Más difícil que saber cuándo venderán pollo en Cuba, es imaginarse hacia dónde se virará Eduardo del Llano en sus redes sociales. El escritor y cineasta, además de su obra literaria y películas independientes en clave de humor y sátiras, es conocido por levantar polémicas en Facebook con sus pronunciamientos, que algunas veces rozan la lucidez, y otras parecen desvaríos de alguien que padece el síndrome de Estocolmo.
Y es que Del Llano sabe que algo (o todo) está mal en la isla cárcel, pero le tiene simpatía (o miedo) al represor. La esquizofrenia intelectual, la ambivalencia de valores… Quizá el asunto se reduzca a que el ego de Del Llano no le permite reconocer a quienes le ponen cara a la dictadura, y prefiere quedarse de diletante y añorando los años en la gente le aplaudía su jueguito con la cadena, sin tocar al mono del castrismo.
En su página oficial en Facebook, el escritor refirió: “Los reiterados errores, las torpezas y tonterías en que el gobierno incurre casi a diario generan, como no puede ser de otra manera, un aluvión de críticas y bromas”.
Muy bien, pero ahí no puede quedar, so pena de que la Seguridad del Estado le toque a la puerta al decadente artista “rebelde”, que a veces parece enfundado en verde olivo. Por eso suelta una ristra de cariños al régimen, como eso de que fue “correcto” que las autoridades “irrumpieran en la sede del MSI [Movimiento San Isidro] y sacaran a sus miembros alegando riesgo epidemiológico”.
Aunque reconoce como “dura” lo que fue una operación violenta en toda regla, y arbitraria, con evidentes motivaciones políticas, estima que el asalto del 26 de noviembre era la “única solución posible”.
No se le ocurrió como salida que, por ejemplo, liberaran a Denis Solís, sentenciado en amañado proceso a 8 meses. Se justifica diciendo que “estaba bastante claro que [Luis Manuel Otero] Alcántara y los suyos no querían un diálogo”, y como a Del Llano no se le ocurre nada democrático, cívico, se pregunta: “¿qué se hace con los huelguistas de hambre? ¿Alimentarlos por la fuerza, dejar que mueran?”
También sugiere que la dictadura no es tal, porque luego de irrumpir a golpes en una casa privada, donde no se estaba haciendo nada ilegal, “no les metieron una bala en la cabeza, que es el modus operandi tradicional de las dictaduras”. O sea, Del Llano espera muerte (porque sangre ya ha habido en los cuerpos del MSI), para llamar las cosas por su nombre.
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Pero queridos amigos, no se alarmen demasiado, que el diletante no es tan malo como Fidel Castro. O al menos eso quiere aparentar.
“No permitirles salir de casa durante varias semanas y convertirlos en víctimas de actos de repudio me parece inaceptable. Los actos de repudio constituyen una vergüenza nacional”, dice y pareciera que el escarnio público, le molesta, que la violencia contra los activistas es mejor ejercerla a puertas cerradas.
Criticó “la campaña difamatoria hacia los opositores en los medios oficiales, sin pruebas en muchos casos y sin derecho a réplica”, pero enseguida pasa, el increíble Del Llano-Veleta, a darle un voto de confianza a la narrativa del régimen: “Que la mayoría de los opositores calumniados no sean mercenarios no significa que los mercenarios no existan, que USA (no sólo la CIA) no intente por diversas vías poner malo el dado en nuestro patio, que extremistas de Miami no paguen a cretinos locales por arrojar piedras, mierda y Molotovs”.
Y dice más: “La policía cubana es, para lo que hay por ahí, incluso muy respetuosa”. En ese juego de querer esta bien con el diablo y quién sabe qué más, da vértigo seguir por dónde se mete Eduardo Del Llano.
Para no seguir perdidos en esa cabeza, pongamos punto final reproduciendo uno de los párrafos más lamentables del pusilánime Eduardo del Llano:
“Yo creo en el sistema, no necesariamente en este gobierno. Como dije al principio, es torpe, se contradice, miente. Por otra parte, hace dos años teníamos el mismo gobierno y las cosas estaban incomparablemente mejor: por supuesto que no a niveles primermundistas, pero nadie negará que eran mucho más llevaderas que ahora”.