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Tener un chino atrás

Para pedirle ayuda a China mandó a viajar al primer ministro Manuel “Schreck” Marrero, que estaba un poco perdido en geografía y este le preguntó cómo sabría que llegaba a China

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Opinión
Armando Tejuca | Opinión

Actualizado: Fri, 11/10/2023 - 13:52

Miguel Díaz-Canel, el que finge ser presidente de Cuba, es un hombre elemental. Y como todo ser elemental saca conclusiones elementales de lo que ve a simple vista. Él piensa que a China no la afectan los apagones, y no porque tengan suficiente petróleo y otros combustibles. Como ve a los chinitos con los ojos entrecerrados, piensa que lo hacen para que la luz no los dañe. Y eso debieran hacer los cubanos.

Para pedirle ayuda a China mandó a viajar al primer ministro Manuel “Schreck” Marrero, que estaba un poco perdido en geografía (y en el resto de las asignaturas que no contemplan la gastronomía), y este le preguntó cómo sabría que llegaba a China. El Puesto a Dedo lo miró desde muy atrás de su nariz y le dijo: “Cuando no entiendas lo que están hablando, ahí es”. Pero tuvieron que rescatar a Marrero de un barrio de La Habana donde los cubanos hablaban de libertad, derechos, respeto y desarrollo. Entonces lo montaron en un avión y le advirtieron que no se bajara hasta que no lo viera todo amarillo.

Cuando aterrizó estaba asustado, pero se fue calmando cuando no encontró a nadie comiendo murciélagos, aunque estaban ligeramente amarillos. Pensó enseguida en ciguatera general, pero al final comprobó que era normal aquel color, como si el sol hubiera escogido esa tonalidad bijol en las ofertas del arcoíris. Luego vio que los chinos eran muy hepáticos, perdón, muy empáticos, y comprobó que había llegado al sitio correcto. Y le cayeron bien, porque él buscaba plata y allí se la prometieron. Marrero también se mostró dispuesto a coordinar con Pekín en los "asuntos internacionales y regionales", "oponiéndose al hegemonismo y a las intimidaciones", y "defendiendo la justicia internacional". Ni él mismo entendió mucho de lo que dijo, pero los anfitriones sonrieron y aplaudieron.

Entonces experimentó la calidez de la amistad chino-cubana o cubano-china, y hasta sintió el suave olor a limpio de la lavandería que tenían los emigrantes chinos al lado de su casa, y luego de unos tragos se puso a gritar vivas a Ho Chi Mín y a Phan Van Don. Cuando iba a pedir otro brindis por Nguyen Van Troi le dijeron al oído que esa gente no era de allí. Así que se calmó, aunque más tarde pidió recorrer la Gran Muralla.

Más tarde, cuando iba regresando a la sobriedad, recordó aquel tiempo cuando ejercía como ministro de turismo, al inicio de la pandemia de COVID-19, que había nacido allí mismo, en esa bella tierra que ahora visitaba, y lo inundó lentamente una sensación cálida, vigorosa, como si comenzara a hervir un murciélago en su interior. Lo inundó la alegría y el orgullo de estar en la tierra natal de aquel virus que no lo asustó a él, que siguió invitando turistas a Cuba porque pensaba que el calor y los rayos solares mataban las bacterias y limpiaban el organismo, mientras que los hoteles seguían limpiando a los extranjeros visitantes.

Por eso en el desayuno propuso un nuevo brindis. Alzó su vaso de jugo de naranja (los chinos habían prohibido ponerle alcohol al alcance de la mano antes de la una de la madrugada) y dijo: "Cuba se siente orgullosa de ser un país amigo de China y coincidir en varios aspectos en la esfera internacional, política y económica con este país. Esto refleja la unidad indestructible entre nuestros partidos, gobiernos y los pueblos".

