El 11 de septiembre de 2001 tuvieron lugar los atentados dirigidos contra puntos estratégicos de los Estados Unidos. Los ataques fueron perpetrados por la organización terrorista Al Qaeda y constituyeron el mayor ataque terrorista contra los Estados Unidos, causaron casi tres mil víctimas mortales (2.753 muertos). Transcurridos veinte años de los atentados un porcentaje considerable de las víctimas (40%) no ha sido identificado formalmente.
¿Qué significó el 11-S para el mundo?
“El 11 de septiembre significó el fin de invulnerabilidad para las grandes potencias y evidenció, lamentablemente, la eficacia del terrorismo como instrumento de acción política. Esto ya se sabía, pero nunca había sido puesto de manifiesto en una escala tan grande, organizada y tremenda. Para algunos también significó el inicio de la "decadencia" de Estados Unidos. Esto no lo comparto en absoluto”, respondió el exvicecanciller y embajador argentino Fernando Petrella.
“El mundo cambió para siempre”, dijo el experto Mariano Caucino. El autor de Rusia, actor global. El renacer de un gigante y la inquietud de Occidente (2015) y de La Rusia de Putin. Mito y realidad del liderazgo post-soviético (2016), sostuvo que: “por primera vez, el país más poderoso de la Tierra fue atacado en su territorio continental, causando una conmoción de alcance global y dando inicio al tiempo histórico en el que vivimos”.
Caucino, exembajador argentino en Israel y especialista en relaciones internacionales, añadió que hubo tras los atentados un intento de Moscú por limar asperezas con Washington: “¿Cómo podemos ayudarlos?”, preguntó Putin desde el Kremlin”.
“La amenaza del terrorismo islámico existía antes del 11-S. Vale la pena recordar, aunque ahora parezca extraño, que el primer líder que se solidarizó con el presidente Bush fue Vladimir Putin porque los rusos también han enfrentado la amenaza del terrorismo islámico en su territorio, no en esa dimensión, pero la amenaza existía”, corroboró Dudley Ankerson.
El exdiplomático británico también observó que “hubo eventos anteriores al 11-S que hicieron que los organismos de inteligencia tuvieran conocimiento tanto de la capacidad de Al Qaeda como del peligro que representaba el terrorismo islámico y digo islámico porque ellos mismos, los terroristas que cometieron esta atrocidad, dijeron que actuaban en nombre de Alá”, puntualizó el consultor y experto en temas de seguridad desde Londres.
“Putin equiparó los hechos con los sucesos en torno a la guerra en Chechenia. Y desoyendo el consejo de sus propios “halcones” del establishment militar, que recomendaban tomar ventajas del desconcierto que por esas horas dominó a Washington, Putin optó por no cumplir el deseo de los sectores duros, quienes pretendían “devolver gentilezas” recordando cuando Occidente aprovechó su debilidad en los noventa para expandir la OTAN. La entonces asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice anotó en sus Memorias que ese día se convenció de que "la Guerra Fría realmente había terminado”, analizó Caucino para la prensa de Buenos Aires.
Lea también
Desde Santiago, Jorge Sahd señaló que “se impuso el concepto de "guerra contra el terrorismo" que cambió al enemigo: ya no apuntó a un Estado o país en particular, sino a grupos fanáticos religiosos que usan el terrorismo para causar conmoción. El 11-S generó un cambio fundamental en materia de seguridad de los Estados Unidos y, entre otras cosas, aumentó el presupuesto a niveles inéditos y creó nuevas agencias públicas con una pesada carga burocrática para el sector público.
En lo inmediato, Estados Unidos se transformó en una suerte de "policía del mundo" y hubo una restricción importante a las libertades civiles, en aras del orden y la seguridad”, añadió el director del Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile (CEIUC). En lo que respecta a las percepciones, tras el 11-S “la sensación de inseguridad se apoderó de la vida de las personas. El miedo se impuso y llevó a aceptar sacrificar libertades individuales importantes. El miedo individual creó una sensación de peligro permanente que luego justificó la invasión a Irak (2003) por supuesta amenaza de armas de destrucción masiva”, indicó Sahd.
¿Cómo impactó el 11-S la política global y securitaria de Occidente tras los ataques perpetrados por Al Qaeda?
“El primer impacto fue que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó una serie de Resoluciones bajo el Capítulo VII (obligatorias para todos los Estados) declarando el terrorismo crimen contra la paz, consecuentemente de lesa humanidad (no prescribe), injustificado en cualquier circunstancia y que debe ser combatido por todos los medios (by all means) de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas. Esto siguiendo la Resolución 1373/2001 (24 septiembre), pero luego hubo otras que reafirmaron estos conceptos.
