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Carlos Manuel Álvarez: estornudos para españoles

Carlos Manuel Álvarez hace la defensa, en el diario español El País, de lo que él llama “su gesto”, y me pinta como “acuarelista local” y “notario costumbrista de la secuela”

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Carlos Manuel Álvarez: estornudos para españoles.
Ilustración: Alen Lauzán | Carlos Manuel Álvarez: estornudos para españoles.

Actualizado: Tue, 03/28/2023 - 20:33

Carlos Manuel Álvarez hace la defensa, en el diario español El País, de lo que él llama “su gesto”, y me pinta como “acuarelista local” y “notario costumbrista de la secuela”. Digamos que Carlos trata, pero la invectiva no es lo suyo. Aunque, ¿qué no es lo suyo últimamente?

Tanto la jinetización del espíritu deportivo, como los odiosos discursos de recibimiento del Team Asere pronunciados por Díaz-Canel y compañía, refutan cada una de las sencilleces que Carlos expresó y sigue expresando en entrevistas y artículos. Poco importa que en su nota de El País no consigne explícitamente mis opiniones: el Comité Central en pleno ha dedicado quince minutos de choteo a sus filípicas.

Hace cuatro años, Carlos escribió para el mismo medio un excelente obituario contra Roberto Fernández Retamar, y las ciberclarias del Minint lo fulminaron. Yo he escrito sobre el activista que saltó al ruedo impelido por un afterthought, el que no pierde oportunidad de acusar de fascismo al exilio cubano, y Carlos me trata peor que las ciberclarias lo trataron a él.

Carlos ataca al mensajero, pero mi mensaje es simple: “Llegaste a Miami y ya cometiste tu primera mayamada”. ¡Bravo y olé! ¿Qué hay de costumbrista en eso? Costumbrismo es que la gente acuse a Carlos de ser el rompegrupo de San Isidro. Porque el costumbrismo es, a menudo, inercia mental, y lo que digo, a contrapelo del consenso, es que en el estadio LoanDepot, Carlos vino a ser el clásico aguafiestas. ¿Cómo es posible que les robara el show a El Sexto y al activista de Fantu? Y después de su corrida, ¿alguien recuerda el nombre del tipo de Fantu?.

Ahora Carlos se sobreexplica en un largo artículo para españoles y mata la poca frescura de “su gesto”. Un gesto que, en propiedad, fue un robo de base. Si los editores de El País tuvieran una pizca de sentido común, le hubieran aconsejado pasarse con bola; pero, si conocieran Miami realmente, le hubieran encargado el reportaje a Ramón Saúl Sánchez.

Según Carlos, yo le robé “el gesto”, pero él, en El País, le roba la identidad a Miami. Para El País, Carlos escribe boberías retóricas como: “Me conmovió su presencia, ¿cómo era posible que ese señor no pudiese vivir en su país?”, conociendo de sobra que el señor de marras es un connotado contrarrevolucionario, como tantos otros en el estadio, y que el castrismo desterró a los señores –y El País a los contrarrevolucionarios– hace décadas.

Solo para El País, Carlos se pone cursi: “No hay ruta hacia la libertad que no profane nuestro altar de la emoción”. Solo para El País, adopta el tono de niñete conciliador. ¿O será que el gesto del estadio ha conseguido revelar los límites de Carlos Manuel Álvarez? ¿Esto era todo? Escuchémoslo hablar en el podcast El Desvelo, del grupo INSTAR en Telegram:

“Yo estaba hablando de un bisne del fracaso, en el sentido, no de la federación cubana, sino de toda la institución oficial del exilio o de la opinión pública del exilio a la hora de… casi cualquier gesto que ocurra dentro del escenario de la nación cubana, asumirlo como una derrota. Siempre, en todos los casos, entregarle la iniciativa, e ir y actuar de forma reactiva con respecto al poder político cubano”.

¿Alguien podría explicarle a nuestro politólogo de moda que los “bisneros del fracaso” contribuyen siete mil millones de dólares anuales a la economía de la nación cubana? Son, de hecho, más de tres millones de contribuyentes sin representación política, debido a que la privación de toda iniciativa es el pilar sobre el que se sostiene el castrismo.

Carlos entra al estadio LoanDepot, divisa a Ramón Saúl Sánchez rodeado de cámaras, y pregunta quién es. Le susurran al oído que se trata de uno de los líderes históricos del Exilio. Setenta y dos horas más tarde, escribe que “le conmovió su presencia” y lo trata como si lo conociera de toda la vida: “Un tipo específico de patriota en extinción, un hombre elegante, austero y pausado, que vestía guayabera”. ¿De veras? ¿Ramón Saúl? El teatro bufo del Exilio debe estar ahogándose de la risa.

Carlos vestirá de hípster si se encuentra en Williamsburg, y de niña barbuda si la tendencia es trans. Carlos puede citar en una misma frase a Lyotard y a Vin Scully. Si lo aprietan un poco, meterá en el potaje a la Szymborska y a Michelet. A eso llaman hoy inclusividad. Ignoro cómo se llamará tirar por la borda a NDDV, que todavía es escritor de plantilla en El Estornudo.

¿No sería mi error haber destapado la pulsión sicótica de “su gesto”? Carlos Manuel coloca siempre la primera persona en el centro de su gramática, y pienso que si alguna vez decidiera cambiar de pronombre, escogería “elles”. Tal vez en La Habana del 27N, su campaña autorreferencial pudo haber sido el origen del eslogan: Actually, I’m in San Isidro. ¿No hablaba el escritor, ya desde entonces, en nombre de “todes”?

Encontré en aquel momento grandes diferencias entre Pichi Perugorría, Clandestinas y Carlos Manuel, tres actores situados en las inmediaciones del mismo reparto. Ahora, puesto bajo la lupa, creo que el trío encarnó, más bien, las distintas maneras de la mercantilización mediática. Últimamente, Carlos ha reculado a la fórmula Actually, I’m in Miami, y dudo que las creadoras de la tienda de ropa desaprovechen esta oportunidad. El Miami demonizado de los patriotas en extinción, que nunca le interesó a la prensa española, es el tema de los escritores que trafican actualmente con la historia del Exilio.

Cuando Carlos explica “su gesto” a los lectores españoles, el viejo eslogan sufre nueva remezcla y se transforma en Actually, I’m in Madrid. Sabrá dios qué cosas oiríamos si Carlos hablara de pelota en Santiago de Chile, Medellín o Port-au-Prince. Los equívocos son difíciles de explicar a un público ajeno, pero van bien en las pecheras de los pulóveres. Elijo para mí, en todo caso, el de “Acuarelista de cibersolar” antes que el de “Cubanito de reparto en el país de los gallegos”.