El 10 de octubre un capitán de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) fue a mi casa a citarme para un interrogatorio en la Quinta Estación. Cuando llegó, sabiendo yo qué día era, le rechacé el saludo.
Solo fue a notificarme que tenía que acudir al interrogatorio, a la hora que ordenaban. Le pedí que me hiciera un documento oficial. En ese momento le tomé una foto.
Le pregunté hasta cuándo la policía iba a permitir que la Seguridad del Estado los cogieran para sus trajines, si son dos cuerpos diferentes a pesar de pertenecer al mismo Ministerio del Interior (Minint). El capitán reconoció que él pertenece a una fuerza represiva y estaba cumpliendo con lo que le pidieron. Hablamos unos minutos más y le pedí disculpas por no saludarlo cuando llegó.
Apenas se fue el oficial, informé en Facebook y Twitter sobre la citación. Al rato me llama el “mayor Ernesto” diciéndome que no era necesario ir a la estación de policía, eso se pudo evitar, que no hace falta que la PNR esté por el medio y que él tenía que tratar un tema conmigo. Podía ser en un ambiente de confianza…
Quedamos en el parque de Jaimanitas, al oeste de La Habana, a las 12. Dejé el teléfono en casa. No recomiendo ir con teléfono a un encuentro con la Seguridad, puede pasar cualquier cosa.
Me senté en el parque a esperar. Al rato me avisan que están en el Círculo Social conocido como “el Marcelo”. No fue el lugar que acordamos, pero me trasladé hacia allá.
A los dos agentes que aguardaban por mí nunca los había visto. El mayor y el primer teniente de la Seguridad del Estado son los nuevos asignados a mi caso, los números 14 y 15. Sí, como leen: 15 agentes de la policía política han estado pendientes de mí como si fuera un terrorista o delincuente. Así se maneja este país que tiene un régimen de terror desde hace más de 60 años.
Al principio el mayor Ernesto no supo cómo entrarme. Le dio un poco de vueltas al asunto, mientras yo solo escuchaba. Lo detuve cuando dijo que las revistas independientes ADN Cuba y Diario de Cuba son “el enemigo”. ¿Vinieron a quitarme la regulación?, pregunté.
Para los que no conocen, el régimen “regula” a muchas personas por cuestiones políticas. Es una de las tantas medidas de represión que implementa contra quienes se le oponen, entre ellos artistas, escritores, periodistas, activistas…
Es una prohibición que impide hacer trámites con tu pasaporte y salir fuera del país, violatoria del artículo 52 de la Constitución cubana: “las personas tienen libertad de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio nacional, cambiar de domicilio o residencia, sin más limitaciones que las establecidas por la ley”.
¿Vinieron a quitarme la regulación? ¿Me van a permitir irme del país? Me dijeron que ellos estaban para ayudarme, que nos estábamos conociendo ahora, pero que tienen la solución para mi problema.
Mi problema lo crearon ellos al regularme. No soy un delincuente ni un terrorista ni tengo antecedentes penales ni he cumplido sanción. Me regularon como escarmiento, por no seguir sus ideas y por plantarles cara al defender los derechos culturales y los derechos humanos de los cubanos y las cubanas.
Los agentes trataron de sortear el asunto y llegar a la cuestión que les interesa: mi activismo político. Si en un encuentro anterior con uno de la Seguridad este me dijo que no les preocupaba mis redes sociales, que yo no era una persona de interés para él, ahora los nuevos me cuestionaron el uso de mi Facebook y Twitter, entre otras cosas.
El mayor mencionó el tema del supuesto “mercenarismo” y el enemigo y preguntó qué creo yo de lo que sucede en Cuba. Quería saber cuánto cobro por escribir artículos en ADN Cuba y entonces lo volví a interrumpir.
El anterior “compañero que me atiende”, el mayor “Angelito”, siempre trató de que me fuera del país. Incluso una vez propusieron sacarme para Estados Unidos y les dije que era un país que visitaría en algún momento, pero en ese momento no.
Los nuevos agentes se aparecen ahora como si quisieran realizar el mismo proceso y a cuestionarme por qué escribo en la prensa independiente, o por qué hago publicaciones que tienen que ver con la marcha pacífica del 15 de noviembre. Incluso me preguntaron cómo subsistía en Cuba y les dije que mi mujer vive afuera y me ayudaba (no me avergüenza, estoy muy orgulloso de ella).
Por eso me enfoqué en el verdadero problema, que es mi regulación, porque con la Seguridad no hace falta hablar ni explicarles sobre la situación actual del país. Ellos no están para arreglar los problemas de Cuba, sino para salvaguardar los intereses de la mafia que nos gobierna.
El mayor dijo que no esperó que el encuentro fuera de esa manera y yo no estaba entendiendo “mi situación”, que la solución de mi problema estaba en mis manos y entonces volví a interrumpir: “Mi vida está en las manos de ustedes, lo que me suceda es responsabilidad de ustedes, sí me atropella un auto, o me meten preso es responsabilidad de ustedes dos”.
