Los últimos tiempos en Cuba nos hacen recordar aquellas palabras de Jesús a los fariseos: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres” (Mateo 23,4).
No se trata de esta pandemia, ni de la otra. No se trata de esta medida, ni del “reordenamiento”. No se trata de una ideología u otra. Se trata, como dice el pueblo, de todo “esto”, de “la cosa”. Ya la gente dice en las calles sin mucho miedo: ¡Qué malo se ha puesto “esto”! ¡Qué fea está la “cosa”! Y la gente tiene razón.
Hagamos un breve resumen de eventos y decisiones que han agravado exponencialmente la situación ya crítica de Cuba:
- La demostrada ineficiencia del modelo socio-económico y político.
- Los efectos de la pandemia, el confinamiento y la renuencia a comprar vacunas probadas.
- Aplicar las medidas neoliberales llamadas “reordenamiento” en el peor momento.
- La casi ausencia de turismo y la disminución de remesas.
- La falta de alimentos y medicinas como nunca antes.
- Las leyes y decretos que se están preparando o aprobando son para menos libertad. Lo jurídico, en lugar de dar seguridad y derechos, se está utilizando para amenazar y meter miedo al ciudadano.
Se ha formado lo que algunos economistas han llamado una “tormenta perfecta”, que es la coincidencia en el tiempo de varios factores determinantes de una crisis. Además de los anteriormente mencionados, se han sumado estos y otros:
- El gobierno confió en que Biden quitaría parte, o todas, las medidas de Trump y no ha sido así. Siempre dependiendo de las decisiones de otros, aunque hablemos de soberanía.
- Cuba no paga sus deudas con los 22 países acreedores del Club de París porque no tiene liquidez (dinero) por la ineficiencia y la cerrazón de su sistema. En el 2019 solo pagó una fracción de la parte mínima de la deuda ya renegociada en el 2015, año en el que esta institución perdonó 8 500 millones de dólares de los 11 100 millones que Cuba debía. Después de esa condonación Cuba solo debía pagar el 1,5 % de la deuda total pendiente. En el 2020 Cuba declaró que no podía pagar nada del plazo correspondiente. Ahora volvió a pedir renegociar. Pero solo le otorgarán un nuevo plazo de pago. Cuba no puede honrar sus deudas porque no tiene dólares, aunque ahora diga la presidenta del Banco que no saben qué hacer con los que tienen.
- El 10 de junio del 2021 el Parlamento de la Unión Europea (UE) aprobó una Resolución sobre la violación de los Derechos Humanos en Cuba que pudiera afectar el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación de esa comunidad de países con la isla. Es el documento de la UE más crítico con Cuba desde el cese de la Posición Común. Es otro estilo, pero denuncia la misma y dura realidad.
- El mismo 10 de junio del 2021, en la tarde, se cambia el tema de la Mesa Redonda para que el Banco Central de Cuba (BCC) anunciara que “los bancos e instituciones financieras no bancarias cubanas, según corresponda, no aceptarán dólares estadounidenses, en efectivo, de personas naturales y jurídicas, tales como depósitos en cuenta bancaria y compraventa de monedas, hasta tanto se reviertan las condiciones que dan lugar a esta medida.” Esto se hará efectivo el 21 de junio de 2021. Ahora diciendo que tienen dólares, pero no tienen salida.
Es evidente que todas estos eventos y decisiones están relacionados entre sí y tienen como causa radical y principal “la falta de compromiso y voluntad del régimen cubano por realizar avances, aunque sean mínimos, hacia un cambio”, como expresa la mencionada Resolución de la Unión Europea aprobada por 386 votos a favor y 236 en contra, con 59 abstenciones. La otra causa es la ineficiencia del modelo económico cubano que ha sido demostrada a lo largo de más de 60 años.
Dicho esto, que son causas y consecuencias, nacionales e internacionales, que provocan el actual agravamiento de la crisis, decenas de veces rectificada sin cambiar el modelo y otras decenas de veces da como resultado el empeoramiento y el desgaste de la vida de los cubanos, quiero proponer a la reflexión algo que todos sentimos y sufrimos, pero que con frecuencia se esconde detrás de la cortina de humo del comentario y el bandazo del día.
Toda la carga cae sobre las espaldas del pueblo cubano
En efecto, las consecuencias de esa “tormenta perfecta” compuesta de todo lo relacionado anteriormente y de mucho más, caen sobre el ya exhausto pueblo cubano. Y la responsabilidad primera y última de que esto siga así es nuestra: de los cubanos de aquí y de la diáspora.
La proclamada continuidad del empecinamiento del poder impide los cambios necesarios. Aún peor, el intento de reciclar la esencia del sistema para copiar alguna variante asiática en una Isla del Caribe, comenzada además en el peor momento de la historia del último medio siglo, han uncido sobre la espalda de los cubanos la peor de las cargas: aquella que obliga al sacrificio de todo un pueblo para mantener el poder de unos pocos y reciclar un modelo que “no funciona ni para nosotros mismos”, como reconoció Fidel Castro.
