Mientras fue la cizaña ingrata de dos o tres talibanes ignorantes, esos que ya llevan demasiado tiempo escindiendo, dividiendo, arrinconando a la cultura cubana, y que piensan que Silvio y Pablo son la música de Cuba y Fidel Castro un país verde como las palmas, no quise tomar armas en el asunto. Considero, como tantos, que lo sucedido con Celia Cruz la pasada semana en la televisión cubana fue un agravio, un ataque sin sentido, un buche de bilis cerebral que es lo único que producen estos supuestos “defensores” de nuestra identidad.
Pero ahora veo que la damita de la estirpe Castro mete su pezuña, y a la princesa hay que pararla en seco, porque nada de lo que ella pudiera opinar en los destinos de Cuba trae buen aroma.
La mayoral del Cenesex no escribió nada esta vez (la princesa está triste, qué tendrá la princesa en la cabeza), pero marcó territorio junto a opiniones ajenas, de esas que complacen y alegran a su familia, de modo que así piensa aunque no lo diga, y delata la mirada de la cúpula apoyando frases que garrapateó un trabajador del canal Cubavisión, como esta: “me quedo con el Benny y Formell (…) cuyas raíces nunca fueron auto-extirpadas del suelo patrio”.
Qué linda metáfora. Qué frase tan prístina y conmovedora. Para este tipo de personas todo el que no estuvo de acuerdo con la avasallante (y enloquecida) política de Fidel Castro y se apartó del arrempuje militante “se auto-extirpó las raíces”.
Ellos siguen jugando a los soldaditos de plomo como les enseñó el Delirante en Jefe, y para dejar claro que Celia Cruz jamás les moverá los pies (lo intentan con Carlos Puebla, pero es muy aburrido) porque Celia es el otro extremo. No la consideran una mulata pobre, una mujer del pueblo que siguió respirando cubanía más allá de “batallas” y “venceremos”.
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Les molesta, como al jefe barbudo, la alegría de los demás. Por eso Él censuró y eliminó el documental PM, que mostraba solamente a aquellos humildes divirtiéndose con los humildes.
Ignorar tantos años a Celia Cruz, mejor persona que muchísimos de ellos, es casi un homenaje a la carrera de quien quisieron castigar pretendiendo arrebatarle su tierra y su ciudadanía. Para ellos ser cubano es coincidir con el jefe que llevó la isla al desastre. Ser guapo de tribuna, no una persona capaz de conmover a millones en todo el mundo sin mentir, sintiendo y haciendo sentir el son cubano, una de las cosas más auténticas de la isla, que ni siquiera pudieron destruir el desprecio y las prohibiciones.
Iroel Sánchez, queriendo ser irónico cuando no llega siquiera a lúcido; Mariela Castro, agazapada detrás de opiniones ajenas que levanta haciéndose la tímida, la María Ramos de última hora, no llegan a manchar a Celia Cruz ni un segundo.
Pretendiendo hacer una burla tras más de cincuenta años de olvido, quedaron ellos mal parados. Fingen ser cubanos juzgando a quienes lo son o no lo son según sus agujereados valores, porque cubanos para esa ralea son quienes no se “auto-extirparon” las raíces, no quienes las pasean por el mundo iluminando, como Celia Cruz, su tierra. Esa tierra donde los que mandan le cerraron la puerta en un momento doloroso de su vida.
Cuando se olviden los nombres de Fidel Castro, de Raúl, Mariela, Iroel Sánchez y el pelotón de malos comisarios que le siguen, el nombre de Celia Cruz seguirá viajando de boca en boca.
Y cuando se diga ese nombre, en Japón o Noruega, las personas sabrán que están hablando de Cuba.