Una cotorra denuncia persistencia del eufemismo en Cuba

Ese descascaramiento, ese desmerengamiento, ese ñeque, ha pasado al idioma, y eso hiere mis plumas y me pone el pico caliente
Cotorra cubana
 

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Carta de la cotorra de Jano Momo:

Que alguien me tire un cabo urgentemente. Que me den un breik o “un salve”, como se dice en Cuba cuando uno está “frito”.

Soy, por si no lo saben, aquella ave verde y roja que se posaba sobre el hombro de Severino Puentes cuando interpretaba el entrañable personaje de Jano Momo en las gustadas Aventuras de El corsario negro, en la televisión cubana de los años 80.

Entonces yo era una cotorra chiquita e imberbe, díscola y prístina, dispuesta a absorber todo lo que pudiera, que empezó a ser bien poco, porque la televisión, como el resto del país, fue rodando “cuesta abajo y sin freno como la puerca de Casimiro”. Yo me quedé en Cuba, enamorada del idioma español, aunque ya se estaba mezclando con el “asere” moderno. Pero tenía su gracia, su yunfa y encanto. Después el encanto se quemó.

Que La Habana vaya a cumplir 500 años de vida (¿o es de agonía?) precariamente en pie, y que el país completo acuse un deterioro previsible por la desidia y la imbecilidad, se veía venir. Pero ese descascaramiento, ese desmerengamiento, ese ñeque, ha pasado al idioma, y eso hiere mis plumas y me pone el pico caliente.

Más allá de ver la foto del inicio del curso escolar con una desalfabetizada maestra (analfaburra, más bien) que ha escrito Bienbenidos en la pizarra de un aula, me puso más verde que de costumbre. Ver después al papagayo llamado “presidente” escribir un lema corto donde dice que Cuba no se “rimde”, ya me sacó el papagayo. Pero comprobar que el cubano que más alto ha llegado, Arnaldo Tamayo, cosmonauta fortuito, escribiera “rrecrudecimiento”, en lugar de “recrudecimiento”, reforzando la ERRE, muestra una ingravidez mental asombrosa, o que aún no ha salido de aquel arrastre de ganado de la gente con frenillo que repetían el clásico: “Erre con erre, cigarro. Erre con erre, barril. Rápido pasan los carros cargados de azúcar del ferrocarril”.

Pero la ortografía no es lo más alarmante. El idioma español en esta tierra ha sido tomado desde hace mucho por la burocracia y por los militares. Se ha vuelto frío y cuartelario, y oculta más que lo que muestra. Es usado para confundir, para “trocar”, para disimular, que es lo que hacen los pícaros cuando no quieren que se les descubra la falsedad de sus negocios, sus trampas y sus trucos. En Cuba, desde hace sesenta años, las cosas no son lo que son. O no se llaman como en el resto del mundo se llaman las cosas. Alguien inventa términos distintos para describir situaciones de toda la vida, como si ese gesto idiomático cambiara el sentido de lo que se describe.

En esta isla, cuando un dirigente ha sido “tronado”, léase cesado de sus funciones, expulsado de su pequeño paraíso, se dice que ha sido “removido del cargo”, o que “pasará a ocupar otras responsabilidades”, como si contar las horas en el hogar, en lo que el pueblo sabiamente ha llamado “plan pijama”, fuera un asunto de vida o muerte, que exige del personaje un esfuerzo y una concentración sobrehumanas. El caso más reciente es el del llamado “General Moringa”, Ulises Rosales del Toro.

 

 

Los dirigentes, ex dirigentes y miembros de la nomenclatura no se mueren como el resto de los mortales. El secretismo oficial signa de tal modo la noticia que todos fallecen tras “larga y penosa enfermedad”. No sé si lo penoso es la enfermedad o la longitud que tuvo. Habría que ver la anchura o el diámetro de esas agonías.

En el diccionario de la dictadura, sumamente creativa a la hora de esconder o disfrazar problemas, aparecen palabras tan confusas como “precios topados” o “regulados”, que lo mismo pudiera ser un alimento que una persona; y los mendigos son “deambulantes”

Para no decir que no existe ni existirá  un producto le llaman “descontinuado”. A seguir metiendo la pata le llaman poéticamente “Perfeccionamiento del sistema”. Y al tiempo de ocio de jefes y pinchos en general le llaman “Capacitación”.

Les confieso que ya no puedo más. Antes, cuando yo aún era un periquito con aspiraciones, estar mal económicamente era estar en la fuácata, en la tea, pasmao o brujo. Ahora nadie reconoce que el país está definitivamente jodido, porque a la crisis le han querido llamar “coyuntura”, como restándole importancia, haciéndola temporal, pasajera, momentánea.

Que el mundo a mi alrededor se hunda, no es noticia nueva. Nadie se dio cuenta que el loco de la barba lo dijo nada más comenzar el experimento cuando soltó aquella frase de que “en el pueblo hay muchos Camilos”. Y si Camilo se ahogó en el mar, lo más lógico es lo que nos espera sea submarino y “salao”. Es pura matemática y lingüística, metáfora y bitácora. Un pueblo sumergido, “encamilado”, al que le dieron “pollo por pescao” para que no adivinara su futuro bajo la dirección desacertada del Capitán Nemo que nos tocó.

Pero el idioma, el lenguaje, el habla, la conversa, que no me lo destrocen más, que era lo único que me ataba a esta isla que cada día parece más piragua que tierra. Ya le pedí asilo a la Real Academia de la Lengua Española y lo único que ha hecho es alertar a los posibles turistas hispanos de que peligra su español si visitan a Cuba.

Y a mí me sonaron una carta de advertencia y estoy “regulada”. Dicen que si sigo hablando, y poniendo “la mala”, me las veré negras porque no tengo aval. Es decir, para hablar en cubano antiguo: iré de papagayo a tiñosa…

Que alguien de buen corazón me adopte. Que me saquen por tierra, por aire o por mar, que este pajarraco ya dejó de ser verde como las palmas.


*Este es un artículo de opinión. Los criterios que contiene son responsabilidad exclusiva de su autor, y no representan necesariamente la opinión editorial de ADN CUBA.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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