Miguel Díaz-Canel, presidente designado por el general Raúl Castro, se limpió de culpas a sí mismo y a la dictadura sobre la proliferación de coleros y revendedores afirmando, por encima de la lógica económica más elemental, que “es una mentira” que el desabastecimiento sea el que provoque la especulación con productos y el fraude en las filas para comprar alimentos.
Es una reunión de alto nivel, de la que se conoció una grabación este martes –días después de efectuada– dijo que los coleros son quienes “están irritando al pueblo”, y no los obesos, corruptos y mediocres dirigentes castristas.
Criticando a los medios independientes y a los ciudadanos que se han expresado en las redes sociales contra el apartheid económico, Díaz-Canel dijo que “uno de los argumentos que están dando, que puede conmover mucho y que es una falsedad, es decir que el desabastecimiento [es por] supuestas incapacidades del Gobierno y el Estado cubanos…”
Sabíamos que el mandatario no es inteligente, pero cada vez sorprende y se enfanga más en su retórica de funcionario gris. Atropella el lenguaje como si hubiese estudiado con el mismo profesor de Nicolás Maduro. Cada discurso de Canel viene aderezado con cinismo, pobreza de ideas, cantinfleo, esterilidad léxica, mentiras e incitación al odio contra los cubanos que ejercen su derecho a opinar.
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Miren como patina: “El desabastecimiento es la causa o la consecuencia, o es el que da lugar al tema de los coleros… Y eso es una mentira. Los primeros que hemos reconocido el desabastecimiento somos nosotros como gobierno, y en medio de esa situación estamos dando un poquito más y tratamos de buscar un poquito más y que haya desabastecimiento y que haya una situación dura, no puede ser la causa para que haya ilegalidades…”
Arremetió contra quien sostenga ese planteamiento “deshonesto”, y dijo que está demostrando “cuál es su catadura moral (…) es una baja catadura moral”.
De esta manera, el presidente desata las manos a los represores del disenso, venga de donde venga la crítica, y continúa develando el rostro real de la dictadura. Prometió que el “enfrentamiento” será “popular, con todas las fuerzas revolucionarias, pues ha sido un reclamo de la población”.
Justifica la oleada que vendrá con las intenciones de no admitir la “actividad económica ilícita”, y para ello identificarán coleros, harán –dice– “la profilaxis”, pero si lo entienden necesario aplicarán la represión, “la acción sin dar lugar a la impunidad, con severidad”.
En el colmo del cinismo, Díaz-Canel dijo que “estamos actuando a pedido, por denuncia e insatisfacción del pueblo, del pueblo al cual nos debemos, no al enjambre anexionista”.
Se actuará, afirma el títere de Castro, contra los que se apoderan de las colas, los que acaparan varias posiciones y las venden, lucran, se benefician de las necesidades de la población y le quitan el derecho a la mayoría honesta, contra los que favorecen indisciplinas sociales, vulgaridades y desacato. De ser así, debería encarcelar a la mayoría de los integrantes de sus consejos de Estado y de Ministros, siguiendo con la prensa cómplice y contando...
Quien no acate a la dictadura, sufrirá la “severidad” del castrismo, porque “las calles en Cuba son de los revolucionarios”, aseveró Díaz-Canel demostrando que, en materia de abusos, ineficiencia y quiebre de libertades, su gobierno es continuidad de esa enfermedad devastadora llamada Fidel.