Bruno Rodríguez y el recurso del pataleo

Fernández Larrea considera que al canciller cubano, Bruno Rodríguez, le piden hacer el ridículo cada cierto tiempo. Según opina, una prueba de ello es la reciente acusación al gobierno de EEUU por el ataque a la embajada cubana
 

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Debe ser un castigo o una promesa que sus superiores le recuerdan a Bruno Rodríguez: hacer el ridículo cada cierto tiempo.

Bruno no pone una. Se va con la de trapo con una facilidad que da lástima y pena si no fuera tan serio el tema que toca y las personas que lastima.

Dice, maldice, llora como una novia abandonada al pie del altar, pero son lágrimas de cocodrilo, el mismo sonsonete contra el “monstruo”, en esa cruzada que él sabe que le da puntos cuando el gobierno cubano acusa al norte revuelto y brutal que lo revuelve y embrutece.

Su última opereta fue culpar al gobierno de los Estados Unidos de “orquestar” el ataque a la embajada cubana en Washington. No se había hecho silencio en la calle de la sede diplomática y ya estaba Bruno, en pijamas, acusando al enemigo imperialista. Lo siguió haciendo después de que fuera detenido el autor del ataque, un cubano que según los testimonios tiene delirio de persecución y está más zumbado que una maruga.

Pero Bruno ahí, como las plañideras. No reconoció siquiera que más de sesenta años de vigilancia, persecución y represiones del gobierno han descerebrado a más de uno, y contagiado de profunda paranoia a casi todos. Bruno dio agua a su dominó en el sainete y soltó a los cuatro vientos “que hay nexos entre el presunto atacante y grupos de 'reconocida conducta agresiva' de Miami”.

 

 

La culpa de todo la tiene el totí, y ese totí -no confundir con “el ave negra del infortunio”, que ese es Fidel Castro y herederos- es Miami. Es muy fácil tirar la pelota al tejado de La Florida, donde vive aún tanta gente lastimada.

No le bastó al canciller encasillarse, y entonces el 12 de mayo volvió a denunciar el "silencio" del Gobierno de EEUU en torno al atentado y reiteró “la exigencia de que Washington se responsabilice con el ataque”.

Algún cocotazo le dieron en las tenebrosas oficinas del Consejo de Estado, o quizá se le aparecieron Machado Ventura y Raúl Castro disfrazados de rumberos de la comparsa del Alacrán en su sueño de los injustos, que así, en ropa interior y todo, levantó su voz viril en el veril y acusó a los pastores bautistas Yoaxis Marcheco Suárez y Mario Félix Lleonart Barroso de estar vinculados con el ataque a la sede diplomática.

Las pruebas del ministro eran unas “instantáneas, realizadas presuntamente pocas horas después del ataque, de dos individuos fotografiando el frente de la Embajada”, y afirmó, sin que se le escapara gallo alguno por la emoción del momento, “que se trata de personas de "reconocida conducta agresiva" contra la sede diplomática: Yoaxis Marcheco Suárez y Mario Félix Lleonard, de quienes dijo que son "asiduos participantes de actos de hostigamiento contra diplomáticos cubanos".

Creía que eso bastaba. Pero su acusación no coló. Volvió a leer “La historia me absolverá” y a visionar nuevamente la emocionante carrera de Juantorena con el corazón en la mano, porque esas cosas enardecen y llenan de pasión patria a los revolucionarios y entonces la perreta le dio por acusar de "negligencia criminal" a EEUU porque considera que el ataque a su Embajada en Washington pudo ser evitado y pidió que se investiguen los vínculos de Alexander Alazo Baró, el presunto atacante, con "grupos anticastristas" del Estado de Florida.

Bruno es un Hamlet venido a menos. Un príncipe de Dinamarca al que le han puesto un mamey colorado en la mano en lugar de la tradicional calavera. Hasta se le aparece el fantasma del padre, Fidel Castro, aunque no haya luna llena. Pero los papeles dramáticos nunca le quedan bien. Le falta algo, algunos dicen que es convicción o sinceridad.

Posiblemente alguien lo recuerde alguna vez no por el cargo que hoy ostenta y que nadie sabe cómo ganó, sino por abusar del recurso del pataleo y por el tema que le han dedicado los raperos Aldo “el aldeano” y Silvito “el libre”, que, entre otras lindezas populares y sinceras le dicen: “Bruno, usted es un delincuente con corbata”; "si usted fuera un animal, sin dudas fuera una rata".

 

 

Le quedaría mejor ponerse una pelota roja en la nariz, ponerse una peluca roja y unos grandes zapatones y salir a entretener a los niños en la pista haciendo grandes muecas al mejor estilo de los payasos Trompoloco y Chorizo. Aunque yo, para ser respetuoso y ecuánime, doy a Bruno Rodríguez el beneficio de la duda.

Es decir, dudo que sea inteligente. Dudo que sea honesto. Dudo que tenga razón y dudo que tenga realmente lo que deben tener los hombres cuando saben que tienen la verdad de su lado.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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