SNet: la calma aparente de la protesta que no fue

El reloj sonó a las 8:30 am, afuera las hojas de la palma de la esquina se movían como si fuera a desatarse una tormenta.
Fotografía subida a las redes por el funcionario cubano Iroel Sánchez, ufanándose de la "victoria" gubernamental.
 

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El reloj sonó a las 8:30 am, afuera las hojas de la palma de la esquina se movían como si fuera a desatarse una tormenta. Pensé en no ir, quizás se suspendería todo por el mal tiempo y la lluvia, pero me dije que sí, que no es justificación abandonar la defensa de una causa justa, una lucha, por un simple mal tiempo. Alrededor de media hora después me bajaba de un almendrón, cerca de la Plaza de la Revolución.

En la explanada de la Plaza grupos dispersos de turistas conversaban y se hacían fotos con el Martí detrás, con la imagen del Ché, que agrede el paisaje sobresaliendo en uno de los edificios estatales que rodean la plaza, y la de Camilo, esa que "adorna" el Ministerio de Comunicaciones. Hacia allí me dirigía yo, o al menos a sus cercanías, no sabía si la gente estaría reunida por esa zona, la parte del edificio que da a la Plaza, o por la entrada principal, frente a la Terminal de Ómnibus.

Caminé atravesando la inmensa explanada. Minutos antes, al inicio de la calle, antes de bajarme del carro, había reparado en un policía y una mujer vestida de civil en la esquina, ellos, como si nada, miraban tranquilamente hacia al horizonte. Todo transcurría normalmente, imágenes comunes, conocidas, pero mucha calma, demasiada alrededor.

Decidí no cejar en mi optimismo y avanzar para encontrarme con alguien conocido, descubrir un grupo, aunque fuera pequeño, de personas, alguna señal, algún cartel, alguna identificación donde descubrir los principios de una reunión, agrupación, protesta, manifestación. 

Los militares que cuidaban las garitas del Ministerio esa mañana lucían tranquilos, todo pintaba un panorama cotidiano: los Chevrolets coloridos y los buses de turismo, que esperan por sus clientes, mientras dan tiempo a que se logren selfies posteables para Facebook e Instagram, con la aprobación y presencia de todos los símbolos de la “Revolución”.

Un policía en la esquina ayudaba a un barrendero a recoger un cristal roto en pedazos, en la entrada de una garita militar. Mientras, me iba acercando, observaba el panorama. Calma aparente. Seguí avanzando, pensé en el post que había leído dos días antes en Internet. El sábado 17 de agosto a las 9 de la mañana frente al Ministerio de Comunicaciones SNET convocaba a una manifestación pacífica para protestar en contra de las resoluciones 98 y 99. La hora estaba clara, yo estaba en hora, eran las 9:10 am, pero no había ningún indicio de reunión de personas, excepto por los turistas que se agrupaban a lo lejos en sus intentos por acariciar el comunismo.

 

 

Continué caminando, rodeando el edificio con el Ché, luego a Camilo Cienfuegos. Puede ser que estén todos de este lado, pensé. Mientras caminaba hacia la terminal de Ómnibus, con la intención de buscar la entrada del Ministerio, comencé a notar mayor número de personas en las esquinas. Casuales? Guardianes del universo: cuatro policías reunidos conversando entre ellos, dos vestidos de civiles. En la acera del frente, hombres vestidos de civiles en la misma pose, esa pose que muchos podemos reconocer, son tan predecibles.

Pasé por delante de los policías, los vestidos de civiles también notaron mi presencia, avancé un poco más, llegue a la entrada del ministerio y me detuve. Al frente la parada de la terminal que siempre está repleta, permanecía desierta, un policía controlaba que nadie se quedara cerca por más de un  minuto.

Saqué mi celular, quería comprobar si había alguna actualización en internet sobre la protesta de SNet o si se había suspendido, porque aparentemente allí no estaba pasando nada. A los segundos de tener tener mi celular en la mano, una voz detrás de mí pregunta "¿Usted qué hace aquí?". En un abrir y cerrar de ojos tenía delante a dos agentes cuestionando mi presencia en el lugar. Me pidieron mis documentos de identificación y repitieron varias veces que los acompañara a un lugar que no sé cuál era, pero estoy segura que sería lejos de allí, lejos de la calle por donde pasan carros, lejos de los turistas, lejos de la vista pública. Me negué rotundamente, me mostré molesta, les di a entender que no entendía el por qué de sus preguntas, les dije que lo que hacían estaba mal. La mujer se mostró asustada, no sabía qué responderme.  El hombre, un agente alto y flaco le ordenó irse. Luego me dijo a mí que me fuera. Le pregunté que por qué hacían eso, y me respondió: "No se preocupe, no pasa nada, puede irse". Me vigiló mientras crucé la calle y me alejé en busca de un taxi. No me quitó los ojos de encima hasta que me vio alejarme dentro del taxi.

Nunca hubo lluvia,  tampoco hubo marcha, manifestación o protesta, como bien dijo el agente que dejó que me fuera. Nada pasó, ellos estaban ahí para garantizarlo.

Mientras iba en el taxi camino al Vedado sentí la extraña sensación de haber sido la única persona que había acudido el sábado 17 de agosto a las 9 de la mañana al parque frente al Ministerio de Comunicaciones de Cuba.

 

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