Además, Kofi Annan declaró que el terrorismo era el principal violador de los derechos humanos. Las Resoluciones se ocuparon también de quienes inspiran al terrorismo, lo financian y lo encubren, sin lo cual el perpetrador no podría actuar. El terrorismo busca generar, primero resentimiento, luego frustración al no poder canalizar legalmente el resentimiento y, finalmente, la acción”, documentó el diplomático.
“La guerra contra el terror también alimentó un mayor sentimiento antiestadounidense en el mundo islámico, generó mayores niveles de frustración e ira en los Estados fallidos, siendo estos un terreno fértil para el fundamentalismo religioso”, dijo Sahd.
“El terrorismo, igual que la agresión, nunca fue bien definido en el Derecho Internacional, pero hay consenso en el sentido de que el terrorismo es el uso de la violencia indiscriminada para obtener fines políticos. El "nudo" de este concepto es que debe ser indiscriminado, afectar a personas inocentes, esa es la única manera de generar el terror que permitiría los cambios políticos o los objetivos buscados.
Cuando el Consejo autorizó el uso de todos los medios para combatir el terrorismo facilitó procedimientos no convencionales mediante inteligencia y actores encubiertos. Esto puede generar abusos, muchas veces aberrantes, como se evidenció en América Latina al combatir el terrorismo guevarista (Argentina) y en Guantánamo con el terrorismo yihadista. Incluso la prestigiosa revista The New Yorker publicó artículos sobre los abusos llevados a cabo en Guantánamo sobre sospechosos de Al Qaeda”, documentó Petrella, quien fuera embajador ante la Organización de las Naciones Unidas hace unos años.
El exdiplomático británico notó que los eventos del 11-S propiciaron un mayor énfasis y atención en relación con el terrorismo islámico e hicieron que los Estados Unidos asumieran, a partir de ese momento, políticas más intervencionistas en materia securitaria: “Con el 11-S cambiaron las relaciones internacionales porque introdujeron el tema del terrorismo islámico. Ese cambio de énfasis en los órganos de seguridad de Occidente, hicieron que estos países dedicaran esfuerzos, recursos y buscaran aliados para combatir la amenaza del terrorismo islámico, ello implicó establecer alianzas con regímenes que antes evitaban por su historial de abusos a los derechos humanos.
Adicionalmente, hubo actividades de índole securitario que antes no eran toleradas, por ejemplo, en el caso de los Estados Unidos, implicaron actos de tortura y abusos con los sospechosos o supuestos terroristas, conocidos posteriormente. La legalidad y las leyes internacionales se vieron golpeadas con estas prácticas y disposiciones.
Tras los eventos del 11-S, las intervenciones en Medio Oriente buscaron impedir que desde allí se volviese a atacar el territorio norteamericano. Tuvieron lugar en Irak, en Afganistán y, también, en Libia, para en parte, solo en parte, procurar la seguridad de Occidente, no solo la seguridad de los Estados Unidos. Como se sabe varios países de Occidente participaron de estas intervenciones”, reconstruyó Ankerson.
“Los Estados Unidos, principal potencia promotora de las instituciones que mantuvieron la estabilidad mundial durante más de cuatro décadas, estuvieron dispuesto a fijar sus propias reglas y políticas en la lucha contra el terrorismo, aunque estas tensionaran el orden multilateral.
En términos geopolíticos, mientras Washington se concentró en las acciones militares, Pekín se enfocó en su desarrollo económico redimensionando su poderío. Del momento unipolar, pasamos a una creciente bipolaridad estratégica entre ambas potencias”, resaltó el académico chileno, quien notó que el impacto del 11-S en América Latina se dio primero en términos económicos, con la caída de la economía estadounidense y luego con la presión que recibieron aquellos países que se opusieron a la invasión de Irak en 2003.
Lea también
Por otra parte, la denominada "guerra contra el terrorismo" marcó el inicio del déficit público norteamericano que alcanzó una década después sus mayores niveles, esbozó Sahd. “El 11-S hizo que la economía se volviera más frágil, pero la resiliencia de los mercados financieros fue extraordinaria: ya a fines de 2001, Wall Street volvía a los niveles previos al atentado. Las consecuencias se vieron más a mediano plazo”, explicó.
¿Cuáles fueron los errores y las lecciones que dejó este deplorable evento que marcó un inicio turbulento del siglo XXI?
