Las colas: una pesadilla que siempre se repite

En poco menos de dos años de mandato, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha dejado al país expuesto y envuelto en pequeñas crisis económicas que cada vez se vuelven más periódicas
Cuba cola
 

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A nadie le gusta hacer cola. A nadie le gusta estar bajo el sol o escondido detrás de un poste, apretados todos en una parada que gotea mientras llueve, esperando que abra la tienda a las 10 de la mañana. Es imposible que a alguien le guste eso.

Las colas en Cuba son uno de los males que heredamos de un proyecto social que lleva más de 60 años sin rumbo, y mucho menos, sin horizonte. Las colas condenan a la gente, las convierte en algo menos que un animalito abandonado.

Las colas son parte de la miseria que vive este país. Sobre todo, porque hacen a la gente perder el tiempo y gran parte de su vida, porque bien que uno pudiera estar trabajando, descansando, haciendo lo que le gusta, pero no, tienen que hacer colas para que se entretenga y se distraiga de los verdaderos problemas que enfrenta esta isla.

En poco menos de dos años de mandato, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha dejado al país expuesto y envuelto en pequeñas crisis económicas, que por muy triste que suene, cada vez se vuelven más periódicas.

Y ahí va el cubano en medio de esas crisis a pelear en una cola. Sí, porque las colas son campos de batallas donde los cubanos y las cubanas se enfrentan entre sí, donde prevalece más que nada la miseria que se vive a diario.

Basta con hacer un poco de memoria, y enseguida aparece una lista en la cabeza que permite un pequeño recuento de esas crisis periódicas que hemos tenido en estos casi dos años de nuevo mandato: escasez de pollo, papel sanitario, detergente, huevos, combustible, condones, cigarros, cerveza, carne de todo tipo, pasta dental, colchas de trapear, aceite, puré de tomate y la lista pudiera seguir, porque la escasez es enorme.


Bien que se pudiera construir un monumento rindiendo homenaje a los caídos en la batalla de Cuatro Caminos. Parece un chiste pero no lo es, sobre todo porque lo sucedido en la apertura del mercado de Cuatro Caminos, es la estampa viva de cuánto están condenados los cubanos y cubanas.

En Cuatro Caminos se vivió uno de los momentos más tristes de la pobreza cubana en estos sesenta años. Uno pudiera contarlo, pero verlo es lo realmente catastrófico, varios videos fueron filmados en el lugar mostrando al mundo que el Black Friday es un niño de teta al lado de lo ocurrido en los campos de batalla de Cuatro Caminos.

Y ahora se suma otro problema grave, el Coronavirus. Si bien el virus aún no es una epidemia en Cuba, amenaza con serlo. Y la mejor manera de contrarrestarlo es aislándose, quedándose en casa. ¿Pero cómo va a hacer eso el cubano? ¿Si tiene que comer, trabajar, resolver las cosas de su hogar? No hay respuestas.

Con coronavirus o no, las cubanas y cubanos tienen que salir a la calle, pedir el turno y rezar porque no se les pase la cola para comprar pollo, o peor, rezar para que el pollo alcance. Luego, hacer otra cola, la de la guagua. Una tarea titánica que le rompe el cerebro a cualquiera que no sea de aquí.

Así de dura es la cuestión que se vive en cualquier rincón de este país, donde una cola se convierte en una pesadilla que la gente tiene que vivir una y otra vez hasta el cansancio.

 

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