Eso emocionó a los presentes, a los ausentes y a los transeúntes, y puso en un nervio, tipo shop suey, al homólogo de “Schreck” Marrero, que se llama Li Qiang, que se alzó cuan bajito era y soltó sus impresiones en perfecto idioma chino y todos quedaron impresionados. “Li Qiang dijo durante el encuentro que su país está dispuesto a trabajar con el Gobierno cubano asumiendo la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR)”. Claro que hubo un ligero inconveniente, nadie sabía qué rayos era eso de la Franja y la Ruta. Marrero pensó que los chinos querían regresar a la calle Zanja, pero no vio a Lí sacar la chequera, así que respiró profundo y esperó.

Mas, lo siguiente que soltó el amable y achinado Li no aportó mucho al esclarecimiento monetario del asunto: “Qiang dijo que ambos gobiernos trabajan en la construcción conjunta de "una comunidad China-Cuba con un futuro compartido", lo que calificó como "una elección estratégica acorde a los intereses fundamentales de ambos países". Y ya eso olía a lo que Marrero había imaginado en su pobre imaginación: los herederos de Mao se iban a asentar nuevamente en el barrio chino de La Habana,y harían lo que siempre hacen. En menos de un mes ya se habrían extendido hasta San José de las Lajas y pronto estarían sembrando arroz y café en el Escambray.

Por allí había pasado antes Ricardo Cabrisas y dejó dicho algo que no iba a comprender ni siquiera un gran amigo de estas noticias llamado Bernaardo Díaz Rodríguez, topo geodesta en cubana de aviación, un hombre con una inteligencia superior, pero que nadie sabe superior a qué, aunque “se cobija en la aviación civil”, el cual en sus comentarios llenos de novedoso humor, creativo y brillante, publica cosas como estas: “Dice ¿Ramón Fernández Diarrea?”. Y con eso casi acierta, porque la diarrea de Ramón Fernández solamente brota cuando piensa en la que le dio vida a este jubiloso amigo, Bernaardo Díaz Rodríguez, a quien el autor y Ricardo Cabrisas le desean lo mejor de la disentería humana.

Pero volviendo a los hechos y a los helechos. China acude a salvar la economía cubana. Y su historia, y su pasado. Y tal vez un poquitín su futuro, porque China es un botiquín. Por eso, la visita de Cabrisas y la de Marrero según Prensa Latina, buscan “avanzar en la implementación de los consensos alcanzados durante la visita de Estado" de Miguel Díaz-Canel a China, en noviembre del 2022. Para ello el gobierno de la isla ha lanzado una orientación de muy arriba: cualquier cubano que vea a un visitante chino, lo mismo en el aeropuerto que en la playa, debe entrecerrar los ojos como señal de identidad y solidaridad.

Y ya se ven avances: “China funda un instituto para investigar la inteligencia artificial con científicos cubanos”, que yo leí como que China funda un instituto para investigar la inteligencia artificial de los científicos cubanos. Y esa es una noticia maravillosa, porque sabemos que con ese chino atrás, llegaremos muy adelante. Si ya lo dijo Xi Jinping, “que La Habana y Pekín han avanzado juntos en la "construcción del socialismo". Así que nada salvaría a Cuba de “eso”, a menos que se vuelva a ir la luz, falten el café y el arroz y no quede un solo cubano sin... perdón, y no quede un solo cubano.

Ahora en La Habana, aunque ningún jerarca del país de la gran muralla (los chinos han prometido levantar otra en La Habana, más sólida que el muro de Berlín) haya mostrado su billetera, Marrero contará a su regreso todos los acuerdos que recuerde, compromisos que hicieron con él Shi Taifeng, vicepresidente de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino y jefe del Departamento de Trabajo del Frente Unido del CCPCCh, Sun Jianzhong, Li Qiang y Ping Pong, que es un muñeco muy grande y de cantón. Lo que nos espera es pollo Kung Pao, rollitos de primavera vacíos y Pin Pam Pún.