Skip to main content

Humberto López en la mesa de la morgue

Ha muerto Humberto López, difamador profesional y papanatas del régimen. Contrario al pensamiento de muchos, su muerte no se debió al criminal bloqueo imperialista

Actualizado: Fri, 12/30/2022 - 15:26

Ha muerto Humberto López, difamador profesional y papanatas del régimen. Contrario al pensamiento de muchos, su muerte no se debió al criminal bloqueo imperialista, ni el envenenamiento accidental por morderse la lengua. Su deceso –que le da al pueblo un receso– responde a numerosas causas previstas e imprevistas. Causas y azares, motivos indelebles y ocultos, aunque las autoridades eran conscientes de que a ese tipo de rata humana cualquiera podía intentar eliminarla físicamente.

La dictadura ha decidido no dar la noticia y bloquean todos los medios para que no haya filtraciones. De la noticia, quiero decir, porque filtraciones hay en innumerables techos de las viviendas del país. Decir que ha muerto, al fin, Humberto López, puede dar un mensaje equivocado a la población, que pensará que es fiesta nacional.

Ya está tendido cuan odioso es en la fría mesa de la morgue, y la última palabra, en este caso, no la dirá el Buró Político que lo manejó en eso que él llamaba vida, ni de los altos oficiales del Ministerio del Interior, que lo orientaron y ampararon, y mucho menos de dirigentes mayores y menores, mayimbes y minimbes, del ICRT o la UPEC, fábricas de desvergüenza y manipulación. Titiriteros todos.

La última palabra sobre el fallecimiento de Humberto, la tienen los médicos forenses de toda la isla que han sido convocados para dilucidar el extraño caso, estudiar el cuerpo y ver qué se hace con esos despojos. Todas las provincias acudieron al llamado, excepto Pinar del Río, que había enviado a sus tres forenses como pediatras a una misión internacionalista.

Concurrieron varias lumbreras, entre las que se destacan el doctor Remilgo y el doctor Matrero, famoso porque trabajaba para el Minint y acostumbraba a sacarle las últimas informaciones a los cadáveres, aunque una vez fue castigado por un acto de lascivia, al tener un hijo con una fallecida.

La reunión de forenses se debió a una situación singularísima: el cuerpo inánime –o unánime– de Humbertico López está tendido en la morgue de Santiago de Cuba, rebelde ayer, heroica hoy, hospitalaria siempre, y actualmente sede de algunos actos caníbales. Es donde único no es aconsejable tender un cuerpo, y menos todavía comprar y consumir picadillo, porque es posible que no sea de cerdo ni de pollo, sino de res... de restos humanos.

Para informar a los escasos lectores que no conozcan al personaje, aquí lo tienen de cuerpo presente, aunque hay algunos órganos ausentes: “El presentador de televisión Humberto López, quien un par de años atrás engordaba su gris carrera repitiendo las sesgadas informaciones matutinas de la Televisión Cubana, hoy es muy mentado entre sus compatriotas. ¿Las razones? Las peores. Se ha convertido en uno de los rostros más visibles de la operación gubernamental de odio y difamación contra el Movimiento San Isidro y el grupo 27N”.

Si todavía no tienen la justa medida de la abyección del personaje, agrego estas otras dos, que son comentarios hechos por dos personas. La primera escribió:

“Estos vídeos macabrones (sic) del Canal Caribe ya disecan al picadillo de mi paciencia. Humberto López, cuando pasen los años y veas para lo que te has prestado y para lo que te han cogido, no soportarás el peso de tu vergüenza”, opinó la cubana Gretther Yedra Rodríguez.

La otra es esta: “El desprecio con que hablas es solo directamente proporcional a la estulticia que desprendes, compadre”, dijo en su perfil personal de Facebook la joven, conocida por sus canales de redes sociales Lluvia de Mayo, en los que con peculiar estilo recomienda literatura.

Pero esta no es hora de analizar el comportamiento cuestionable del tal Humberto, sino de que los doctores esclarezcan las causas de su deceso, y excluir la posibilidad de que algún empleado haya robado los órganos del difunto para lucrar con ellos, como se sospecha que están haciendo en la provincia.

Lo primero que quieren saber es qué hacía ese presentador tan lejos de su hábitat, es decir, La Habana, y un cuadro del Partido sugirió la posibilidad de que el difunto posiblemente vino a tropezar con la piedra, es decir, a rendir tributo al monumento funerario de Fidel Castro, ubicado en el cementerio de Santa Ifigenia. La compañerita de la limpieza, que pasaba por allí casualmente, dice que Humbretico viajó a Santiago por la conga, porque hace unos días la mundialmente famosa conga de Los Hoyos fue invadida por policías encubiertos y otros que no llevaban cubiertos.

Tranquilizados por esas dos posibilidades, se ponen los guantes y las máscaras para no contaminarse y ponen mano a la obra. El forense de Guantánamo, doctor Despaigne se excusó diciendo: “Qué va, nagüe, yo no toco eso resto. Ese tipo era un aura”, y el único que lo entendió fue el doctor Trasanco, santiaguero él.

Ilustración de Tejuca sobre Humberto López
Ilustración de Armando Tejuca para ADN Cuba

Quien se pone al frente del evento es el mentado doctor Matrero, que ordena un inventario urgente de vísceras y miembros, lo que confunde mucho más al equipo pues aparecen vísceras humanas y de animal, y entre los miembros había uno del buró político de visita de control y ayuda. Es el mismo galeno quien ordena buscar en todos los rincones porque el cuerpo carece de cerebro y de corazón.

Tras una febril y minuciosa búsqueda, donde se implicaron policías y vecinos de la morgue, incluso dos o tres sujetos que no habían terminado de morirse, concluyó la pesquisa. El grupo se dividió entonces en dos: los que creían que esos órganos habían sido robados y devorados y quienes afirmaban que el personaje jamás los tuvo, sobre todo cerebro. La antropofagia fue desestimada, porque según el doctor de Matanzas, “Nadie se comería esa m…”.

Pero en una revisión a fondo encontraron este mensaje tatuado en su sucia lengua:

“Yo quisiera vivir en una Cuba cuya televisión jamás le conceda a Humberto López, ni a otros tan irresponsables como él, el derecho a denigrar, manipular e instigar a unos contra otros, y mucho menos le diera el derecho a sembrar en la mente del espectador la infamia de que inconformidad es sinónimo de mercenarismo”.

Después de analizar varias veces los despojos y acordar que el extinto es realmente el repudiado personaje televisivo, el doctor Matrero convoca otra junta para dilucidar qué hacer con el cadáver. Hay quien quiere que arda eternamente en la Termoeléctrica Antonio Maceo (Renté) pero el doctor Cajigal, de Las Tunas lo rebate con el fuerte argumento de que la Renté se descompone y sale de servicio. Entonces sugieren diluirlo en ácido, decisión peligrosa por los gases que desprendería.

Al final se ponen de acuerdo en una idea: rellenarlo de aserrín y enviarlo a La Habana. Pudiera estar en la puerta de Villa Marista, del ICRT o en el jardín de la casa de Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Y en verano sacarlo como muñecón en los carnavales.