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Banquete con bancarrota: Dávalos, Gucci y Humberto visitan Londres

Pero lo fabuloso del convite en el restaurante Luciano no fue el bistec florentino a 75 libras esterlinas. La sorpresa llegó después del postre...

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Banquete en bancarrota
Armando Tejuca | Séquito castrista de visita en Londres

Actualizado: Fri, 01/27/2023 - 15:25

La reina Isabel II de Inglaterra subió al trono en 1953, el año en que Fidel Castro asaltó el cuartel Moncada, y falleció en 2022, después de reinar siete décadas, lo cual da la medida del tiempo majestuoso que el castrismo ha detentado el poder.

Raúl, que también participó en el asalto, hoy vive en una finca más grande que Balmoral, Kensington y Windsor juntos: la Isla de Cuba. Si contamos a chavistas, sandinistas, senderistas y pejistas, más los partidarios de Lula, Ortega, Petro, Boric y Evo, la prole de Castro sobrepasa el número de vasallos de la Commonwealth en sus días de gloria.

¿Hay discrepancia entre los términos “palacio” y “revolución”? Únicamente para los que después de 64 años no hayan entendido que el castrismo es una variante del absolutismo. El autor italiano Loris Zanatta ha llamado a Fidel Castro, “el último rey católico”, lo que significa que sus hijos, sobrinas y nietos vendrían a ser delfines e infantas.

Tal concentración de poder absoluto está amparada en la prédica de la dictadura virtuosa, distinta de las que asolaron otras naciones, como Argentina y Chile. En un discurso ante los mandatarios de la CELAC, Inácio Lula da Silva advirtió que “a los cubanos no les interesa el modelo brasileño, ellos tienen su propio modelo”. En ese nuevo paradigma, una misma familia manda por 64 años (el tiempo que reinó Queen Victoria) sin consultar a la plebe.

La realeza castrista viaja en jet y limusina al país de Margaret Thatcher para atender un caso de bancarrota, en los momentos en que el duque de York remata su chalet suizo, valorado en 22 millones de dólares, para pagar deudas. No existen diferencias entre los grandes despilfarradores, ni entre las grandes decadentes: si Lady Di dedicó su vida a la causa de los afectados por el VIH, la infanta Mariela tiene todo un ministerio dedicado a la cosa LGBTQ+.

Los Castro, como los Windsor, se hacen representar por un séquito de sicofantes, testaferros y alabarderos. La elegancia de esas comitivas varía de un país a otro, y puede llegar a lo grotesco.

Lourdes Dávalos, abogada de garroteros e hija del licenciado Rodolfo Dávalos Fernández, el Fouché del Meliá, apareció recientemente en el restaurante Luciano de Londres con una parka Gucci y una copa de champán barato en la mano. Luciano es un restaurante de segunda, y solo una nueva rica que integra la servidumbre de los Castro puede considerarlo especial.

La confusión de Dávalos obedece al desconocimiento de los caprichos gastronómicos castristas. Los burócratas que matan de hambre al pueblo disfrutaron en Londres una cacerola de disidente ensalchichado y una bien merecida copa de vino tinto en sangre. El triunfo de San Isidro le permitió al vocero Humberto López regalarse una cena de filete miñón. 

Según el escritor Norberto Fuentes, Fidel solo ingería el yogurt extraído de las ubres de vacas lecheras F1 y F2. Para el almuerzo, langosta y ceviche de su propia pesca, enganchados al anzuelo por los buzos del G2. En los momentos difíciles en que el anciano líder necesitó entretenimiento, sus guardafronteras hundían un remolcador y daban de comer niños a los tiburones.

Pero lo fabuloso del convite en Luciano no fue el bistec florentino de 75 libras esterlinas, ni el escalope de pollo de 24: son esos los precios inflacionarios de cualquier metrópolis. La sorpresa reservada a los testaferros castristas llegó después del postre y los chupitos, cuando la gordita chea en su poncho de poliéster se aventuró, medio achispada, más allá de las puertas del restaurante.

Lo que encontró afuera fue un cimarrón de Guanabacoa con el celular en ristre, o quizás un asere de Granma exiliado en Croydon: ¡Un cubano libre, más raro que un filete florentino!

Con gesto insolente, el cubanazo le plantó un teléfono en la cara a la leguleya. Por menos que eso, Humberto López le hubiera entrado a galletas a cualquier cubanita. “Are you ok? Are you looking for someone?”, le preguntó Lourdes la garrotera.

Sin dudas, el gusano exiliado estaba looking for trouble. De la burundanga pasó, en cuestión de segundos, al tortazo de merengue verbal. Tras el vidrio nevado, ya con la mano en el picaporte, Humbertico decidió hacer mutis por la cocina. Un gabán de JC Penny y una bufanda verde dejaron un rastro arratonado en las pantallas de un millón de celulares.

En ese punto, el cubano londinense estaba listo para su descarga. Todavía a Lourdes le quedaban ganas de preguntar una vez más: “Looking for someone?” El hombre, que en su acaloramiento apuntaba al piso con el teléfono, tuvo el tiempo justo para expresar algo patriótico e irrebatible, algo que todos los cubanos hubiéramos querido decir y no dijimos por no haber estado allí, en Londres, frente al Luciano. Algo a lo que Humberto López solo pudo responder huyendo, y la licenciada en cheancia, fingiendo que no conocía a Humberto.

Reproduzco a continuación el diálogo, cortesía de Ernesto, su protagonista

—¿Tú eres cubana, verdá? ¿Y él es Humberto López, verdá?

—Él está en una mesa al lado de la mía...

—Sí, sí, yo sé...

—¿Tú lo conoce...?

—Claro, si él es el que sale en la televisión…

—Ahh, no porque tú…

—¿Ese no es el que sale en la televisión?

—Lo están poniendo en las redes ahora…

—Ah, ¿tú no sabías quién era?

—Está al lado de nosotros en una mesa...

—Claro, si tú vas de Gucci y todo eso…

—Sí...

—Vaya, tú eres chivatona igual que él. ¡Tú eres chivatona igual que él!

—No, para nada…

—Claro que sí, ¡ustedes son la peor calaña que hay!

—Puedes decir lo que quieras…

—Ustedes hablan de la revolución y no sé qué má, y mírate a ti, en un restaurante supercarísimo, aquí en Londre, haciéndote la salvaje, la finísima, la charpa Gucci y toas tus cosas y la revolución, y los cubanos muriéndose de hambre…

—Eh…

—No te cojas pa eso, no te cojas pa eso. Yo sí soy libre, oíte, ¡a mí sí no me importa!

—Uh…

—(Al valet del restaurant) No, they don’t care you know why?

—(El valet) Why?

—Because they don’t give a fuck. Because they are big mafia. You are the big mafia. You are the big mafia…

—No, tú estás equivocado...

—No, yo estoy clarísimo. Mira, yo fui presidente del CDR, yo fui de la juventud, yo fui to' eso, y to' lo de ustedes fue un engaño.

—Tienes que tener cuidado porque eso está prohibido aquí.

—Aquí no, ¡yo estoy en un país libre y ustedes son unos descarao!

—No, no, no. Estás en un restaurante privado, tienes que tener cuidao...

—Yo no tengo cuidao, ¡yo soy libre!

[Momento en que Humberto sale corriendo]

—No te esconda papi, no te esconda. No te esconda asere, que tú sabe lo que tú da. Mira… tú sabe lo que tú da. Mira, no comas tanta mierda chica, ¡huh! Mira cómo… porque él sabe. No, no, no, they are together, they are togetha. You don’t know my love, you don’t know nothing. Mami, you don’t know nothing…”.


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