Cuba: Antirracistas denuncian asesinato de Hansel Hernández

El asesinato del joven afrocubano Hansel Ernesto Hernández, tras ser perseguido por un policía este miércoles en Guanabacoa, ha despertado la indignación entre antirracistas en Cuba, quienes demandan una investigación a fondo sobre lo sucedido
Imagen de campaña de apoyo contra el racismo en Cuba
 

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El estremecedor asesinato del joven afrocubano Hansel Ernesto Hernández, tras ser perseguido por un policía este miércoles en Guanabacoa, ha despertado la indignación entre antirracistas en Cuba, quienes demandan una investigación a fondo sobre lo sucedido.

Desde el jueves, en las redes sociales se comenzó a compartir la denuncia de la tía de la víctima, y a partir de ese momento las reacciones de rechazo han ido en aumento, mientras las autoridades y prensa estatal permanecen en silencio.

La Seguridad del Estado, desde el perfil Guerrero Cubano, ha puesto en circulación una narración de los hechos sin una sola evidencia sobre los mismos, y desde donde se justifica la violencia policial, además de calumniar a Hansel Ernesto Hernández, quien estando desarmado fue baleado por la espalda.

Probablemente la versión ofrecida por Guerrero Cubano sirvió de catalizador para que voces negras dentro de la isla, que luchan contra el racismo y la discriminación racial en Cuba, se posicionaran de una manera más frontal esta vez.

De tal modo, el destacado intelectual Roberto Zurbano expresó en Facebook: “(…) murió un joven negro asesinado. Su sangre empieza a calentar la rabia de parientes y amigos que piden justicia y de gente impactada que preguntamos sobre esta muerte inoportuna, huérfana de explicación en noticieros y hasta sin cuerpo, pues fue rápidamente cremado”.

Zurbano asegura que “No conozco los procedimientos policiales cubanos, pero sí la forma en que la policía trata a los jóvenes negros porque fui joven y sufrí maltratos; algo que las organizaciones antirracistas denunciamos mucho”.

 

El Club de Espendrú, colectivo que coordina, hace pocas semanas denunció en redes sociales el asesinato en Estados Unidos de George Floyd. Muchas personas pidieron entonces un posicionamiento más explícito a los activistas antirracistas, sobre los atropellos que se viven en la isla. En aquel momento los artistas negros Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo habían sido golpeados mientras se encontraban esposados en una estación policial habanera.

Zurbano comenta muy certeramente en su última entrega sobre ese tipo de disyuntiva: “Tener una mirada crítica sobre lo que sucede fuera del país y otra mirada esquiva sobre lo que sucede aquí adentro sobre un mismo tema, genera incoherencia a la hora de poner a dialogar el discurso local con el global”.

El ensayista afrocubano considera que “Es vergonzante no saber reconocer nuestros propios entornos racistas y el daño que el discrimen deja entre cubanos. Ese error se comete a diario y alimenta un monstruo llamado colonialidad, donde las viejas opresiones no ceden su lugar, sino que se renuevan, mezclan y sofistican por encima de cualquier ideología”.

Me gustaría remarcar esta idea del doble rasero con un análisis del historiador Armando Chaguaceda donde hace poco resumió:

“Si bien es analíticamente posible -y políticamente relevante- diferenciar los marcos que ofrecen la democracia y el autoritarismo para el ejercicio de la ciudadanía, en materia de Derechos Humanos es imposible, éticamente, establecer raseros. No hay opresiones excusables; tampoco hay víctimas o derechos superiores a otros”.

Por su parte, Roberto Zurbano lamentó que, a diferencia de las posibilidades que ha tenido el CENESEX de trabajar en la educación directa a la policía cubana, los antirracistas cubanos no han tenido esa oportunidad, y es aun necesario. “Me consta a mí y a mucha gente negra que compartimos horas de carpetas y calabozos de estaciones de policía donde juraría que el 80% no merecíamos estar allí”, atestiguó.

“Poner el oído en el pecho de la ciudadanía pasa también en no reclamar a los jóvenes negros más que a otros, sólo porque llevan trenzas u otras modas”, dice Zurbano, quien ha sido activista en este campo durante décadas.

Para Zurbano, la muerte de Hansel “no es un crimen racista en sí mismo, pero es innegable la carga racial que acompaña el itinerario de carencias que accidentaron la malograda vida de su víctima, su entorno social y su bajo nivel de expectativas”.

Va quedando claro para muchos que el problema del racismo en Cuba no es anecdótico, sino que entra dentro de las configuraciones de un sistema que por décadas ha ocultado sus caras menos amables.

El investigador nos recuerda que: “Buena parte de los criminales cubanos, dentro y fuera de las cárceles, se clasifican como negros. Muchas de estas personas han cumplido penalidades muy altas, incluso, pena capital. Eso impacta psíquica y socialmente la joven población negra, aunque sea difícil de medir en los tantos estudios sobre racialidad en Cuba, donde no se habla de la resistencia de un grupo social tratando de expulsar el racismo de sus vidas”.

Racismo que no va a desaparecer por sí solo, por supuesto. Mientras menos se aborde de manera frontal, más crecerá la discriminación en una sociedad que abandonó sus anhelos igualitaristas hace varios años.

“Falta una práctica (ciudadana, gubernamental o ambas) que aligere esta carga social y proponga curas responsables a corto, mediano y largo plazo para articular una nación inclusiva, menos dolorosa”, aseguró el analista.

Otras voces también se han levantado tras el horrendo crimen. Es el caso de la jurista y activista Deyni Terry Abreu, quien desde su muro de Facebook desmontó la inverosímil narración compartida por Guerrero Cubano.

“Desde los hechos de Tarará, posteriormente las lanchas, y otros, cada vez que muere un policía, pasado un mes o dos, una bala se pierde por "error involuntario" en el cuerpo de un ciudadano”, escribió con suspicacia la coordinadora de Alianza Unidad Racial.

Terry Abreu concluye llamando la atención sobre un denominador común en estas historias de personas víctimas de la violencia policial: “Ahora lo peor, es que casi siempre, detrás de un ciudadano con trastornos conductuales, hay una familia negra, pobre, con marginalidad, que me lleva a preguntarme nuevamente, qué hicimos por ellas, para una mejor vida social.”

 

 

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