En estos días de verano se han reportado varios muertos por descargas eléctricas en Cuba. Históricamente la isla ostenta un índice de letalidad alto por ese motivo, tanto, que en un reporte de la BBC en 2016 se ubicaba al país a la cabeza en América Latina de más víctimas a causa de rayos por cada millón de habitantes.
Uno de los fallecidos en este junio fue un hombre que pescaba solo en un corcho a media milla de La Habana. Otros dos en Camagüey murieron al día siguiente. Es un deber de la prensa informar sobre el peligro de las tormentas eléctricas en estos meses de tanto calor y rigidez en la atmósfera, así como revelar los cuidados a tener para no morir a causa de un rayo.
Los meses de junio, julio, agosto y septiembre son los de mayores incidencias eléctricas sobre la tierra. Un fenómeno físico que parte de la conjunción de la alta temperatura del aire con la humedad de la zona, donde se crea una corriente de aire convectiva que arrastra con ella a los aerosoles, creándose una nube de gran desarrollo vertical, definida como cumulonimbo, una suerte de caldo de cultivo para la formación de rayos.
Según datos del 2015 del Instituto de Meteorología, las localidades de mayor ocurrencia de rayos son: Bahía Honda, Jagüey Grande, Santiago de las Vegas, Indio Hatuey y Tapaste, aunque en casi todos los pueblos de interior del país y la capital se pueden contar historias de muertes por descargas eléctricas.
Existen muchos consejos para lidiar con los rayos: desconectar los aparatos electrodomésticos y las antenas de televisor, y aislarse sentándose en una silla que no sea de metal, apoyando los pies en una mesa de madera. Si se está en espacios abiertos, retirarse de todo lugar alto y refugiarse en zonas bajas no propensas a inundarse o recibir avenidas de agua.
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Nunca debe comerse en medio de una tormenta y menos con la ropa mojada. Asimismo, hay que deshacerse de todo material metálico, no guarecerse debajo de un árbol, una roca, o en elementos prominentes y solitarios, ya que su humedad y verticalidad aumentan la intensidad del campo eléctrico.
Sobre todo, hay que alejarse de embalses de agua, presas y piscinas. Si se nota un cosquilleo en el cuerpo, se nos eriza el cabello, o vemos brillar o echar chispas un objeto de metal, hay que echarse al suelo inmediatamente, porque la descarga de un rayo es inminente. La posición recomendada es colocarse quieto, de cuclillas, lo más agachado posible, ya que se aísla bastante al no sobresalir demasiado del terreno, tocando el suelo con el calzado, que según su material nos aísla del suelo.
Dos casos sui generis de descargas de rayos, donde sobrevivieron los individuos, ocurrieron en el municipio Playa y contaron sus experiencias.
Uno es un matrimonio de Buena Vista, cuyos miembros se refugiaron con puertas y ventanas cerradas en el primer cuarto del apartamento, en un tercer piso, y vieron al rayo entrar por la ventana de la terraza, cruzar el pasillo y descargar sobre el refrigerador conectado en la cocina.
“Quedó hecho talco” -dijo el marido-, “pero nos salvó del rayo”. La mujer comentó que fue peor que una película de terror, porque ellos eran los protagonistas y vieron a la muerte blanca y feroz pasar por el pasillo rumbo a la cocina. “Muchas veces he soñado con eso y me despierto gritando, imagino que se desvía en la puerta de cuarto y da sobre nosotros de a lleno”.
El otro caso sobreviviente es Michiflin, un borracho de Romerillo que estaba refrescando la borrachera sentado bajo un pino y el rayo lo lanzó 10 metros calle abajo.
“Estaba muy pasado, dormido, sentado con la espalda en el tronco, cuando sentí a mi abuela venir sobre mí para pegarme por orinarme en la cama. Di un salto, pero me cogió por la espalda”.
Michiflin muestra la vieja cicatriz en su espalda. La quemadura asemeja a la señal del rayo en el logotipo de la empresa eléctrica. “Es el único recuerdo que tengo de aquello, mi abuela. Lo otro, cuando desperté en el hospital entubado”.
“Yo le digo a la gente que soy un sobreviviente de un rayo gracias a que no me cayó en la cabeza. Parece que mi abuela de chiquito me entrenó para eso. Cada vez que la veía venir a pegarme porque me oriné en la cama, aunque estuviera dormido, saltaba como un rayo de la cama y me salvaba. Gracias, abuela, aunque no se te cumplió la promesa cuando me gritabas: ¡Ojalá que te parta un rayo, meón!”.