A más de medio siglo de esta circunstancia penumbrosa y atrasada que algunos insisten en llamar “revolución”, continúan sumando hechos tristísimos para la historia del cubano. No es solo la evidente falta de libertad que condena al silencio y el ostracismo, sino también la violencia. Sintomático de las dictaduras, la violencia en Cuba es un tema espinoso y en ascenso.
Desde octubre del 2020 hasta enero del presente año, hemos visto actividades cívicas y artísticas insólitas en la isla, a las cuales el gobierno responde con campañas de odio, difamaciones, "actos de repudio", encarcelaciones, prohibiciones de salir del país...
Los acuartelados de San Isidro, el plantón en el Ministerio de Cultura el 27 de noviembre y la violencia física ejercida por el propio ministro de Cultura, Alpidio Alonso, contra jóvenes intelectuales que se volvieron a reunir el 27 de enero; desde esos días, La Habana y Cuba no han sido las mismas. Emerge una incipiente, pero necesaria cultura del disenso, a la cual el gobierno corresponde con una oleada de vigilancia y represión.
A partir de los hechos del 27 de enero, urge generar nuevos discursos artísticos y cívicos para eliminar la violencia de Estado, y especialmente la ejercida en un lugar como el Ministerio de Cultura (Mincult), que debiera ser espacio de coexistencia. A la agresión física de Alpidio Alonso, siguió una carta formal para solicitar su dimisión (y oportunamente la de toda su camarilla, que participó activamente en el acto de repudio de aquel día). Firmaron dicho documento varios intelectuales, periodistas, activistas, artivistas, todos conscientes de que apremia abogar por un país inclusivo y de derechos.
Yoandy Cabrera, filólogo que se desempeña como profesor en Rockford University (EE.UU.), ha vivido lejos la actual situación de Cuba; sin embargo, responde a esta entrevista no solo como estudioso de la cultura cubana que es, sino desde la preocupación y el amor por su país y el arte.
– ¿Cómo se ha sentido desde fuera la creciente oleada de difamaciones en la prensa oficial contra artistas como Tania Bruguera y algunos miembros del 27N?
En estos temas siempre es importante aclarar que la impresión personal o del círculo de uno no tiene que coincidir (y no coincide) con lo que piensan muchos otros. Quiero decir que no es uniforme el modo en que se percibe nada desde dentro o fuera de Cuba. Yo he sentido asco, lo mismo mis amigos más cercanos. Asco por la escalada creciente de violencia, por las continuas difamaciones, por la negación del derecho a réplica, por las manipulaciones, por la impunidad del régimen. Me sorprende cuando voy al muro de Facebook de otros conocidos y veo que los mismos videos de la TV cubana que me hacen sentir desprecio por esas prácticas de fusilamiento moral contra ciudadanos cubanos, son los mismos materiales que ellos comparten con orgullo para demostrar y evidenciar las razones del gobierno para actuar contra los difamados. Cuba es un país enfermo y dividido. El mismo que toma café La Llave en La Habana y recibe dinero de su familia desde el exterior para sobrevivir dentro de la isla, puede ser perfectamente un defensor fervoroso del régimen y de las “Razones de Cuba”. Pero las redes sociales tienen el peligro de que te puedes quedar escuchando y leyendo solo a los que piensan como tú, y comienzas a vivir en un mundo artificial paralelo, así que como sano ejercicio me impongo leer ciertos sitios, visitar ciertos muros para tomar la temperatura de los que no piensan como yo en estos temas. Y es deprimente, pero es con lo que nos toca lidiar ahora y en el futuro: con un país gravemente fracturado.
– ¿Cree usted que el arte (y sobre todo el independiente de las instituciones oficiales) podría salvarse del hostigamiento feroz que prometen las autoridades cubanas?
Ese hostigamiento feroz no para de crecer. Acaba de hacerse público por parte del Ministerio del Trabajo en la isla un listado de oficios que no se pueden ejercer en el territorio nacional por cuenta propia. Entre ellos se encuentran “la impresión de periódicos, revistas, tabloides, libros…”, también se prohíbe “la edición y maquetación de libros, directorios y listas de correos, periódicos, tabloides y revistas en cualquier formato o soporte”, además de prohibirse la “producción audiovisual y cinematográfica”, las “actividades de grabación de sonido”, y las “actividades de programación cultural de la música, las artes escénicas, el libro, las artes plásticas, el cine, el patrimonio cultural y el trabajo comunitario”. El objetivo del gobierno cubano es mantener, a toda costa, el control y la domesticación de toda forma de arte y creación. Imprimir en Cuba una imagen de Martí es un delito. Por leer un poema en público pueden golpearte y llevarte preso. No hay tregua con el arte independiente. Por eso mismo hay que seguir denunciando estos abusos. Personalmente, veo inviable cualquier posible consenso o negociación entre los artistas independientes y el poder en Cuba dentro del sistema tal y como lo conocemos. Pero creo que toda posibilidad de cuestionamiento, de diálogo, de exigencia ante las instituciones culturales es válida, aunque sea para reafirmar el desacuerdo o la necesidad de un cambio.
– Hemos presenciado la censura explícita a algunos artistas y escritores, que parece una reacción usual del gobierno para los que disienten ¿Cree que el gobierno está atentando contra su propia memoria artística? ¿Por qué se enfrasca en atacar y no dialogar con los creadores?