Lo peor es que para todo ello no contaron realmente con la opinión ciudadana, no existe un clima de libertad ni un espacio plural y democrático, para que los cubanos nos expresemos sin miedo, porque ya sabemos que lo esencial, lo verdaderamente decisivo, no se ha consultado nunca. Ahora solo mencionaremos algunos ejemplos recientes:
- La llamada Tarea Ordenamiento se decidió en secreto y se anunció en el peor momento porque la subsistencia no da más, y no se consultó.
- Cargar sobre los bolsillos de los cubanos de aquí y de allá, el intento de sufragar el salvataje de la empresa estatal socialista, subiendo los precios más allá del aparente incremento de salarios, no se consultó.
- La imposición de tiendas en las que se compra con moneda libremente convertible, que no es con la que se paga, no se consultó. Nos dijeron que eran unas pocas y ya son la inmensa mayoría. Nos dijeron que no eran para productos esenciales y ahora están desabastecidas de ambas categorías, esenciales y suntuarias.
- Y lo último: el jueves de una semana de decisiones internacionales graves, se anuncia de repente, que ni los dólares que, con gran sacrificio, remesan nuestros familiares y amigos, van a ser aceptados por los bancos en lo adelante por un tiempo provisional (recordemos lo “coyuntural” de la situación de septiembre del 2020). Pero sí podrán ser ingresados masivamente en un breve plazo de 10 días. Tal es la asfixia. Esto nos ha hecho rememorar las lamentablemente famosas “Tiendas de recaudación del oro y la plata”. Las contradicciones del anuncio y las sucesivas aclaraciones solo hacen empeorar la medida, suscitando en los cubanos, que tienen menos acceso a la información, interrogantes que pertenecen al reino del absurdo: ¿Hay o no hay dólares en el Banco Central de Cuba? ¿Quieren pagar algo de la deuda al Club de París con la repentina recaudación de estos diez días o presionar a los Estados Unidos a través de nuestros familiares allá para aflojar las medidas de Trump? ¿Cómo reaccionará el pueblo: depositará todos los dólares que tienen en los Bancos para nunca más verlos, o los esconderá “bajo el colchón” en espera de tiempos mejores? ¿Por fin, cómo se puede ordenar este ordenamiento tambaleante?
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Nada de esto tiene explicación clara y convincente, todos tenemos teorías y suposiciones. Cada explicación oficial complica y obscurece el panorama. Lo único que sí está claro es que, por el empecinamiento de no cambiar, se acumulan sobre las espaldas, los bolsillos y la pobreza de los cubanos cargas sobre cargas que están resultando insoportables. Aún más, inviables. Todavía más, invivibles.
Aun así, no quiero dejarme vencer por el desaliento, no quiero cerrarle la puerta a la esperanza. Me cuesta cada vez más encontrar luces en medio de esta tiniebla atrincherada. Cada vez más me convenzo de que hay que volver a lo que dice la Biblia, es necesario “vencer el mal a fuerza de bien” (Rom12, 21). Ya no puedo poner la confianza en lo que no la merece. Mi primera confianza es en el mismo pueblo cubano que sufre y sobrevive. Tengo la serena convicción de que los cubanos haremos los cambios, reconstruiremos el país y resucitaremos el alma de la nación. Baso esta confianza en los “signos de los tiempos”, en la “maduración de la cosecha” y en esa perseverante e incansable capacidad de recuperación de los cubanos.
Pero no bastan la confianza y la esperanza para arreglar esta situación. Hay que pensar y trabajar duro y bien. Hay que prever y proponer qué hacer en cada sector del país, con visión larga y pasos cortos. Es por ello que el Centro de Estudios Convivencia lleva seis años “pensando Cuba”, construyendo consensos con cubanos de la isla y de la diáspora. Usted puede encontrar en el sitio web del CEC nueve informes de propuestas por sectores. Uno de los documentos, que es fruto de ese “Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba”, es el relacionado con los cambios económicos estructurales que Cuba necesita, y se llama: “La economía cubana a corto, mediano y largo plazo: visión y propuestas”.
Ya estamos haciendo lo que humanamente podemos, pero a veces nos desanima el cansancio y el sufrimiento durante más de 60 años. El tiempo se agota. La vida pasa. Cuando esto nos abate y necesitamos, más que todo, mantener ese aliento de vida y trabajo creativo, acudo al que es el Padre de todas las luces y el Señor de la Historia: Dios. Cuando todo se cae, Él es nuestra única esperanza. No una esperanza alienante y ansiolítica. Esperanza en el espíritu que Él ha sembrado en el corazón de cada cubano. Esperanza por el compromiso y el despertar de este noble y sufrido pueblo del que formamos parte.
Dios, el tiempo y nuestro esfuerzo ponen todo en su lugar. Todo es hasta un día. Aunque todo no se podrá hacer en un día. Pero por un día se empieza. Abramos, entre todos, la puerta del cambio y la esperanza.
Portada: Foto de Yenier Martínez Carrillo/ ADN Cuba