La dictadura cubana vuelve a poner su mejor cara de mendigo.
Antes lo hacía hacia el exterior: “pobrecita de mí, que si el bloqueo, que si la incomprensión, que los fenómenos naturales que maneja Dios”. Pero ahora, dando un giro no por esperado menos sorprendente, entorna los ojos húmedos, inclina su cabeza dictatorial en un falsísimo gesto de humildad y extiende su mano abierta ¡hacia su propio pueblo!
Desconociendo la lastimosa situación de los cubanos, el acto de pedir que los “naturales”, como denominan a quienes viven en la isla, hagan donaciones para hacer frente al COVID-19, es una broma de mal gusto, cuando no un gran insulto. No son capaces de reconocer el fracaso de una economía socialista “planificada” que ha colapsado desde hace muchos años, y que se sostenía a fuerza de subvenciones; primero de los soviéticos y luego de los venezolanos.
Es más fácil mendigar, que resolver. Y en el caso de la gente llana del pueblo, es un atraco a mano armada, porque el gobierno pide ayuda por medio de un cuchillo invisible. Ya se sabe cómo valoran a quienes no “colaboran” o contribuyen. En el fondo hay una velada amenaza que dice “o me ayudas o me ayudas”.
Pero el desgobierno de la isla es la madre de la picaresca. Después de exprimir a la población que ha donado días de haber, contribuciones para las milicias, años de sacrificio y austeridad, horas de sueño y vida, e incluso aquella estafa estatal de las casas del oro y de la plata, que recogió lo poco que aún quedaba, disfrazan su incompetencia con el ropaje de urgente ayuda humanitaria. Por cierto, la gente del pueblo, como una pequeña venganza, decía que aquellas casas habían sido quienes realmente les habían dado la libertad a los cubanos, porque les habían quitado las cadenas. Las cadenas, las sortijas, los dijes y los pasadores de corbata.
Y ahora, llanto por la papa. La noticia ha sorprendido a muchos, en el interior y en el exterior, que no se explican a dónde van a parar las remesas, las recaudaciones del turismo y lo que obtiene el estado con el manejo de los médicos cubanos que alquila a otros países con el disfraz de la ayuda humanitaria y la solidaridad.
Sin que se le caiga la pintura de las uñas o de sus caras, sin despeinarse en el gesto farsante, “el Gobierno cubano anunció la apertura de cuentas bancarias ‘para aquellos que quieran realizar donaciones’ ante la situación de la pandemia de Covid-19 en la Isla”. Y no escatiman en su papel pedigüeño, les da lo mismo que los depósitos sean “en las dos monedas para apoyar 'la producción de alimentos'”.
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A esta altura del mundo, no sé cuál será la reacción de la gente. La nota informativa dice además que “no es la primera vez que el Gobierno recurre a sus ciudadanos, la mayoría con los bolsillos mermados y un salario medio que no supera los 40 dólares mensuales, para obtener fondos ante una situación de crisis. Lo hizo ya en 2017, tras el devastador paso del huracán Irma, y en febrero de 2019, tras el tornado que acabó con zonas de La Habana”.
Es de dominio público que a través de los años y en ocasión de fenómenos naturales devastadores o de epidemias, Cuba ha recibido la solidaridad internacional con donaciones de algunas ONGs, sin que el pueblo haya sido informado de su monto. Todo lo contrario, esos artículos de primera necesidad muy pocas veces han llegado a la población de manera gratuita, sino que se vendieron en tiendas de divisas.
No hay vergüenza, ni pudor, ni un amago de comprensión por parte de quienes usurpan el poder. Tratan al pueblo como sus vasallos. Como hacían los reyes en la antigüedad cobrando diezmos.
Esta vez los disfrazan, apelando al alma noble de los habitantes de esa isla a la deriva, piden los mismos dólares que reciben de sus familiares mediante las remesas, y al final son los demonizados cubanos del exterior quienes paliarán las necesidades que la dictadura y la mafia militar de Gaesa no han sabido cubrir.
De seguro esos alimentos serán vendidos más tarde a la misma población que contribuyó con su dinero.
Es el famoso “trato del esqueleto”, tú te me agachas, y yo te...someto.