El gobierno cubano no tiene memoria artística. Manipula, falsea y daña con la censura esa misma memoria artística, que no es patrimonio de un gobierno, aunque lleve más de sesenta años en el poder, sino de un pueblo. Desconocer las contradicciones, la disensión, la pluralidad ideológica, así como imponer un punto de vista y una ideología son actos del régimen que atentan contra esa memoria artística. La manipulación de la historia, de la figura de Martí (cuyas frases aparecen en vallas de todo el país en un presente que lo hace parecer el amiguito del preuniversitario de Fidel que lo apoya en todo) son algunas de las evidencias más claras de la manipulación de ese legado artístico. Los gobiernos totalitarios, como el cubano, usan la ideología como un medio de perpetuarse en el poder; el cultivo y rescate libre y democrático de la memoria artística no le interesa, más bien le perjudica. Si las premisas para un diálogo con los que disienten siguen siendo que “la revolución no se equivoca nunca” y la idea más que nociva, excluyente y ambigua muy a propósito de “contra la revolución, nada”: ¿Cómo dialogar entonces? El sistema, tal y como lo conocemos, no está pensado para dialogar con aquellos que se desmarcan de lo que el gobierno sigue llamando “revolución” y es más bien un estado totalitario.
Lea también
– ¿Cuál es el papel de los críticos literarios y de arte en el complejo proceso cultural que estamos viviendo? ¿Cómo debería actuar, por ejemplo, la Facultad de Artes y Letras de la universidad de La Habana, luego de haber gestado varias tesis dedicadas a la obra de Tania Bruguera?
Los que escribimos críticas debemos seguir las estrategias personales que mejor consideremos. Uno puede relacionar su labor crítica con el acontecer político y social en mayor o menor medida. En mi caso, no he podido evitar, tanto en el pasado como en la actualidad y a partir de los sucesos de San Isidro y del 27N, escribir al respecto. Siento la necesidad de expresarme sobre ello, y así lo he hecho. Cada intelectual o persona debe saber hasta dónde puede decir la verdad que defiende o en la que cree, y eso considero que es respetable. ¿Dónde está el límite? Para mí está claro.
Intento comprender las razones que hacen callar a intelectuales de adentro y de afuera, no creo que nadie deba juzgarlos ligeramente. Pero cuando un intelectual sale en defensa de los abusos y desmanes del régimen de forma pública y sin reserva alguna, cuando un intelectual cubano se hace eco de argumentos que el régimen usa para reprimir a otros intelectuales y artistas como él que no cuentan con el favor del gobierno y se atreven a enfrentarlo, entonces para mí ese supuesto intelectual deja de merecer respeto y lo veo más como un comisario político servil que como un artista. Sería maravilloso escuchar una declaración al respecto desde la Facultad de Artes y Letras, pero también entiendo que si se expresa sobre Tania Bruguera tendría también que declarar sobre otras figuras como Yoani Sánchez o Katherine Bisquet, que son graduadas de esa escuela, además de muchísimos otros. No debe olvidarse que Artes y Letras, por muy iconoclasta y librepensadora que sea, forma parte de una universidad bajo vigilancia y control por parte del régimen, en la que el lema sigue siendo “la universidad es para los revolucionarios”. Eso sí, yo me quedo con los muchos graduados de Artes y Letras que, en muchas partes del mundo, dentro y fuera de la isla, dentro y fuera de la Facultad, nos pronunciamos y nos sentimos al lado del 27N, de la libertad de expresión y artística, y del derecho a cuestionar a los funcionarios públicos.
– El artivismo parece estar siendo efectivo en la sociedad cubana que disiente. La sentada de centenares de artistas y periodistas frente al Mincult y el acuartelamiento de San Isidro, han logrado crear, desde un raíz artística, movimientos cívicos. ¿Cómo valora el artivismo actual en Cuba?
El artivismo le ha dado oxígeno a la poesía, al arte, al pensamiento, a la existencia misma dentro de la isla. Reaviva el debate en la intelectualidad cubana de todas partes. El espacio de artivismo de Bruguera creo que nos ha inspirado a muchos, y permite esperar otra Cuba en la que leer incluso los versos de Martí no sean motivo de represión y golpes por parte de la policía. Entre vigilancias, actos de repudio, detenciones arbitrarias, amenazas, largos interrogatorios, difamaciones, fusilamientos mediáticos el artivismo sigue dando la esperanza de tener una Cuba en la que el ciudadano de a pie se sienta empoderado con sus derechos. Los sucesos de San Isidro, el 27N y el 27ENE (si bien todos han terminado hasta ahora con intentos de control, de exclusión, con ataques violentos hasta por parte del titular de Cultura) también hacen pensar y permiten creer en una intelectualidad cubana hoy en que arte y civismo van de la mano, en que creación y deber social se juntan. Hace unos años pensar que disidencia e intelectualidad en Cuba podían conjugarse y ganar cierta visibilidad era casi imposible. El disidente era y en parte sigue siendo catalogado como marginal, inculto, mercenario, gusano, apátrida, criminal y delincuente común.
Ese intento se mantiene y lo confirman las difamaciones más recientes en la TV cubana, en contra de figuras como Tania Bruguera, Carlos Manuel Álvarez y Luis Manuel Otero Alcántara. Pero el artivismo ha hecho que de manera pública y más ampliamente el arte y la intelectualidad cubana rescaten una especie de orgullo cívico tanto en figuras más reconocidas como en jóvenes que apenas comienzan, algo que hace unos años era más bien una rara excepción. El rescate del derecho a disentir desde el arte y más allá del arte es algo que debemos al artivismo en Cuba en los últimos años.