Una foto sobresalió entre la masa compacta que desfiló este 1 de mayo por La Plaza de la Revolución de La Habana. Una foto que hubiera sido impensable hace solo algunos años y que posiblemente hubiera traído algún tipo de sospechas o miramientos hacia sus protagonistas.
La instantánea es, sin duda, ejemplo del cambio que empuja la auténtica sociedad civil y consistió, sencillamente, en dos muchachas besándose junto a banderas de la comunidad LGTBIQ cubana.
La imagen encierra varios de los reclamos que no se dijeron en voz alta en el desfile o que no alcanzaron las consignas habituales desde hace 60 años en la movilización.
Pongámoslo en contexto: el movimiento LGTBIQ había cifrado hace muy pocos meses sus expectativas en la aprobación del matrimonio igualitario en la nueva constitución, pero fue eliminada esa posibilidad tras la supresión del artículo 68 que permitiría la unión legal entre personas del mismo sexo.
El secretario del Consejo de Estado, Homero Acosta, aseguró finalmente que se había eliminado el artículo 68 sobre el matrimonio homosexual del proyecto de reforma constitucional por demanda popular.
En un hecho inédito, sin embargo, las autoridades permitieron a Iglesias evangélicas hacer campaña contra el “68” y frenaron importantes manifestaciones independientes que proclamaron su molestia o indignación ante la exclusión del artículo en la nueva constitución.
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En cualquier caso, el artículofue bajado del proyecto de Carta Magna dejando sin la posibilidad de casarse a cientos de parejas del mismo sexo que esperaban poder contar con los mismos derechos legales de los heterosexuales.
La diputada y directora del Centro Nacional de Educación Sexual, Mariela Castro, salió a tratar de quitarle hierro al descontento suscitado entre las personas que ella misma representa cuando afirmó que, pese a la supresión del artículo, “no hay retroceso”.
“La esencia del artículo 68 se mantiene, la lucha continúa, ahora démosle el SÍ a la Constitución y luego cerremos filas para lograr un Código de Familia tan avanzado como el nuevo texto constitucional”, dijo la hija del expresidente Raúl Castro, para aplacar los ánimos de la comunidad LGTBIQ y los activistas a favor del 68.
Lo cierto es que la comunidad LGTBIQ no ha desaprovechado ningún espacio para seguir manifestándose a favor del matrimonio igualitario a través de las redes sociales o en espacios independientes.
La fuerza de estas exigencias para hacer cumplir el humanismo de estos derechos ha cobrado tanta fuerza que las autoridades se han visto en la obligación de ser más permisibles con las manifestaciones públicas que llaman la atención hacia la comunidad LGBTIQ y la urgente aprobación del matrimonio entre personas homosexuales.
No hay que olvidar en este sentido que los homosexuales fueron condenados en la Cuba de los años 60 a trabajos forzados en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) junto a hippies o intelectuales críticos con la revolución.
Las acciones a favor del matrimonio igualitario en Cuba viven un clima que va desde la permisibilidad hasta los picos de tensión, lo que se incrementó recientemente con la negación de entrada a la Isla a Michael Petrelis, un reconocido activista estadounidense por los derechos de la comunidad LGBTIQ, que, pese a tener coincidencias con la política del gobierno cubano, se ha interesado por la naturaleza del activismo independiente.
Lo cierto es que cada vez más la sociedad civil cubana se moviliza para defender las causas con las que comulga, como sucedió con las crecientes campañas para promover una ley contra el maltrato animal o las movilizaciones espontáneas para ayudar a las personas damnificadas por el tornado que azotó hace 3 meses La Habana.
Y un beso o un gesto de amor entre personas del mismo sexo en el mismo centro de La Plaza de la Revolución de La Habana es todo un símbolo de esos vientos que corren por la capital cubana, y que muchos esperan que batan cada vez con mayor fuerza.