Se llaman Tropas de Choque y están organizadas en los barrios, “para la lucha en la primera línea de combate: la calle”. Su principal arma es la arenga política, y su misión: contrarrestar las “acciones contrarrevolucionarias”.
Las integran retirados de las FAR y el MININT, antiguos dirigentes del gobierno y el estado, militantes del Partido Comunista, “con un compromiso con la patria: salvarla del imperialismo yanqui”. Así se expresa Olga, responsable de la Tropa de Choque de un barrio marginal del municipio Playa.
Olga nos cuenta que en las reuniones de los núcleos del Partido donde se trazan las estrategias y se conforman los planes de acción: “Allí se analiza la situación actual del país y se coordinan los contragolpes”.
Como la urgencia del país es la escasez de combustible, en la cola del pan Olga expresa en voz alta: “Anoche entraron dos barcos llenos de petróleo al puerto de Mariel. ¡Otra victoria más!”.
Euclides, de 85 años, con dos medallas de Servicio Distinguido en las guerras de África, la apoya: “La situación vuelve a la normalidad. Fíjense que desde la semana pasada no tenemos apagones. Y las empresas de transporte han tomado medidas disciplinarias con los choferes estatales que no paran en las paradas a recoger personal. ¡Porque esta es una batalla de todos!”.
La gente en la cola, como los conoce, no opina. Saben que son comunistas y es inútil llevarles la contraria. “Además, si los contradices, te marcas”— acota Raúl, albañil de un contingente de la capital.
Pero tan pronto se marchan, muchos se burlan en voz baja de ese optimismo, y desmontan con ejemplos sus discursos.
“Dos barcos lleno de petróleo, para el Comité Central y las actividades del Partido. Y para los carros de policías…— dice un hombre de la cola— y para mantener encendidos los hoteles de turismo. Lo que sobra es para garantizar lo mínimo a la población, esa es la distribución del combustible de los barcos”.
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Aunque la gente en la calle ha perdido el miedo y critica abiertamente la crisis que golpea a Cuba, ante los militantes de las Tropas de Choque, prefieren callar. Claudia, un ama de casa y madre soltera que se las está viendo negras para alimentar a sus hijos y asumir los gastos diarios de la escuela, considera que hablando no va a resolver nada.
“¿Quién se va a poner a discutir con un anciano? Tratar de convencerlos es como arar en el mar. Son personas que han comido comunismo toda la vida y se van a morir así. Yo que me conozco mejor les doy paso, porque puede que me moleste y caiga en falta de respeto. Mejor me callo y no les hago caso”.
Milton Arias, antiguo profesor de Ciencias Sociales, opina que la escuela es el motor de la política oficial: “A los niños y jóvenes los ideologizan con la propaganda y con la historia revolucionaria. Constituyen otro frente integrado, aunque sin conciencia propia. Ellos ven en esos ancianos de las Tropas de Choque la continuidad de las ideas de la escuela y los apoyan”.
En algunos barrios de La Habana, el número de retirados de los cuerpos armados y de seguridad es más alto y cuentan con “escuadrones de choque”, como el caso de Jaimanitas, donde grupos de jubilados pernoctan en el parque o en la playa, con su oratoria revolucionaria de vanguardia, y contando sus anécdotas de la guerra contra Batista y sus misiones combativas en “otros pueblos hermanos”.
También cumplen una función de “escuchas”, recogiendo opiniones que pueden servir de información a las fuerzas represivas, y les salen al paso a las manifestaciones que promuevan “el desencanto y la apatía”.
Cachín, viejo bebedor asiduo de la playa, dice que “jamás va a existir ninguna tregua con los contrarrevolucionarios”.
Tamayo, limpiabotas del parque y antiguo trabajador civil de las FAR, al ser consultado sobre una posible insurrección popular provocada por la crisis, se enfurece:
“¿Qué crisis? Aquí no hay ninguna crisis, esto es un problema coyuntural, que ya está pasando. El que se haga el gracioso y quiera sacar un pie para hacer algo en contra de la revolución, ¡nos los vamos a comer a patadas!”.