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Escondan al elefante

Escondan al elefante o será devorado muy pronto por las masas hambrientas.

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Armando Tejuca | Portada

Actualizado: Mon, 12/18/2023 - 07:22

Bajo tierra, disimulado con tablas y malezas, pintado de colores como si fuera una pancarta, o de verde, para que parezca un tanque de guerra, como sea, pero, por favor, es urgente:  escondan al elefante o será devorado muy pronto por las masas hambrientas.

Ha sido un año malo para los cubanos. Uno más después de todos los años malos que el amago de construir el socialismo tropical ha provocado en la isla. Y no se sabe, pero se presiente que el que viene será peor. ¿Qué se puede esperar de un gobierno que en 65 años no ha podido poner un invierno que valga la pena?, el mal está garantizado. Mientras exista el partido comunista, no habrá respiro ni prosperidad, salvo la de ellos mismos. El partido comunista ha logrado ser en Cuba “el perro del hortelano, que ni come ni deja comer”, es decir, ni produce ni deja que los demás produzcan.

El cubano ha ido perdiendo partes a lo largo y ancho del transcurso de la llamada revolución en Cuba. Cada vez que un dirigente abre la boca y menciona un producto, este hace plaf -el producto, no el dirigente- y desaparece delante de las narices de todos. No hay café, ni azúcar, ni papas, ni huevos, y ahora, desde hace casi un año, encontrar la dirección de cualquier cerdo, resulta imposible.

No se ve un puerco caminando por La Habana o por cualquier ciudad del interior. Ni siquiera llevando a sus puerquitos a recorrer la obra de la revolución, a la que le deben tanto. No se huelen, no se ven, no se oyen. Si dices la palabra cerdo, gorrino, chancho o marrano, no escuchas siquiera un chapoletear en las cochiqueras abandonadas. La última vez que sucedió algo parecido fue en aquellos años de período especial, donde la gente crio cerdos en sus casas y apartamentos como si fueran miembros de la familia.

Entonces estaban en balcones y bañaderas, y la gente llamaba a los veterinarios como antes se llamaba a las parteras ante un parto, y con su ayuda les operaban las cuerdas vocales para que ni se les oyera respirar. Fue una lástima, porque algunos ejemplares tenían tonos parecidos al de Plácido Domingo, y otros a Pavarotti, y perdieron la posibilidad de saltar a la arena internacional. Muchos puercos, entonces, desarrollaron una especie de susurro, al estilo de Vito Corleone en The Goodfather, con el que transmitían cualquier estado de ánimo. El miedo, la alegría, el hambre o el cansancio sonaban igual. Incluso mandaban a la gente al carajo sin que se dieran cuenta.

Hoy, tal vez debido a eso, los que nacieron a partir del año 2000, cuando creímos que se había terminado el período especial, aunque, en realidad, estaban preparando una más nuevo, más cruel y definitivo, ya venían con ese susurro cuando se les llamaba o comían sancocho. No se oye a ninguno. No despiertan a los humanos con su alegría desde los chiqueros al amanecer. O ya no hay o están presos. Es como si todos los cerdos de la isla hubieran pasado a la clandestinidad. Escondidos bajo tierra, sumergidos en la maleza o viajando hacia el norte revuelto y brutal en precarias motos acuáticas.

La gente los mira con cierto desprecio casi todo el año, menos en diciembre. Y no sabemos que “los cerdos son curiosos, perspicaces y tienen una excelente memoria”. Y nunca los aprovechó el gobierno para los Comités de Defensa. “Los puercos se encuentran entre las cuatro especies más inteligentes del planeta, por delante incluso de los perros” y de cualquier militante del partido comunista. Pudieran ser ministros, si los ministros del gobierno de Cuba no fueran tan cerdos.

Y solamente los queremos para asarlos en navidades, cuando “su nivel de inteligencia cognitiva (similar a la de un niño de tres años) les permite reconocer sus nombres, obedecer órdenes y utilizar espejos para encontrar comida”. Algunos cubanos han copiado el método de los espejos para encontrar comida y ni siquiera así lo logran. “Estudios han demostrado que los cerdos son capaces de recordar direcciones y encontrar su camino a casa, incluso a través de largas distancias, también recuerdan personas y otros cerdos”. Eso me hace sospechar que ciertos miembros del ministerio del interior no son seres humanos, sino que pertenecen a esta especie.

Pero llegó diciembre y casi no hay carne de cerdo. La producción ha mermado y el único culpable que aparece es el bloqueo. La prensa lo ha reconocido: “En el año 2018 Cuba produjo cerca de 200.000 toneladas de carne de cerdo y cinco años después alcanzar las 27.000 toneladas es casi imposible”.

Y ahora aparecen funcionarios usando frases que le dan más hambre al pueblo: "En comparación con lo logrado en 2018 -más de 200.000 toneladas- hay un sensible decrecimiento, por lo que urge atender integralmente la base productiva, desarrollar el extensionismo y desde la ciencia y la experiencia de los ganaderos seguir buscando soluciones a los disímiles problemas, entre estos lograr asegurar los insumos nacionales para evitar importaciones", dijo la doctora en Medicina Veterinaria Yusleidys Pérez Prats, directora general del Instituto de Investigaciones Porcinas.

Hasta hay un instituto para investigar a los puerquitos. Y ni siquiera así se logra producir, cuando el puerco solamente necesita sancocho o palmiche, una cerda y que lo dejen tranquilo sin ponerle la Mesa Redonda. La poca carne de marrano que hay está por las nubes, como si le hubieran salido alas a Porky. Un dato: “la caja de chuletas de cerdo importado de diez libras a 10.500 pesos, lo que equivale a 1.050 pesos la libra”. El gobernador de la provincia Villa Clara, Alberto López Díaz, dijo en una conferencia de prensa que "la carne de cerdo se comercializará a entidades administrativas de diferentes sectores". Cómo se ha llegado a esto, se preguntará cada cubano.

La frase “Mami, te voa comer toa” pierde hoy, ante la imparable crisis alimentaria cubana, toda su carga procaz y machista, y se convierte en una real amenaza caníbal. Y como no hay carne de cerdo, el elefante se convierte en tentación, en la mayor tentación, esté en el circo o en el zoológico. ¿No dicen que, si no hay pan, casabe? Ahí está: Si no hay puerco, elefante.

Aunque habrá excepciones: por iniciativa del coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, Gerardo Hernández Nordelo, se distribuirán chicharrones de cerdo, a razón de uno por cuadra, para que los miembros del CDR los chupen y no pierdan el sabor de ese animal que siempre ha sido tan cercano al cubano, y del que que ahora lo ha separado el criminal bloqueo. Los responsables de vigilancia pasarán por cada núcleo familiar para garantizar que nadie chupe el chicharrón más de lo que le toca. Así el cubano no olvidará el sabor del puerco.