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Ella espía tú espías y nadie expía

Si tuviera que describir en pocas palabras qué es un espía diría que es un chismoso con alma de chivato

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Ana Belén Montes, espía de Castro en EE. UU.
Armando Tejuca- ADN Cuba | Ana Belén Montes, espía de Castro en EE. UU.

Actualizado: Fri, 01/13/2023 - 15:10

Un espía es alguien que sabe todo de ti, pero que no se conoce a sí mismo. No sabe quién es, ni qué es, ni de dónde viene, aunque a veces sabe a dónde va porque obedece órdenes. El espía es alguien sin rostro o con muchos rostros y conoce pocas palabras: secreto, transmisión, jefe, informe, misión, orden, planes enemigos y “coño me descubrieron”.

Es como un micrófono abierto insertado a una cámara con un radio para transmitir y un aditamento con tinta invisible donde debía llevar sangre. Un espía es una persona con personalidad múltiple que un día olvida cuáles son los recuerdos que le tocan a su verdadero yo, o sea, “su él” o “su ella”. Cuando es un espía doble ya se convierte en un reto para la siquiatría moderna y hasta corre peligro de tener dos vidas y dos suegras. Lo único de lo que está seguro ese espía doble o triple es de su cuenta en el banco.

Si tuviera que describir en pocas palabras qué es un espía diría que es un chismoso con alma de chivato. El chisme lo usa para sentir el placer de saberle algo a alguien y la chivatería, para hacerle daño. Lo que diferencia a un espía de un vulgar chivato y de un insolente chismoso es la justificación, que suele ser, para él mismo, elevada y pura. El espía dice que lo hace para defender a la patria.

En el caso de Cuba, islita empobrecida por las ideotas de un caudillo que extinguió el picadillo, ser espía es una oportunidad de viajar al extranjero y vivir la vida que ese caudillo nos arrebató. Muchos sueñan con ser espías en el primer mundo, y a veces, por desgracia, les toca el tercer mundo, que sigue siendo una ventaja con respecto a la isla, que avanza sin freno hacia el cuarto o el quinto. Ahí está el caso de los cinco espías de la Red Avispa, que decían luchar por su país y contra el bloqueo, pero que solamente querían tener internet gratis en la cárcel. Por eso cuando alguien se hace espía en el primer mundo, pudiendo vivir de su trabajo y viajar con entera libertad, significa que es un hijo de perra de la cabeza a los pies.

Y hablando de perras y de sus hijos, acaban de poner en libertad a una espía que no podía decir que defendía a su patria, porque nació en una y vivía en otra, y su espionaje hacía daño a las dos. La única mujer que ha hecho más daño a Cuba que Mariela Castro ha sido la súper espía boricua Ana Belén Montes, liberada en estos días tras pasar 20 años en una prisión de máxima seguridad.

El Delirante en jefe, haciéndose el inocente, en su papelito de bobo noble dijo de Ana Belén Montes: “Una persona norteamericana noble y buena que está en contra de una injusticia, en contra de un bloqueo de más de cuarenta años, en contra de todos los actos terroristas que se cometieron contra Cuba, y es capaz de reaccionar de esa forma es una persona excepcional. Es una persona que plantea esa actitud y no por sentido de gratitud, sino por sentido de la justicia, merece respeto y admiración”.

La mayor diferencia entre Ana Belén Montes y Socorro, la chismosa del reparto Azotea, en Guanabacoa, es que los informes de Socorro solamente llegaban a los vecinos o al jefe del sector de la policía, en cambio, los de la súper arpía que espiaba en el centro mismo del imperio le llegaban directamente a Fidel Castro, una de las peores personas que ha parido madre, sociópata, sicópata, bastardo y rencoroso, que buscaba hacer el mayor daño posible con esas informaciones.

La boricua, nacida en la Alemania Occidental, parece haberle olido los sobacos a Stirlitz, el agente soviético cercano al Führer, y era la encargada del tema de Cuba en la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE. UU., que entre las cosas que mandó a la isla “también pasó información clasificada sobre un programa satelital secreto estadounidense que era tan sensible que a los fiscales se les prohibió usarla si el caso llegaba a juicio”.

Era tan mala, pero tan mala, malita y remalísima que dicen que esa información no estaba relacionada con Cuba, pero “los investigadores creen que Fidel Castro probablemente se la pasó a otros adversarios extranjeros como el iraquí Saddam Hussein”. No me extraña lo contento que se ponía el sapingolo de Birán cada vez que se aparecía en su oficina un tipo con sombrero hasta los ojos, gabardina oscura con el cuello subido, guantes y una cachimba de la que sacaba un papelito que parecía un turno para comer en La Romanita, pero que en realidad era el peso en libras de cada general del Pentágono y las pecas que tenían en la parte baja de la espalda. Ahí el Delirante se frotaba las cuidadísimas manos y sabía que le iban a entrar billetes por tuberías.

Ana Belén Montes por Lauzán
Ratana Belén Montes. Caricatura: Alen Lauzán/ ADN Cuba

Porque nos duermen diciendo que los espías, incluyendo al que ahora reparte regaderas y entrena chismosos y chivatos, intentan descubrir secretos del enemigo para que su país se defienda de agresiones, traiciones, presiones y opresiones, cuando la verdad pura y dura es que la información se vende y muy bien vendida. “La venta de información de inteligencia es la entrada principal de divisas que tiene Cuba, dijo el coronel Chris Simmons, exjefe de la unidad de contrainteligencia para Cuba en la Agencia de Inteligencia de la Defensa de EE. UU.”

Ese mismo señor Simmons, que estaba en el equipo que descubrió a Ana Belén Montes, dijo con absoluto conocimiento de causa: “Nunca había visto a alguien tan despiadado en toda mi vida”.

Claro que el coronel Simmons no vio a Fidel con rostro compungido hablando de Camilo Cienfuegos perdido en el mar, ni leyendo la carta de su cúmbila el Che Guevara, quemándolo antes de tiempo, ni la causa número 1 de 1989 donde le modificaron la salud a Tony la Guardia y al general Arnaldo Ochoa. Eso sí es ser despiadado, aunque la despiadez del hijo de Ángel y Lina comenzó mucho antes. Estaba perfeccionándola cuando se perdió rumbo al asalto al cuartel Moncada, que él mismo había organizado.

No sé si Ana Belén, en todo ese tiempo en canela en rama, y los cinco avispos utilizados por su heroica tontera se han dado cuenta de que el oficio de espía es un mal negocio y un peor oficio. Te sube la adrenalina a ti mismo, pero quedas fatal con la gente que un día confió en ti. Incluso con los supuestos amigos que te enviaron a espiar a los enemigos, porque nunca saben si los enemigos te convencieron para espiar a los amigos. Y lo peorcito que arrastra la espía Ana Belén es que Castro la haya alabado sea Dios, porque eso siempre mancha. Una mancha para la que no se ha inventado todavía un detergente efectivo. Sepan los espías que no expían que un día no dirán ni pío.

Que vaya la Montes para Cuba, que allí hay gente tan mala que la pudieran hasta querer. Si es tan buena persona y aguantó 20 años en mi término, soportará 20 más en la asfixia cubana. Y si a Gerardo, que es más inútil que ella, lo hicieron jefe nacional de chivatos en los CDR, que hagan a Ana Belén presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas no debiera asustar a nadie. A lo mejor ahí se descubre qué planes tiene la CIA contra las damas de la isla, por ejemplo, dejar libre a Fernando Bécquer, a quien hay que cortarle el pito y extirparle las cuerdas. Las vocales y las de la guitarra.