción rápida de la Policía y el Servicio Secreto ante el atentado, pero dijo que el gobierno de Estados Unidos “demoró en contactar con las autoridades cubanas” para informar y se han dedicado a silenciar el hecho, que calificó de “acto terrorista”.
Rodríguez dudó también de la versión ofrecida por la Policía y el Servicio Secreto de Estados Unidos, los que aportaron prueba sobre la enfermedad mental que padece el atacante, Alexander Alazo, de 42 años: esquizofrenia.
Asegura el canciller que Alazo visitó Cuba en varias ocasiones la Isla, hecho que ante sus ojos es prueba suficiente de que el atacante “no tiene problemas con Cuba”.