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Intención de deshielo continúa mientras dictadura cubana deja en ridículo a EEUU

El día que en Cuba exista democracia, se resuelve de una vez el problema geopolítico de cooperación con autocracias como China y Rusia y la desestabilización en América Latina

Actualizado: Wed, 12/07/2022 - 14:38

Aunque hay poca información pública sobre la última visita a Cuba de Emily Mendrala, subsecretaria adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, se sabe que las principales preocupaciones que trajo la delegación de Estados Unidos a la isla fueron sobre temas de seguridad nacional (frenar migración) y geopolíticos (frenar el acercamiento de La Habana a Moscú).

Sobre lo primero hay que admitir que Cuba aceptó los vuelos de deportación, pero continúa el éxodo masivo de cubanos por tierra y mar hacia EE. UU. Lo segundo, no solo no se logró, sino que el régimen puso en ridículo una vez más a la representación del gobierno norteamericano. Todavía estaba la delegación de la Administración Biden en la Embajada de Estados Unidos en La Habana haciendo ofrecimientos concretos cuando Miguel Díaz-Canel partió a Rusia.

En Moscú se entrevistó con el mismísimo Vladímir Putin y dijo cosas como estas, en medio de la guerra en Ucrania: “Una conversación entre amigos, entre presidentes de países que están sometidos a presiones, a sanciones (…) Hemos tenido conversaciones importantes donde uno ve un nivel de coincidencia tremendo acerca de los problemas que afectan al mundo”, y “hay una voluntad de apoyo mutuo”.

Por si el mensaje no hubiese quedado claro, luego de la visita de Díaz-Canel han desfilado por Rusia delegaciones encabezadas por Esteban Lazo, presidente del Parlamento cubano, y Rubén Remigio, presidente del Tribunal Supremo, quienes hicieron declaraciones públicas orientadas a recalcar la posición del régimen.

Como ha sucedido cada vez que una administración norteamericana ha accedido a “dialogar”, el régimen vuelve a mostrarles que son ellos quienes manejan los tiempos y el cómo, creando las crisis y usándolas como mecanismo de presión, por increíble que pueda parecer.

Recientemente Cuba fue incluida por EE. UU. en la lista de violadores de la libertad religiosa, lo que sugiere un castigo. Sin embargo, poco después del desplante a Mendrala, congresistas del Comité de Agricultura visitaron la isla. La intención de deshielo continúa, a pesar de todo.

No sería extraño que el régimen jugara la carta de su alianza con Putin como forma de presión, al igual que ha hecho con la migración. Esta es una postura que defienden algunos: que EE. UU. ceda, más y más, para evitar el acercamiento de Cuba a Rusia. Es una lógica fallida.

Ahora bien, además de presionar, Cuba también necesita mantener vivo el juego a dos manos. Poco después de la visita de la funcionaria Emily Mendrala, el excongresista Joe García deja caer en una entrevista la idea de un Díaz-Canel que quiere hacer cambios, pero no puede.

Esto pudiera ser una forma de justificar el ridículo de los que, como García, han promovido el deshielo, pero también puede ser una manera de seguir vendiéndole “plazos traicioneros” a la Administración Biden. “Esperen, más adelante esto puede cambiar”, parecen decir.

El gobierno de Estados Unidos, incluso dentro de su lógica pragmática, que prioriza su seguridad nacional y la geopolítica por encima de los derechos humanos de los cubanos, debería entender que intentar arreglarse con el régimen es una estrategia fallida y que no garantiza estabilidad.

El día que en Cuba exista un gobierno democrático, se resuelve de una vez el problema geopolítico de cooperación estratégica con autocracias como China y Rusia y la desestabilización de América Latina. Habrá cosas internas más importantes de las que ocuparse.

Asimismo, una vez que exista una democracia que permita a los ciudadanos escoger los mejores proyectos de gobierno, se restituyan derechos económicos hoy inexistentes y exista un Estado de Derecho que los garantice, la migración masiva actual también debe disminuir.

Sin embargo, un texto de 2005 del teniente coronel del ejército norteamericano Johnny R. Bullington pone sobre la mesa el temor de EE. UU. a un vacío de poder en Cuba, más peligroso para ellos que la propia dictadura en el poder.

Ese temor existe y ha sido bien manejado por quienes defienden la “reforma desde adentro”: apertura económica en esquema no-democrático que, con el tiempo, supuestamente daría paso a una transformación real. En este grupo existen agentes, grupos con intereses económicos y personas que sinceramente creen que esta es la mejor o única vía. Otro fallo.

Cuba ha desarrollado hacia su interior y en la diáspora un capital intelectual, profesional y económico con capacidad para levantar el país, aunque será muy dura la tarea luego de seis décadas de totalitarismo. Pero mientras más tiempo pase, peor será.

A EE. UU. le interesa su seguridad nacional. A los cubanos nos interesa construir en nuestro país un sistema democrático que respete los derechos humanos y nos permita una vida digna. Ambos tenemos el mismo actor que nos lo complica: la dictadura.

Como dijo hace poco la periodista y activista iraní Masih Alinejad, “no queremos que nos traigan la democracia, no queremos que nos salven. Queremos que dejen de salvar al régimen”.


Este artículo es una versión corregida de un hilo de Twitter publicado por el periodista y académico José Raúl Gallego. ADN Cuba lo reproduce con la autorización de su autor.