El reconocido periodista y narrador de ficción Carlos Manuel Álvarez denunció que la Seguridad del Estado y la Policía del régimen continúa su cerco sobre la vivienda en la que se encuentra aislado, luego de que utilizaran el pretexto de su arribo del extranjero y una supuesta sospecha de contagio con coronavirus, para irrumpir de manera violenta en la sede del Movimiento San Isidro y desmantelar la huelga de hambre que mantenía en jaque a la dictadura.
ADN Cuba reproduce íntegro el testimonio de Carlos Manuel Álvarez:
Este lunes en la mañana sigo con una patrulla en los bajos de la casa. El martes 24 me hicieron el primer PCR en el aeropuerto José Martí. El miércoles 25, al mediodía, ya páginas falsas y medios de propaganda estatales empezaron a construirme un caso político como alguien que supuestamente había violado los protocolos sanitarios, cuando yo me trasladé del aeropuerto a una residencia particular y no volví a salir de ahí. No fue hasta el 25 en la noche que me avisaron de que el test del aeropuerto había dado inhibido. Cuando allanaron San Isidro el miércoles 26, supuestamente para hacer cumplir las medidas sanitarias, me hacinaron en un carro-jaula por más de dos horas junto con otras ocho personas, sin ventilación alguna. No me aislaron. Los expusieron a todos a ese hipotético contagio. Hasta hoy, a ninguna de esas personas le han hecho un test de COVID, no ya por mantener contacto físico conmigo, sino incluso por tener que habernos apiñado unos sobre otros en aquel carro-jaula parqueado en las afueras de Cuba y Chacón. Ese mismo día, cerca de la medianoche, me hicieron el segundo test y dijeron que el resultado estaría al día siguiente y que el domingo, si daba negativo, ya levantaban la vigilancia policial. El miércoles 24 de noviembre se hicieron 9981 test en Cuba, y mi resultado estuvo en 30 horas. Técnicamente, esto es posible. Si verdaderamente dio alterado el PCR, es lógico que yo pase a ser entonces un caso prioritario. Bien, entre el 27 y el 29 de noviembre, luego de mi último test, han realizado 30 mil pruebas más, para un promedio diario similar al del martes 24, y el resultado de mi prueba, más de 72 horas después, no ha llegado todavía. Ya no hay urgencia, al parecer.
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La doctora Tanay, del policlínico de 5ta y 16, siguió los protocolos normales y llamó el sábado en la noche para decirme que el domingo venían a hacerme el segundo PCR, porque no sabía que ya el jueves, custodiado por tres agentes de la Seguridad y en presencia de la Directora de Epidemiología del municipio Playa, me habían hecho uno. Ayer domingo no vino nadie a hacerme nada, desde luego. La doctora que estuvo de guardia (no era Tanay) esperó las instrucciones y le dijeron que no viniera. Llamamos a Tanay, joven y cariñosa, y nos dijo que no sabía qué pasaba y que ella nos practicaba el test hoy lunes. Pero ahora la doctora Tanay acaba de venir a casa y de decirme que mi test está en manos del municipio, que no depende del policlínico, y que debo seguir esperando hasta que llegue el resultado. En su rostro de médico pude ver cómo no entiende nada de la situación. Y claro, nadie que se rija por los protocolos científicos y sanitarios establecidos puede entender. La Seguridad del Estado también me dijo que mis pertenencias de San Isidro me serían devueltas el día después de la detención. Aún no me han devuelto nada, y sé que el resto de las personas que se encontraba allí están en la misma situación. Incluso, hemos escuchado que han asaltado el lugar, lo que espero que no sea cierto. La policía aseguró (aunque esto qué importa) que nada se iba a perder. A mí me sacaron descalzo de San Isidro, ahí están mis libros y mis dos pares de zapatos, que son las únicas cosas que un hombre necesita para caminar. A partir de este momento puedo afirmar lo evidente. Mi encierro no se debe a la cuarentena sanitaria, sino a un secuestro político. No puedo moverme, y no se sabe hasta cuándo pueda hacerlo. A ver si cuando me suelten me pongo un nasobuco y voy a pie, descalzo, a buscar mis zapatos, mis libros y mi bulto de ropas a Damas 955. Mi línea de celular aún está cortada. Creo que no me quieren en la conversación pública que se está llevando a cabo en estos días entre figuras relevantes de la cultura para exigir el cese de la represión, de las cárceles injustas y de la censura a los espacios independientes, entre otros muchísimos asuntos de vital importancia para este país. Que Denís Solís esté preso, que Silverio Portal esté preso, que sean Luis Manuel Otero y Maykel Osorbo quienes antes hayan estado presos, se debe a un solo asunto. Son negros. Es racismo institucionalizado y asumido, racismo naturalizado, puro y duro. Y a Denis Solís, atiendan, no lo meten preso porque diga que Trump es su presidente. A Denís Solis, el acoso que sufre por pobre y negro lo ha llevado a decir que Trump es su presidente, que son los linderos a los que el poder te empuja como tipo oprimido para poder justificar luego su ideología de limpieza y exclusión, su rancio conservadurismo, su clasismo manifiesto. Denis no dice, a Denis le hacen que diga. ¿Quién que verdaderamente quiera una república para Cuba puede banalizar estos asuntos, comprarse el atropello incesante escondido bajo la máscara del progresismo?
Tomado del Facebook de Carlos Manuel Álvarez