El oficial afirmó que podía “hablar” con mi hermano y mi mamá y le dije que dejara la falta de respeto. Me paré y los miré a los dos mientras hablé: “Dejen a mi familia tranquila. Mi madre es una mujer mayor y enferma de leucemia, si le sucede algo esto se va a volver un problema mucho mayor”.
Mi madre acaba de superar la COVID-19, incluso un día se quedaron sin oxígeno para ella en el hospital. Todo eso les conté y de paso que les tenía miedo, sería un estúpido sino les tuviera miedo. Pedí permiso y me fumé par de cigarros, estaba nervioso.
A la Seguridad del Estado la vida de nosotros no les interesa, solo les importa mantener el poder de la cúpula comunista, como sea. La prueba fue el estallido social del 11 de julio, cuando el presidente Miguel Díaz-Canel dio “la orden de combate” para una guerra civil. Eso es lo que defienden ellos.
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Para nadie es un secreto que mi pareja vive en México y quiero irme con ella, hacer una familia. La Seguridad del Estado lo sabe. Si tanto interés tiene la policía política en que salga del país, ¿por qué me regularon?
El mayor Ernesto, tras más de una hora debatiendo sobre mi regulación ilegal, me dice que ellos lo que quieren es ayudarme y quitarla, pero antes debo firmar una declaración donde abandono mi activismo político. Creo que me vieron cara de bobo.
Ellos mismos me dijeron que la prohibición de salida lleva tiempo quitarla, que no está en sus manos la autorización. Sin embargo, me piden que les firme un papel y que después de eso, ellos eliminan la regulación. Sí, definitivamente me vieron cara de bobo.
Les respondí que no. Que me la quiten y me voy. Todos felices. Así evitamos perder el tiempo un domingo al mediodía. Además, la regulación es ilegal, y ni siquiera me han dado información oficial sobre por qué me hicieron eso.
“Todas las personas tienen derecho a solicitar y recibir del Estado información veraz, objetiva y oportuna, y a acceder a la que se genere en los órganos del Estado y entidades, conforme a las regulaciones establecidas”, establece la Constitución.
Según el mayor Ernesto tengo que firmar la declaración, y listo. Basta con revivir la experiencia de cada cuál para saber que no puedes confiar en la policía política. Mi respuesta volvió a ser no. Si la querían se las firmaba en el aeropuerto, antes de abordar el avión.
Pero a ellos quién les garantiza que yo no voy a seguir con mi activismo político cuando esté fuera de Cuba, dijeron. Respondí que mi prioridad es mi mujer, hacer una vida juntos, que en el capitalismo hay que trabajar mucho y no hay tiempo para redes sociales.
El mayor preguntó qué les doy a cambio si me quitan la regulación. Yo, yo soy el cambio. ¿Qué más que yo esté fuera de Cuba, ahora mismo, en medio de la crisis política donde están tratando de sacar del país a toda una generación de opositores?
Ganan ellos si nos vamos de Cuba, lo saben. Pero al parecer temen lo que pueda hacer cuando esté afuera, cuando a mí lo que me interesa es ir con mi pareja al estadio de fútbol (pobrecita la voy a obstinar).
El otro oficial intercedía para ordenarme que escuchara al mayor. Todo el tiempo estuve hablando alto, había música ruidosa en ese lugar.
Dos veces en medio del interrogatorio les dije que no fueran a sacar los tanques a la calle. El primer teniente preguntó a qué venía eso y yo seguí con el tema de mi regulación.
A la segunda vez que lo mencioné el mayor rio. Y se lo dije: ríete, llega a la oficina, cuéntales a todos que Maceo está loco, pero no saquen los tanques para la calle, porque va a ver una masacre.
El mayor también reía mientras insinuaba que mis amigos eran malas personas, que él no decía nada para no faltarme al respeto. Yo les dejé claro que era antimperialista y tan revolucionario como ellos, y que además ninguno de los dos era mi enemigo.
Ernesto aprovechó otra vez para tocar el tema de lo que estaba sucediendo en Cuba, los que los tiene verdaderamente preocupados. La convocatoria a la marcha pacífica el 15 de noviembre les eriza la piel porque saben que el país está despierto y listo para el cambio. Cuba se cansó de la opresión.
Entonces el mayor me dijo que yo no quería irme y no era inteligente. Le aclaré que, si me quedo regulado en Cuba, o si me meten preso por cinco, diez o 20 años, me jodí, me tocó perder. Ernesto dijo que ese era mi problema, y tiene algo de razón, por eso no voy a firmar ningún papel.
Los agentes quedaron en verme la semana que viene, quieren venir ellos dos junto a su jefe, que me lo pensara bien. Hablaron como si yo no estuviera consciente del odio que le tienen a la sociedad civil cubana y, sobre todo, como si no supiera que están intentando fabricarme algo para enviarme a prisión.
Dejo claro una vez más qué yo no he cometido ningún delito. En la Constitución dice que en Cuba hay libertad de expresión y cumplo con eso. No tengo antecedentes penales ni le debo nada a nadie. Lo mío es escribir poesía y amar a una mujer que está lejos. Bendiciones.