“El gran error fue imaginar que se podía combatir el terrorismo islámico cambiando los regímenes de esos países (Irak o Afganistán). Esa fue una política errónea. Desde el principio fue una ilusión. Pensar que podrían instaurar democracias de tipo occidental en sociedades que tienen otra historia, tradición, cultura y religión y que no se van a convertir en democracias de tipo occidental. Fue un error de la administración de George W. Bush y de sus aliados.
Otro gran error fue la invasión a Irak. Dudo que sin los eventos del 11-S los Estados Unidos hubieran obtenido apoyo para estas acciones. Ese fue un gran error, sin duda”, cuestionó Ankerson. “Si el liderazgo de Bush se reforzó tras el 11-S, la invasión a Irak debilitó su imagen mundial y en parte la de los americanos”, confirmó Sahd. “Además, Sadam Hussein no era patrocinador del terrorismo islámico. De hecho, lo combatía internamente.
En resumen, los atentados del 11-S cambiaron la percepción en las relaciones internacionales respecto a la seguridad y a las amenazas (anteriormente las amenazas eran percibidas como probabilidades de guerra entre Estados, tal y como ocurrió durante la Guerra Fría, la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Corea, etc.), pero después del 11-S la posibilidad de guerra entre Estados se vio desplazada por la amenaza del terrorismo islámico (organizaciones terroristas y actores). Es decir, la seguridad internacional adquirió otra dimensión: la amenaza que representa el terrorismo islámico.
Particularmente, apoyé el aplastamiento de Al Qaeda en Afganistán, pero estuve en contra de la invasión o la presencia de tropas occidentales porque nunca estuvo claro para qué estaban ahí. ¿Estaban ahí para defender los derechos de las mujeres? Eso era una ilusión en una sociedad de esas características. ¿Estaban ahí para combatir el narcotráfico y la producción de heroína? Eso se hace de otra manera. Al final, parecía que los países de Occidente estaban ahí porque no sabían cómo salir de allí. La idea era la de construir un Estado moderno y eso siempre iba a ser un fracaso. Lo que hemos visto en las últimas semanas es una tragedia muy predecible”, zanjó el experto británico.
Para Petrella, en consonancia con Ankerson, “el error mayor fue la invasión a Afganistán desde la suposición que inyectando dinero, occidentalizando las costumbres y actuando militarmente se podían cambiar siglos de historia y hábitos sociales. Ahora bien, pocos recuerdan que la intervención fue autorizada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero el Consejo no revisó la situación ya que nunca una intervención de ese tipo puede durar veinte años.
Demostró también que las soluciones mediante el uso de la fuerza no son eficaces ni admisibles a la luz de los criterios actuales. No es posible destruir totalmente al adversario al estilo de la Segunda Guerra Mundial. Creo entonces que la lección que dejaron estos eventos es que hay que educar a los jóvenes en políticas de paz y evitar el resentimiento, asimismo, comprender que el uso de la fuerza o la amenaza del uso de la fuerza puede ser eficaz en un principio, pero debe estar acompañada de acciones diplomáticas que busquen, prontamente, un compromiso sustentable y duradero.
Finalmente, hay que abandonar el "espíritu de cruzado" (Kissinger) y acomodarse lo mejor posible a las realidades de un mundo como el de hoy. Esas realidades en el pasado eran lejanas y no afectaban nuestro orden de valores pero ahora están más cerca y próximas e influyen mediante redes sociales, migraciones y las limitaciones actuales del "Estado de bienestar".
Un factor positivo, aunque teórico, es que el terrorismo fue puesto fuera de la ley y rechazado de manera contundente”, subrayó Petrella, quien se aparta de las lecturas que han comparado Vietnam con Afganistán, “salvo en la evacuación” que “fue humillante”. “No obstante el desastre de Afganistán creo que el mundo hoy es más democrático que treinta años atrás y, por otra parte, la enorme mayoría de refugiados desea ser relocalizada en países de Europa, Estados Unidos o Canadá, es decir, en democracias de Occidente.
Las legítimas aspiraciones de estos ciudadanos de vivir en paz y con libertades deben dar fuerza y esperanza, aunque es cierto que el 11-S cambió muchas cosas, incluso nuestra forma de viajar”. Si “alguna lección puede extraerse de la atrocidad del 11 de septiembre y de las decisiones adoptadas en su consecuencia”, anotó Caucino, “quienes hacemos propia la causa de la libertad, los derechos humanos y el repudio al terrorismo debemos entender que estas nobles causas estarán mejor atendidas a través de una política realista y prudente, ante un mundo que finalmente es como es. Colmado de oportunidades, pero también impregnado de peligros y desafíos”.