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Cambio fraude: el modelo ruso o la virtud doméstica

Cuba no necesita copiar ningún modelo foráneo: ni el ruso, ni el chino, ni el vietnamita, ni cualquier otro

Actualizado: Tue, 01/31/2023 - 08:51

En días pasados se presentó oficialmente la alianza estratégica entre los gobiernos ruso y cubano. Un think tank de la lejana nación asesorará las transformaciones económicas que Cuba hará para asumir el modelo ruso de economía de mercado con una autocracia hegemónica y excluyente. Es el cambio fraude.

Es de tal gravedad y extravagancia esta alianza que no debemos quedar inertes ante ella. Ratifico mi criterio de que Cuba no necesita copiar ningún modelo foráneo: ni el ruso, ni el chino, ni el vietnamita, ni cualquier otro. Existe, para colmo, el lamentable precedente de los fracasos y excentricidades de la época en que nos convertimos en satélites de la ahora extinta Unión Soviética y de la asimétrica integración al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).

Todos los cubanos sufrimos lo que pasa cuando se extingue la luz del Sol y los satélites quedan a oscuras vagando en busca de otros subsidios. El primer período especial fue la lección de miseria y fracaso que no deberíamos olvidar. Luego apareció la “ayuda” de Venezuela que, al empobrecerse también, vuelve a dejarnos como mendicantes por el mundo. No pueden ser peores los aliados: Rusia, China, Irán, entre otros.

Ha sido tal la dependencia creada, la ineficiencia del modelo estatalista y centralizado de la empresa socialista, el endeudamiento crónico, la falta de liquidez, la inflación y la imposibilidad de generar riquezas por el bloqueo interno a la propiedad privada, a la libertad de empresa, a la acumulación de propiedades y de riquezas, que Cuba ha caído en una crisis terminal.

Ante esta evidencia insoslayable parece que se ha decidido la peor salida: un cambio fraude hacia un modelo camaleónico, corrupto y autocrático. A esto se une la alianza con Rusia, un país que ha invadido a una nación soberana, Ucrania, y que ahora mismo ha sido condenado y repudiado por la inmensa mayoría de las naciones, mientras Cuba lo apoya incondicionalmente. Esta alianza es ética y políticamente reprobable. Cuba no tiene por qué volver a someterse a una nación extraña a su cultura, a su historia y a su presente.

Cuba no tiene necesidad de acudir a la asesoría de un think tank ruso llamado Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin. Esta intromisión generará nuevas dependencias y fracasos al no tener Cuba la acumulación del capital, ni las estructuras económicas, legales y políticas que contribuyen a una economía de mercado, ni tiempo para realizar exitosamente este proceso transformador. Pero lo más grave y preocupante es que esto se ha decidido sin consultar con el pueblo cubano. Junto con el cambio económico es necesario el cambio político.

 

La virtud doméstica

Manuel Márquez Sterling (1872-1934), periodista, diplomático y profesor cubano, en su obra “Burla, burlando”, acuñó en las primeras décadas de la República, la fórmula: “a la injerencia extraña, la virtud doméstica”. Esta frase se fraguó en los esfuerzos por liberar a la República de la intervención estadounidense y por abolir el apéndice de la Constitución cubana llamado Enmienda Platt. Márquez Sterling alcanzó a firmar dicha abolición pocos meses antes de morir, en 1934.

El espíritu y la tendencia de enarbolar “la virtud doméstica” de los cubanos ante cualquier injerencia foránea se convirtió en una escuela de pensamiento de la intelectualidad y la clase media cubanas de las tres primeras décadas de la República de Cuba. Se basó en el pensamiento y el proyecto de nación de Varela y Martí. Ambos fundadores expresaron su rechazo a la intromisión extraña.

Tal parece que esta fórmula de Márquez Sterling tiene toda su vigencia. En el mundo de hoy nadie puede vivir aislado. Todos somos interdependientes. La cuarta revolución industrial ha conectado a la mayoría de las naciones, que comenzaron a formar una verdadera aldea global. Sin embargo, es necesario y urgente conservar las virtudes domésticas y anteponerlas a la desaparición o la marginación de las capacidades, talentos y potencialidades de cada nación y cultura.

En el caso de la alianza estratégica con los rusos, es pertinente volver a enarbolar la primacía que debería tener “la virtud doméstica” cubana de hoy. Sin nacionalismos o chovinismos caducados, y lamentando la sangría imparable del éxodo cubano, es imprescindible hacer consciente que Cuba cuenta, entre sus propios hijos, con capacidad de pensamiento y propuestas para hacer las transformaciones y cambios económicos, políticos, sociales y culturales que necesita con urgencia.

 

Ante el cambio fraude, la virtud doméstica

Cuba tiene laboratorios de pensamiento y prospección estratégica con pensadores, intelectuales, académicos y profesionales con la suficiente preparación y con la necesaria creatividad y entrenamiento como para prever, idear, concebir y aplicar nuestro propio modelo económico, nuestro proyecto de nación, nuestra nueva Constitución y marco jurídico complementario, con nuestro propio proyecto educativo y de sistema de salud. Cuba, contando con sus hijos de la isla y de la diáspora, puede darse, ella misma, los cambios verdaderos y estructurales. Cuba puede y debe hacer, por ella misma, un proceso de transición pacífica, ordenada, ágil y eficaz.

Es verdaderamente una injuria intentar copiar un modelo ruso o chino o vietnamita, cuando Cuba tiene valiosísimos economistas, educadores, pensadores y ciudadanos que tienen la capacidad, la voluntad y el saber hacer del trabajo de un think tank que idee, proyecte y ejecute, los cambios sistémicos que la nación necesita. Al cambio fraude la virtud doméstica.

A pesar de todo, creo, confío y he experimentado la capacidad y el gran talento creador de los cubanos para ser protagonistas de un cambio auténtico de modelo económico, político y social de forma integrada e inseparable.

Es hora de pensar Cuba y de proponer soluciones. Parafraseando al Padre Varela, quien dijo que “no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”, podemos decir que en Cuba no habrá cambio sin virtud doméstica. Cuba se engañará a sí misma si no cuenta primero con todos sus hijos de la isla y de la diáspora antes que importar e imponer unos modelos que resultan extraños y contradictorios con la tradición democrática y la capacidad de los cubanos para diseñarnos nuestro propio sistema, que tenga a todos los derechos humanos para todos como paradigma y forma de vida de la República.

Es urgente, es imprescindible, contraponer la virtud doméstica de todos los cubanos ante la nueva colonización económica, cultural y geopolítica de naciones extrañas. Cuba tiene lo necesario en sus hijos, que son su mayor riqueza.

 

Tomado del Centro de Estudios Convivencia