El régimen cubano programó ejercicios militares para los días 18, 19 y 20 de noviembre, haciéndolos coincidir con la marcha convocada para esas fechas por los grupos de la resistencia cubana. Diabólicamente, el 20 de noviembre ha sido decretado por la dictadura como el “Día Nacional de la Defensa”, lo que equivale a un nuevo llamado a la guerra civil entre cubanos.
La marcha de la sociedad civil fue adelantada para el 15 de noviembre y se anuncia como “manifestación pacífica”, mientras que la junta militar ratifica su beligerancia y repite la orden de ataque de Miguel Díaz-Canel el 11 de julio, en una nueva incitación a la masacre del pueblo indefenso perpetrada por tropas antimotines y jenízaros armados de palos y piedras.
Entretanto, la organización Corriente Martiana ha creído pertinente presentar una solicitud en la sede de las Naciones Unidas y la delegación de la Unión Europea en La Habana, “para que sean garantes de la marcha pacífica convocada (…) en varias ciudades de Cuba”, según informó Radio Martí.
“No es una cuestión política”, insiste el organizador de Corriente Martiana, Moisés Leonardo Rodríguez, “ni interferencia en los asuntos internos, no es injerencia, no es violación de la soberanía. Les estamos pidiendo sencillamente que actúen como simples observadores”.
Pero ¿no es ingenuo esperar que la Unión Europea observe “sencillamente” los acontecimientos que tendrán lugar el 15N, la misma Unión Europea que ha implementado un mecanismo diplomático que garantiza la esclavización perpetua de los cubanos?
¿Estará acreditada para mediar en nuestros conflictos la Europa que recluta a médicos de la isla bajo condiciones de trata de personas, descartando los testimonios de los galenos desertores?
¿Qué puede esperar la resistencia cubana de una comisión de Naciones Unidas que excluye al régimen castrista de su lista de violadores de los derechos humanos, precisamente en el año de la tragedia de La Güinera? ¿Qué podría esperarse de una comisión reguladora que acoge a Cuba como miembro? ¿Cómo podría una simpatizante castrista, como la Alta Comisionada Michelle Bachelet, cuestionar a los antiguos manejadores del comando terrorista con el que estuvo relacionada?
No hay que engañarse: la Unión Europea está interesada en el mantenimiento del status quo en Cuba, y los europeos consideran a los cubanos de la resistencia como un obstáculo a los planes de normalización y aburguesamiento turístico. Cada marcha ciudadana y cada demostración pacífica serán vistas con malos ojos por quienes prestan dinero y condonan deudas a los comandantes, mientras reparten espejitos y abalorios entre los criollos.
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Es un hecho que, de todos los países europeos, España juega el papel más condenable. La ruindad de los ibéricos hacia Cuba, más que una desvergüenza, es un crimen. Moisés Leonardo Rodríguez parece ignorar que la interferencia en los asuntos internos y la más descarada violación de nuestra soberanía, vienen directamente de España, de sus políticos y empresarios. Olvida que fue el gobierno de Pedro Sánchez el que vendió a Díaz-Canel armas para sus fuerzas represivas.
El castrismo hotelero, o la sociedad mixta Castro & Hnos., es una sucursal que tiene su sede en Láncara y Palma de Mallorca. Cuba es una factoría y un cabildo peninsular, y el castrismo es la perpetua injerencia en nuestros asuntos internos. Por eso el ex embajador de la Unión Europea en La Habana, el colaboracionista Alberto Navarro, se negó a distanciarse de la tiranía. Prefirió que lo sacaran del cargo soberanamente.
Josep Borrell, el alto representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, es agente y consejero de la Castro Corporation, propagador de la teoría conspirativa del bloqueo yanqui y negacionista del embargo interno. Ni Meliá Hotels International, ni La Moncloa, ni la más zafia turista castellana están interesados en importunar a sus amigotes comunistas. Como tampoco lo estuvieron Manuel Fraga, Rodríguez Zapatero o el generalísimo Francisco Franco.
Por eso, la próxima marcha debe ser concebida, en contra de lo que propone Corriente Martiana, como trastorno e interrupción de la normalidad que le ha sido impuesta al cubano por un neoliberalismo de Estado con sede en Bruselas. La Unión Europea ha sido nuestra peor enemiga en los últimos 40 años, llegó la hora de admitirlo.
El 15 de noviembre, como todas las fechas de resistencia que vengan después, deberá ser la tranca que el pueblo cubano arroje al engranaje económico de la dictadura. Un pastel de merengue en la cara del turista apolítico que lucha en su propio país por la independencia de Catalunya o Guipúzcoa. El 15 de noviembre ha de ser la fecha en que un gobierno libre y auténticamente soberano, decretado por nuestros okupas del Capitolio, proclame la definitiva salida de Cuba de la Organización de Naciones Unidas.
Cuando la Unión Europea y la ONU sean entendidas como obstáculos, y no como garantes de nuestras aspiraciones, comenzaremos por fin a actuar por cuenta propia.