Por Yolanda Huerga
Cuba ha exportado a países latinoamericanos algunos de sus mecanismos de dominio y coacción en el campo de la cultura, coincidieron dos académicas en conversaciones con Radio Televisión Martí.
La socióloga argentina Cecilia Noce indicó que el gobierno cubano, más que la exportación de valores y bienes culturales de calidad, lo que está exportando son sus engranajes legales de censura y de control del debate público, del espacio cultural.
La situación ha cambiado, pero no enteramente, desde aquellos días del deslumbramiento producido por la Revolución Cubana en los intelectuales de izquierda latinoamericanos, más tarde consolidado en la Tricontinental de 1966, cuya declaración concluía proclamando el derecho a expulsar de la vida cultural de los países del sur del Río Bravo “las manifestaciones del espíritu imperialista, enriqueciendo, con el apoyo del arte y la cultura ‘verdaderos’ la vida de sus pueblos”.
El ejercicio de la libertad de expresión artística en Latinoamérica sigue teniendo un gran costo en democracias inestables y en entornos dictatoriales. El desarrollo de un alegato populista que aprovecha las emociones nacionalistas para cercenar la diversidad cultural es una de las tendencias más marcadas en la región.
“Cuba ha exportado, literalmente, una forma de administración autoritaria. En general, en América Latina existen redes de ‘solidaridad’ entre líderes autoritarios que impusieron o buscan imponer ese tipo de regímenes, aparentemente, democráticos pero con las recetas enseñadas y puestas en marcha en Cuba, como un gran laboratorio social”, dijo la estudiosa del funcionamiento de las sociedades humanas.
Dijo que en los casos de Nicaragua y Venezuela el trasplante de la ideología y el patrón cubano apenas tiene obstáculos ya que existe una conexión muy cercana entre las élites que gobiernan en los tres países.
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“Creo que Nicaragua tiene además una tradición propia de violencia política muy fuerte, con lo cual el modelo que puede llegar a importar está atravesado por su propia historia. En general, en estos países, inclusive en Bolivia, sucede muy fuerte. Existe una politización del arte y de la cultura como una herramienta de legitimación de los regímenes”, subrayó la académica.
Respecto de las políticas llevadas adelante en los últimos años en la Argentina, donde existe una democracia bastante sólida a pesar de sus fallas, “el kirchnerismo ha sido muy exitoso en politizar la cultura”, destacó Noce.
“No en el sentido de tener ideales políticos sino de ‘partidizar’ el arte y la cultura y de poner eso por encima de otros valores como pueden ser la fraternidad entre intelectuales o artistas. Las asociaciones relacionadas con la cultura también están funcionando en contubernio con el gobierno actual”.
“Esto se relaciona con la fluidez de subsidios que no se corresponden con el impacto de algunas prácticas culturales a las que van dirigidos estos fondos. Lo que quiero decir es que acá se producen cientos de películas con dineros del Estado, montan obras de teatro o publican libros que nadie ve o lee”.
“Pero a la hora de defender al gobierno, salen todos juntos. El que no quiere participar de esa lógica porque considera que su creación debe prescindir del Estado, queda fuera de las vías de financiamiento. Y lo que es peor, queda fuera del reconocimiento de sus colegas”, señaló la especialista.
“Todavía en la Argentina, el modelo cubano de una asociación oficial única no se ha implementado, pero sí empieza a existir toda esa red de presión y reprobación de los pares en el que, cuando fluyen esos fondos, eligen al que es cercano ideológica o políticamente, partidariamente, y deja fuera a todo el que ha sido crítico”.
“A veces es angustiante ver cómo funciona la importación del modelo cubano acá”, lamentó Noce y añadió [debes tener] “el derecho a que la evaluación del financiamiento, las posibilidades de los circuitos que se abran, sea igual votes a quien votes”.
Por su parte la antropóloga e investigadora cubana María Ileana Faguada, residente en Sao Paulo, afirmó que la traslación de elementos de la cultura del castrismo es muy visible no solo en Brasil sino en otras partes del mundo.
“Son elementos que no solamente están presentes, en los sectores que sabemos más desfavorecidos, concurren también en la clase media, en la clase media alta y yo diría que en un sector de lo que clasifica económicamente como burguesía”.
Estos componentes se traducen en recortes de subvenciones, censura y autocensura. Para los artistas es menos riesgoso abstenerse de incorporar ciertos contenidos y trabajar con algunos materiales.
“Lo interesante es que todas estas personas de las que hablo se reivindican de izquierda. Los cubanos que no seamos castristas aquí en Brasil la pasamos muy mal porque el castrismo está acá, no únicamente con la fuerza de las mentalidades reivindicatorias, el castrismo está con la fuerza de sus métodos de opresión y si se puede, de represión”, resaltó la antropóloga.
“Esto se hizo mucho más patente, por supuesto con la idea de la izquierda. Lula primero y se hizo extensivo con el arribo de Dilma Rousseff. Ellos ya no están en el poder, pero el movimiento continúa. Entonces hay una presencia importante de lo que sería una subcultura castrista que se ha extendido por el mundo y que está presente también en Brasil”, advirtió Faguada.
Tomado de Radio Televisión Martí