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El regreso de Cantinflas

En la actualidad hay tantos o más desmanes que antes, pero la gente olvidó los de antes y la mayoría ya no sabe qué son desmanes

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El regreso de Cantinflas
Armando Tejuca | El regreso de Cantinflas

Actualizado: Mon, 01/15/2024 - 14:46

Para los que no lo saben, y para los que no lo recuerdan: la Revolución cubana ha cumplido 65 años.

Para los que no se explican cómo lo ha podido hacer, ya habrá tiempo de que enumeren y rememoren, y así, tal vez, los remuneren.

Pero hay muchos, millones. Y qué digo millones, cientos de miles que, a esta altura, después de 65 años de discursos, marchas, partido único, Unidades Militares de Ayuda a la Producción, esfuerzos decisivos, que no tienen claro o no saben, qué es la revolución cubana.

Comenzó porque la población no aguantaba más tantos desmanes. En la actualidad hay tantos o más desmanes que antes, pero la gente olvidó los de antes, y la mayoría ya no sabe qué son desmanes. Entonces hubo una insurrección popular que provocó una lucha armada contra el gobierno de turno, que era el de Fulgencio Batista, que había destruido la constitución de 1940, que él mismo había organizado y logrado.

Entonces, de todas esas fuerzas revolucionarias, movimientos que se sumaron a la lucha, como no cabían todas en los libros de historia que se iban a escribir, se borraron algunas, como el directorio revolucionario, que organizó el asalto al Palacio presidencial y se alzó más tarde en las montañas del Escambray a diezmar el ganado, acabando con las vacas, para que luego Fidel Castro, que fue al final el que ganó, con su movimiento 26 de julio, no pudiera crear la red de vaquerías que soñaba para que en Cuba hubiera más carne y leche que en Holanda y Argentina juntas.

Entonces todo el mundo era, de pronto, miembro del ejército rebelde, que en aquel entonces era glorioso, y tomaron las ciudades para derrocar a la tiranía, pero se les fue la mano y terminaron derrocándolo todo. Y así entraron en La Habana, cuando caía la dictadura sangrienta, antes de que comenzaran a caerse los edificios, la economía, la prosperidad y muchísimas cosas que ellos querían repartir pero que no supieron. O no alcanzaron. O el bloqueo malogró.

Cuando aquello casi todo el mundo sabía, más o menos, qué era una revolución o “la revolución”. Y les quitaron las cosas a los ricos para dárselas a los pobres, porque era una revolución hecha por los humildes y para los humildes, más verdes que las palmas. Y quitaron lo que funcionaba, porque no se podía seguir viviendo en el pasado, que era malo. Y cuando inauguraron el porvenir, fue peor.

Y eso que todo el dinero que los líderes de la gesta heroica les tumbaron a los soviéticos, todo el capital que le congelaron a empresas cubanas y norteamericanas, toda la plata que le sacaron a la “solidaridad”, a la “asesoría de guerrilleros”, la casa del oro y la plata, la exportación de médicos y medicinas y toda la liquidez que han podido cepillar con el cuento de la lástima, lo gastaron a lo largo de 65 años en publicidad. 

Y hasta cierto punto ha surtido efecto. Los edificios de las ciudades se caen. La infraestructura hidráulica y eléctrica es de cuando los primeros capitanes generales. En cualquier momento la gente tendrá que fabricar azúcar en sus casas de manera clandestina. Ah, pero en las páginas de Google, por ejemplo, usted pone: aviones de combate de la primera guerra mundial. Salen cuatro o cinco, y luego, fotos de Fidel Castro, y en menor medida, del Che Guevara.

Igual sucede con Aristóteles, o con pintores del Renacimiento. O con las formas primitivas de teñir los tejidos en el medioevo. Cinco o seis fotos sobre el tema, y allá va el comandante en jefe y el ejército rebelde. A veces con Camilo Cienfuegos. Otras con la puñetera paloma amaestrada que se le posó en el hombro, cuando en realidad fue un aura tiñosa disfrazada de paloma.

Uno de los cubanos más preocupados por el tema, y que no atina a tener clara la definición de revolución, tal vez porque pasó de un delfín a un tiburón con breve pausa en la Pequeña Habana de Miami, es aquel niño que por poco se ahoga en el mar y que, tras ser rescatado, el Delirante en jefe terminó ahogando en consignas y turcas:

Elián González “El niño balsero”: "La Revolución no es lo que nos venden, que es hambre, que es apagones, que es todas las necesidades que estamos viendo hoy, que es un efecto colateral al que nos lleva quien no quiere que Cuba tenga una revolución porque la ven como un faro. Faro que sea, Fidel, faro que sea.

Raúl Castro: “Como dijo el compañero Fidel: No es posible repartir más riqueza de la que sea crea, porque entonces no alcanzamos nosotros. Este cielo, esta tierra y el vasito de leche, los defenderemos al precio que sea necesario. A fusilar, a fusilar, hasta tirarlos en el mar.

Randy Alonso: Se decía que revolución es construir. Así que debemos tener en cuenta nuestra historia y nuestra capacidad de lucha y vencer las dificultades siempre que sea posible, potable, punible, fusible y probable”.

Miguel Díaz-Canel: La revolución es la base de todo, como el limón. Por eso decimos que la orden está dada y "sin bancarización, tendríamos menos efectivo". Debemos amar el amor y odiar el odio.

Susely Morfa: La revolución soy yo, que me puedo pagar con mi dinero un viaje a las cumbres donde me necesiten. Libertad para Ángela Davis.

Entonces, por fin, ¿qué es la revolución cubana?:
-La receta de una empanada sin harina.
-Un movimiento social que dejó de moverse.
-Un avance arrollador marcha atrás.
-Un error gigantesco.
-Un paso muy chévere.
-Una telenovela.
-Un invento del enemigo.
-Una roña disfrazada de hazaña.
-Una encomiable metedura de pata.
-Un injerto que salió mal.
-Un invento loco.
-Un esfuerzo social para que fuera feliz Ubre Blanca.
-Un ensayo para un documental de Santiago Álvarez.

Ni siquiera el impuesto Puesto a Dedo, Díaz-Canel, ha podido dar, en su vocabulario ranchero, una definición de “revolución” y por qué va de mal en peor. La llama “continuidad”, y “reconoce errores, pero dice que son 'derivados de la incesante búsqueda de salidas”.

O no lee o no se entera. Medio millón de cubanos sí encontraron una salida en el 2023. Pero él los llama “fracasados”.