Supuesto presidente de la República (perdón por decirle presidente y por considerar a Cuba como República) Miguel Díaz-Canel, encargao por ahora:
No sabía a quién dirigirme para manifestar mi molestia, incomodidad y total rechazo a todo lo que está pasando en este platanal de Bartolo al que todavía llaman isla, sobre todo a esa absurdidad o absurdición que acaba de aprobar el conjunto de anófeles del que usted y el otro gordo, de apellido Murillo, son responsables con ese desorden que llaman “Ordenamiento”, y que son los 124 trabajos prohibidos para cuentapropistas.
De más está comunicarle que estoy exhausto y emocionalmente inestable, colérico y encarbonizado o encarbonado por las limitaciones gubernamentales que ponen a mi quehacer creador, quehacer que, si me faltara, ya no sabría qué hacer. Y cuando pienso que los sesudos que dirigen este país han aprendido la lección, la vuelven a defecar con alegría intestinal y movimiento giratorio imparable.
¿Por qué prohíben que los demás hagan cosas que ustedes nunca han podido hacer? ¿Por qué no prohíben, por decirlo rápido y claro, el trabajo de presidente, que ninguno de los anteriores ha sabido o podido ejecutar y usted apunta a lo mismo? ¿Y lo de Secretario del Partido? ¿Quiere algo más inútil que el trabajo de Secretario o Ideólogo del Partido? Claro, yo sé que ninguno de esos son trabajos por cuenta propia, pero son actividades absurdas y menos productivas que las que han enumerado ustedes en esa lista. Han demostrado que lo único que saben hacer bien, muy bien, es prohibir y destruir, frenar, obstaculizar y eso a cualquiera le sale bien. No hay que ser un profesional para meter la pata.
Yo lo he dado todo por este país. Mi ocupación es creativa. Lo mismo le armo un dirigente con copias de uso que le fabrico un policía con piezas defectuosas. Soy el doctor (por cuenta propia) Frank Epstein, pero los jodedores del barrio abreviaron el nombre y me dicen solamente Frankestéin.
Que hayan prohibido la elaboración de azúcar por cuenta propia, pase, lo entiendo. No es plan dejar a que la gente en sus casas tome la iniciativa y fabrique el azúcar de la cuota y más para vender. Cualquiera monta un ingenio a domicilio, porque ingenio tiene cualquier cubano, y ustedes van a quedar mal, porque va y esa diminuta institución particular puede fabricar lo que no pueden los pocos centrales azucareros que todavía funcionan. Además, si la gente se pone a fabricar azúcar por su cuenta, ¿qué van a robar los distribuidores o los bodegueros?
También comprendo que era necesario prohibir el cultivo de plantas narcóticas. Si ya con lo que fuman en la Mesa Redonda, basta. Y que no autoricen la extracción de carbón de piedra y lignito porque esa última palabra no la saben pronunciar los policías, y se pudiera armar un caos. Y hasta apoyo que prohíban la extracción de petróleo crudo y gas natural. A lo mejor alguien encuentra petróleo en el patio de su casa y se pone a extraerlo, y no deja dormir al vecindario.
Pero ustedes han puesto en esa lista muchas cosas que aliviarían a la población. Yo, de pensar en algunas, me alivio solo. Por ejemplo, lo de maquetación de libros, transmisiones de radio, exhibición de películas y cintas de videos, trabajos de galerías de arte comerciales y la construcción de buques y otras embarcaciones. No sé si en ese capítulo entran las balsas, porque le aclaro que las balsas no entran, las balsas salen. ¿Y qué me dice de no poder fabricar vehículos automotores? Yo, lo que es fabricar locomotoras, no lo había pensado, pero a lo mejor me da un día por eso.
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Pero hay otras iniciativas rentables que el estado no ha sabido crear, mantener, dirigir o desarrollar, y por eso me revienta que prohíban a los periodistas independientes que dan de verdad las noticias y eso nos obliga a sonarnos al bigotón Serrano y al mentiroso ese de Humbertico; y que no permitan cosas tan buenas como gestión de salas de conciertos, de video, galerías de arte, librerías, excepto la venta de libros de usos, casas de cultura, teatros y otras instalaciones similares, y los trabajos de bibliotecas físicas o digitales, archivos y centros de información o documentación.
También prohibieron los trabajitos de alojamiento y servicios de comida, y el transporte por vía aérea, que no está aclarado si se considera transporte por vía aérea que yo le diera a usted una patada en el culo y caiga en Cayo Guillermo o en la otra cuadra.
Yo mismo, afectado por todo, ya no sé cómo voy a suplir los faltantes como la pintura para actos de repudio y homínidos femeninos integrados, pero sin educación, cuyo nombre común es “gente chusma, pero revolucionaria”.
Ahora les estaba armando un posible ministro de cultura que no dé manotazos y mira cómo me pagan.
No les ha bastado con prohibir, cercenar, limitar, bloquear, criminalizar muchas de las actividades que realizo en mi taller-laboratorio, sino que hasta me han puesto a un ciego en la esquina para vigilarme. A lo mejor no ve, pero se las huele todas. Y qué oído más fino tiene el puñetero. No me pierde pie ni pisada. Sobre todo, las pisadas.
Lo peor es que le han enseñado la cancioncita esa de Raúl Torres con la chiquita que chilla, y el tipo me la canta catorce o quince veces al día y estoy al dejarlo en la puerta de la Liga contra la ceguera.
Sé que esta carta no servirá porque usted no decide nada de nada, y a los militares que lo mangonean a usted y a la economía les resbala también, pero al menos me he desahogado.
No quiero protestas si le devuelvo al vigilante de la esquina cantando “Ya se acabó. Tú cinco nueve, yo doble dos; sesenta años trancado el dominó”.
Hasta la vista, baby.
Ilustración de portada: Armando Tejuca, exclusiva para ADN Cuba