Socialismo anticastrista, ¿es posible?

De la perfidia del socialismo, la resistencia cubana debería estar convencida. Sin embargo, en un escenario latinoamericano, la democracia constituye un peligro mayor para la libertad de la isla
 

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Hace una semana Javier Larrondo, de la ONG Cuban Prisioners Defenders, destapó un intercambio de correos electrónicos que revelan manejos secretos entre los socialistas del Parlamento Europeo y diplomáticos castristas, con el objetivo de concertar acciones que frenaran el impulso mediático del Movimiento San Isidro (MSI) y evitaran abordar la situación de los derechos humanos en Cuba.

Las recientes filtraciones confirman la imposibilidad de una relación productiva entre la novísima resistencia cubana y el socialismo europeo.

“Me pregunto si queréis avisar vosotros a la Embajada de Cuba o aviso yo. El gabinete de [Josep] Borrell ya está al tanto”, preguntaba Pilar Ruiz Huélamo, una cabildera castrista en Bruselas.

El destinatario del correo era Javier Moreno Sánchez, presidente del Partido Socialista Español (PSOE) en la Eurocámara y negador de la dictadura. Sus declaraciones con respecto al régimen cubano se hacían eco de las emitidas hace poco por el desacreditado diplomático Alberto Navarro.

Pilar Ruiz no está sola, como ella hay cientos de esbirros españoles trabajando clandestinamente en contra de la democracia en Cuba. Sin embargo, el grupo de consulta de nuestra raulista en Bruselas se llama, irónicamente, “Socialistas y Demócratas”.

De la perfidia del socialismo, la resistencia cubana debería estar convencida. Sin embargo, en un escenario latinoamericano, la democracia constituye un peligro mayor para la libertad de la isla. Cada proceso electoral en la región supone una amenaza para los cubanos y cubanas que luchan por su emancipación. Cada plebiscito puede cerrar otra puerta a la disidencia y crear insuperables obstáculos a su programa.

Si Lula da Silva regresa al poder en Brasil o si Pedro Castillo gana en Perú, si Luis Arce desbanca a Jeanine Áñez, o Cristina Fernández de Kirchner es absuelta por un juez liberal, la resistencia cubana recibe un revés. En cualquier parte donde se presente a las urnas, el socialismo seguirá siendo el enemigo del pueblo cubano.

Lo mismo sucede con las organizaciones académicas regionales secuestradas por los socialistas. Hasta hace poco, la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) operó sin contratiempos, y sin que un solo académico levantara la voz en contra de sus prácticas discriminatorias y antidemocráticas. El apoyo a la dictadura castrista y sus políticas no podía ser cuestionado en LASA, so pena de exclusión y reprimenda. El Movimiento San Isidro ha tenido un efecto cismático también en esos predios.

Pero los mismos profesores que condenan las prácticas de LASA se comportan como perfectos socialistas en cualquier otro escenario. Cuando Robert Unanue, el presidente de Goya Foods, aceptó una invitación de Donald Trump a la Casa Blanca, una hueste de catedráticos ofendidos firmó una carta pidiendo el boicot de los frijoles Goya. La mentalidad unipartidista de la academia norteamericana menosprecia, casi instintivamente, el voto y las preferencias políticas de sus contrarios.

En un reciente artículo en el New York Times, la profesora Lilian Guerra hace una certera evaluación de Luis Manuel Otero Alcántara y el Movimiento San Isidro. Su excelente balance de las prácticas racistas, sexistas y homofóbicas de la dictadura, cierra con un párrafo donde la académica introduce una deslucida petición de levantamiento del embargo.

¿Boicot de frijoles y suspensión del bloqueo? ¿Acaso no ha sido demostrado, más allá de cualquier duda, que el levantamiento del embargo solo beneficiaría a la camarilla militar que trafica con profesionales de la salud en condiciones de esclavitud moderna? ¿No es sabido que el castrismo recibe remesas multimillonarias sin conceder a cambio derechos ciudadanos? Si hubo un boicot a Sudáfrica en tiempos de apartheid, ahora existe un moderno apartheid en Cuba: solo la estrechez de miras de un socialista establece distinciones entre ambos.

La administración de Donald Trump había expresado en términos inequívocos lo que solo el cubano podía conocer acerca del socialismo, y que el resto del mundo tenía miedo a preguntar. Que un “payaso racista, imperialista y derechista” denunciara al totalitarismo cubano de manera tan contundente e inspiradora, y que la acusación no hubiera sido formulada por el PSOE, LASA o Black Lives Matter, habla horrores del socialismo.

Si a un afrocubano rapero de San Isidro pudo parecerle que Donald Trump era una mejor alternativa presidencial que el títere de Díaz-Canel, deberíamos atender con sumo cuidado la gravedad de su declaración: tal es la clave que los socialistas escamotean, y tal es la variante académica del sectarismo que les impide ver por dónde van los tiros en San Isidro.

El efecto transparencia de las políticas trumpistas se hizo sentir tanto en la mente del repartero como en el bolsillo de los generales, una glásnost que se refleja también en el mínimo de coherencia que exigimos hoy del Partido Demócrata, la academia americana y el Parlamento Europeo.

Sin visas de cinco años y una Western Union en cada cuadra, ni los colonialistas programas de estudios de las universidades yanquis, aprendimos a reconocer nuestras limitaciones. La necesidad y la frustración, no el intercambio, redimieron fuerzas largamente dormidas en la conciencia del cubano. A golpes de ensayo y error, el trumpismo nos hizo marchar contracorriente y asumir una actitud crítica ante cualquier forma del socialismo que bien podría ser el equivalente de la perestroika.

Escrito por Néstor Díaz de Villegas

Poeta y ensayista cubanoamericano. Su más reciente libro es José Martí: Estados Unidos en la prosa de un inmigrante (Vintage Español), de próxima aparición.

 

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