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Querido doctor Manolo

Los médicos huyen del país en masa y los envían a "misiones internacionalistas", que son poco más que una forma encubierta de trabajo forzado. Se les cambia por dólares como si fueran mercancía en vez de profesionales vitales.

Actualizado: May 3, 2024 7:55am

Querido doctor Manolo:

No sabe ni imagina cuántas veces lo he ido a buscar al policlínico. 

Al principio quisieron embarajarme, engañarme con justificaciones, o justificarlo con engaños, pero yo insistí. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo (menos el que inventó todo este desastre, que fue diablo desde joven). Sé que hay otros especialistas, aunque cada vez quedan menos. Ayer, el que estaba consultando cardiología era el chofer de la ambulancia, el mulato ese que le dice “asere” a todo el mundo. Por eso dice mi vecina Juana, la comuñanga, que aquí se supera todo el mundo.

Volví varias veces y hasta pasé cerca de su casa. Me dije que a alguna hora yo lo iba a poder encontrar y creí que usted no aparecía porque estaba muy solicitado y había que sacar turno. Por eso, el otro día me fui de noche y marqué para verlo. Me sorprendió que yo hubiera cogido el uno, porque no había nadie, pero después de mí empezó a llegar gente, y a preguntar quién era el último. Hasta la policía se apareció. Seguro alguien pensó que iban a vender medicinas o que sacarían pollo. Es que lo que pasa aquí no sucede en ninguna parte.

Después me enteré de la verdad, a usted también lo mandaron para el extranjero, de misión. Como esto siga así van a tener que ir mandando también a los enfermos para afuera, por lo menos a los que necesitamos vernos con un especialista. En el policlínico ya casi no hay nadie. La única persona calificada que quedaba era Caridad, la chusma, la que limpiaba, y creo que esa también cogió cajita y se fue para afuera como ginecóloga.

Ahora en el policlínico están dando taichí, y también hay unas manicuras en donde sacaban sangre. Hay una bola de que buena parte del edificio lo van a entregar a familias damnificadas, para que vivan ahí. A lo mejor no lo han hecho porque en este país casi todo el mundo ha sido damnificado. Al que no le quitaron tierras, le tumbaron una casa, pero a la gran mayoría nos arrancaron de cuajo las esperanzas y las ganas de vivir.

Hay un par de locales del policlínico que siguen usándose también. En lo que era la consulta de pediatría, ahora las parejas hacen cuchi-cuchi. Antes atendían a los niños y ahora los hacen allí. Si me quiere creer, hágalo, no en balde usted era mi médico preferido. Me atendía las dolencias y me dejaba gusanear, aunque yo pienso que era que a usted le gustaba. Lo de gusanear, digo, porque yo sé que a usted no le gustan las viejas. Bastantes que se le encueraron y usted no hizo ni jí. Algunas de ellas empezaron a decir que usted era pájaro, pero a mí no me engañó nunca. Yo sabía que a usted lo que le gustaba era refinar petróleo, que siempre lo vi con algunas prietas. Aunque una vez lo vi con un prieto, pero a lo mejor era amigo suyo de cuando era chiquito. Solamente uno besa en la boca a los amiguitos de la infancia. ¿O no?

Mire qué maleducada soy. Llevo tiempo metiendo muela y todavía no le he preguntado cómo está, ni si ha comprado mucha pacotilla. Porque para eso creo que se van los médicos en misión internacionalista. Porque allá afuera hay los mismos enfermos que en Cuba, aunque una vecina mía dice que esa es una nueva forma de esclavitud y que el gobierno los cambia por dólares. Algo de eso debe ser cierto. Usted era muy niño cuando las casas del oro y la plata. La única cosa de oro que quedó en el barrio fue un diente que tenía Bejuco, el del agro, pero un día dejó de reírse y nadie supo si lo había vendido o si todavía lo conservaba.

Mi sobrina Cucusa, que es la que oye en el barrio radio Martí, me dijo que habían dicho que se nota en policlínicos y hospitales la falta de medios diagnósticos como ultrasonidos, rayos X o la endoscopía. Bueno, con decirle que ahora aquí la gente se está atendiendo con el babalao. A Yanisleidis, la santera, la usan solamente para ultrasonidos, porque tiene fama de “oírlo todo”. Y Felito, el de las manos grandes, sigue trabajando de proctólogo, aunque nunca se graduó de medicina. Es profesor de educación física. 

Ojalá que le vaya bien, doctor, porque dicen que México es muy bonito. Aunque a mí no me gusta la cara del presidente -la del de aquí tampoco-, le noto cierta expresión de sinvergüenza -al mexicano- que no parece mexicano, porque, que yo sepa, todos los charros y mariachis usan bigotón y parecen hombres. Este me suena medio que a Cantinflas. Y tiene cara de bruto -el de allá y el de aquí-. Y ahora, sabiendo que le compró a Cuba todas esas vacunas para el COVID-19, que no están comprobadas de verdad, me cae peor. Un hombre al que no le importa si los niños de las vacunadas van a nacer con tres patas y seis ojos, es una persona repugnante. O no es una persona.

También el AMLO ese me cae mal, porque ese tipo lleva a cada rato al hijo de Consuelito Vidal a cantarle. Debe ser el único que le aguanta la vocecita esa y los gallos que se le van. El presidente ese está empeñado en llevar médicos cubanos y va a dejar la isla sin doctores. Mi sobrina oyó que “los gremios médicos de allá denuncian que los acuerdos con La Habana se producen pese a que son miles los profesionales de la salud mexicanos desempleados”. Lo único bueno que tienen los médicos mexicanos es que, si no encuentran trabajo porque se los tumbó uno cubano, se pueden a poner a cantar rancheras, y con eso no se mueren de hambre. Aquí no, ni rancheras, ni salsa. Y los médicos acá sí se mueren de hambre, porque muchas veces lo vi a usted volándose turnos, sin desayunar ni almorzar.

Me imagino que ya usted allá tendrá sus pacientes, y que lo quieren, porque usted es muy bueno. Desde que usted se fue mis dolencias han empeorado. Tengo malestares en el interior y una flojera tremenda. Hasta la vista me ha empezado a fallar. Fíjese que el otro día que no se fue la luz, estaba viendo el noticiero y a todos los dirigentes del país los veía gordos, gordísimos, como que no cabían en la pantalla. Luego me dijeron que están así, que yo no tengo nada en la vista, ni en ninguna parte, que lo mío es debilidad, y que el día que coma, se me quita. 

Ojalá y usted no se enamore de ninguna enfermera de allá, o de algún camillero, como pasó aquí una vez. Y pueda regresar con nosotros. Con los que queden vivos, doctor. Pero yo sé que lo de México no para, ni parará, que ya “son 768 los profesionales de la salud cubanos exportados a ese país, y que en días próximos arribarán otros 123, entre ellos un grupo de especialistas en Medicina Familiar”. Eso se llamaba, en mi época, “desvestir un santo para vestir a otro”. Deberían hacer un hospital en el aeropuerto. Por lo menos para los casos más graves.

Ah, y no lo digo para que se preocupe, pero ya sus hijos le dicen “papá” a Marcelino, el camionero que se puso a vivir con su mujer.

Atentamente, Esperanza Labrada.