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Masoquistas unidos jamás serán vencidos

Quienes apoyan al régimen son unos pocos, aunque parezcan muchos los complacientes, los temerosos, los flexibles, los que nadie recordará siquiera al día siguiente de sus vidas

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Declaración de Uneac y otras instituciones oficiales favorece al régimen
Armando Tejuca | Declaración de Uneac y otras instituciones oficiales favorece al régimen

Actualizado: Sat, 10/22/2022 - 09:47

Cuando lo supe, en mi cerebro sonaron las voces de Pototo y Filomeno con acompañamiento de la orquesta Melodías del 40 en el gracioso tema “Carta de mamita”, que anuncia, en voz alta, aguda y feliz que recibió una misiva de esta manera revolucionaria y musical: “Una carta he recibido, de mamita debe ser... y he venido porque quiero que me ayudes a leer”.

Esa carta es simpática, muy simpática, tremendamente simpática. Un poco menos que la del Che Guevara recordando haber conocido al Delirante en Jefe en casa de María Antonia en medio de “toda la tensión de los preparativos”. Las dos, la de Pototo y la del argentino pistolero, eran al menos, misivas coherentes, con cierto sinsentido, pero uno sentía lo que sintieron.

Porque escribir una carta expresando algo concreto, aunque no tenga buen cemento y sea malo el sedimento, no es un acto malo en sí mismo. Si es individual y expresa la idea o el ideario de uno mismo como ser humano, por equivocado que se esté, tampoco es repudiable. Incluso hacerlo en grupo, rodeado de consortes y consortíbiris, aseres y aserecos, yénikas y yenikitas krushovs, tampoco es deleznable si no mancha, ofende, araña, descalifica, provoca o llena de caca al o los destinatarios. Pero hacerlo para que los de arriba te tiren un besito, contentos con tu gesto de congraciarte con ellos, de hacerles graciedades, y acurrucarlos con el currucucú, sí es una aberración y también una de esas cosas cilíndricas, carmelitas y apestosas que salen por el recto.

Y de eso saben los titiriteros del gobierno cubano. Los de arriba y los de más arriba, y también los de abajo y los de más abajo. Seres complacientes, confundidos en ellos mismos, que si encuentran a Carlos Marx pidiendo limosna en la calle no le dan nada, ni lo llevan a sus casas a menos que el alemán esté en la esquina del Partido Comunista provincial y el primer secretario esté mirando a ver qué hacen.

De esas cartas ha habido muchas. Lo mismo para comunicarte que el gobierno va a cometer un crimen zangandongo y necesitan que seas su cómplice, que, para saber mediante tu firma –temblorosa o firme– que no estás ni estarás en desacuerdo. Todas esas cartas precisan tu rúbrica para que no olvides que le diste el sí a tu pretendiente y dueño. Que expresaste tu conformidad con las pezuñas. Que perteneces a la manada minada. Y que eres, por eso, una monada.

Cada vez que la cúpula gobernante (una cúpula que se copula al pueblo) necesita darse un chapuzón de legalidad para echar alguna culpa más al imperialismo del norte, saca a circular una carta que no le da a nadie carta blanca. Una carta o cartuja para apilar nombres y profesiones con el objetivo de que el pueblo lo vea y que los firmantes tiemblen si se les ocurriere desertar o protestar. Todo el mundo manchado. Manchado Ventura. Todo el mundo es cómplice de ese contenido que muchos certifican sin saber qué contiene.

La más reciente salió hace unos días y vino con firmas de escritores, artistas y educadores, y es una amalgama de lugares comunes, disparates, promesas de amor eternas, pollo por pescao, sofismas y soflamas, que si la lees te inflamas. Hasta poetas muertos estamparon su nombre, henchidos de placer, cual si fuera el tronco de un árbol, por seguirle la rima a Bonifacio Byrne. Entre sus primeros versos, en eso que los que saben llaman “el encabezado” dicen:

“Somos parte de los millones de cubanas y cubanos formados por la Revolución y defensores de sus valores”. Y esos formados muy deformados y peor informados por ese error histórico, pegan a continuación otra parrafada de ideas y consignas: “Nuestro compromiso se basa en ideales y principios patrióticos, en el apego irrestricto a la independencia y la soberanía”. Es decir, están tan apegados que casi andan apagados. Y todo irrestricto, que es palabra que venía antes pero que ahora escasea.

Y todo ¿para qué? Ah, para decirle a los que mandan que los quieren mucho y que apoyan todo lo que hagan. Ellos, los abajo firmantes, se identifican sin que la policía les haya pedido identificación: “Nos identificamos con el esfuerzo y la abnegación de las autoridades cubanas”.

Ya la Uneac, tan esforzada y abnegada, y a veces anegada, con su harina de empanizar para vertebrar a la mayoría de los vertebrados que la integran, había pedido palos y más palos en el cincuentenario de aquellas ofensivas “Palabras a los intelectuales” que dijera el Delirante Castro. Entonces solicitaron “más continuidad” o tal vez una continuidad más continua y férrea. Aquella noticia me hizo imaginar a un escritor que mira a su verdugo enarbolando un látigo y susurrando: “Dame más duro, papi, más duro”. O un pintor, que sonríe cada vez que termina un cuadro y un funcionario (militar) viene a revisarlo y se lo echa a perder rasgándolo con sus pezuñas porque no es “suficientemente” revolucionario.

Por suerte, a esta altura, son unos pocos, aunque parezcan muchos los complacientes, los temerosos, los flexibles, los que nadie recordará siquiera al día siguiente del fin de sus vidas. Son los que firman cartas por miedo, por inercia, por entusiasmo momentáneo, para evitar el qué dirán, porque no resisten los ojos del oficial que los atiende, porque mi amigo la firmó, porque sí, porque no, porque tal vez, porque quizá, porque y si no la firmo qué me pudiera pasar, porque tengo un viaje por delante, porque qué más da, porque me los quito de arriba, y me hago el manso.

En Cuba el viejo Iósif Stalin se pasea de la sala al comedor, cuidando aquella aberración del comandante que se hizo lema: “Dentro de la revolución, todo”, que todos sabemos que no es todo, sino todo lo que a los guardianes se les ocurra dejar que hagas. Incluso si te diera por hacer guardias de 72 horas alguien advertirá que te volviste loco o que es un mal ejemplo para los que solamente hacen guardia 24 o 48.

Una cartica para que el mundo se entere de que el imperialismo es inmundo y no acaba de mandar a la 82.ª División y ahorita no habrá en las costas cubanas ni un solo viejo de los que entrenaron toda la vida con escopetas de palo para ver si un marine se lanzaba. Ese imperialismo que vende pollo congelado y que no deja que acopio les pague las cosechas a los campesinos.

Una carta, otra más, vacía y disparatada, que pretende mostrarle al mundo que en Cuba hay una vida normal y una espiritualidad anormal que ya quisieran tener los americanos, aunque sea en los desfiles de Macy´s. Porque el partido en Cuba es Dios, y Dios aprieta, pero no ahoga, aunque la gente se va en balsas para ahogarse sin la intervención de Dios.

Ya no saben qué inventar para hacer que los cubanos se rían, porque donde hay hambre, no hay fantasmas.