Adiós billete, te quise mucho, aunque valieras lo que un cartucho
En el país solamente queda papel para las citaciones de la policía
Actualizado: August 11, 2023 8:08am
José Antonio Pineda murió en La Habana el martes pasado y su último deseo fue llevar en sus manos un billete de mil pesos con la cara de Julio Antonio Mella.
No fue posible. Lo único que pudo sacar su familia de uno de los pocos cajeros automáticos que aún expedían moneda nacional fue uno de 500, verdoso, con la imagen de Ignacio Agramonte, el Mayor. Entonces sucedió algo muy extraño: el difunto Pineda no quiso soltar el billete y la familia en pleno tuvo que hacer mil inventos para arrebatárselo de la mano, porque en el más allá ese dinero no vale. Y en el más acá tampoco, pero llevaba el rostro de un mártir, un heroico jefe mambí, y eso hay que conservarlo en el hogar. Para colmo de males, en su trabajo le debían dos meses de salario por falta de liquidez.
Hicieron bien. Imaginen qué desastre sucedería en la nación si todos los que se mueren quisieran ser enterrados con un billete de 500 pesos en las manos. Cuántas bajas en el Ejército mambí. Qué agujero en la economía y qué crisis se desataría si merman los billetes de banco de cualquier denominación y baja el poder adquisitivo de... bueno los...con un billete así u otro la...y se podría comprar... En fin, si sucediera eso habría cubanos insepultos porque no alcanzan los billetes de 500 pesos, ni los de 100, ni los de 50. Ninguno. Si en el país solamente queda papel para las citaciones de la policía.
Cuando por fin los familiares de Pineda tuvieron los 500 pesos en la mano, Ignacio Agramonte rompió a llorar pensando que esa era la última vez que vería a cubanos que lo querían y que por culpa del estatal Banco Central de Cuba (BCC) tendría que cuidar de que no se le unieran más mambises para no sobrepasar el límite de 5000 CUP que habían puesto. Nueve más como él y hasta ahí, nadie rescataría a Sanguily. Algo le decía al Mayor que la cosa estaba muy mala y que en algún momento tendría que volver a la manigua redentora con el generalísimo Máximo Gómez y el Titán de bronce Antonio Maceo, porque el gobierno cubano estaba en quiebra y querían sacar el dinero de circulación.
Y el pobre Martí, allá en el fondo, insignificante, triste, luego de que todos los mequetrefes lo han citado y usado para justificar las cosas más injustificables, se destiñe todavía más, ya sin valor alguno, porque para tener presencia con su billete de un peso tendría que reunir a una tropa de mil como él si quisieran que su opinión tuviera peso. Y es eso mismo, no puede hacerlo porque el peso no vale nada, y Martí, el Jóse, el apóstol, el que arrastró una cadena y una bola de hierro que le provocaron varicoceles, es como un cero a la izquierda, o mejor dicho, un cero por culpa de la izquierda, y solamente existirá un día en un museo.
En el museo de la Revolución, en la sala de Marino Murillo, donde estarán todos esos billetes, desde José Martí, el uno, verde y pálido, hasta Julio Antonio Mella, en el de mil, con cara de que se acaba de enterar de lo hija de pústula que era Tina Modotti a pesar de lo buena que estaba.
Ahora se ha formado la que es, un correcorre parecido al hundimiento del Titanic, con la diferencia de que en el Titanic había luz y comida. Una noticia siniestra amenaza con asolar la isla: “Las autoridades del estatal Banco Central de Cuba (BCC) anunciaron que a partir del jueves 3 de agosto los pagos de salarios e intercambios financieros de la economía en la Isla serán a través de transacciones electrónicas y no de efectivo cuando las sumas excedan los 5.000 pesos cubanos (CUP). El CUP es fao a las mallas en todo el territorio nacional. Después de aquella “tarea de ordenamiento” se acabaron de desajustar los pocos cerebros que permanecían aún medio ajustados.
La confusa confusión bastante difusa viene a complicarse con cosas como estas: “Los funcionarios reconocieron el deterioro de los cajeros automáticos en Cuba, que según el BCC, están afectados "por la falta de partes y piezas de repuesto, otra muestra de las afectaciones del bloqueo", si bien es la escasez de efectivo el verdadero problema”. No hay dinero cubano por el bloqueo, eso es todo, y ahora habrá que morir en manos del monopolio estatal, Etecsa, que está tal como antes. Un periodista ha puesto la podrida, puso el dedo en la llaga cuando preguntó: “¿Pueden prescindir los cubanos del uso del dinero en efectivo en su vida diaria, si en la Isla casi todo se resuelve 'por la izquierda?”. Desaparecer el dinero físico es un atentado a nuestras tradiciones y al folklore de la isla.
A eso le llaman “bancarización”, no “banalización”, pero es más un desbanque que inventaron ahora los que han desbancado al país. Suena también a “barcarización”, porque ese barco de seguro se hundirá. La población está que arde. La gente está inquieta y molesta, pero ¿cuándo el pueblo cubano no ha estado inquieto y molesto desde el 1 de enero de 1959? Todos buscan un culpable, que si Gil, que si Murillo, que si el Ñato sin Casa. Y olvidan que el culpable de todo lo que ha pasado y pasará con el dinero en Cuba lo tiene el presidente norteamericano Franklin Delano Rooselvet, que jamás le envió el billete de diez dólares que le pidiera en una ingenua carta el jovencito Fidel Castro, que contaba entonces con solo 14 años de edad, o sea, que ya había perdido la leche a los 7 años y estaba a punto de que lo agarrara el Servicio Militar Obligatorio a los 16.
Un billete americano, unos míseros 10 dólares que nunca había visto el hijo de Lina y Ángel. Y Franklin lo tiró a mondongo, poniendo la primera piedra al criminal bloqueo que vino luego. De ahí para acá hasta las consignas estaban equivocadas. No era “Patria o muerte”, ni “Patria y vida”, sino “Rooselvet mamarracho, dale el dinero al muchacho”, o “Rooselvet pajarito, manda los dólares del chiquito”. Pero no, o no recibió la carta, o le dijeron que desmayara eso, y ese desdén irritó al futuro Delirante en jefe de una manera que, cada vez que miraba un mapa y veía los Estos Unidos, se arrancaba un pelo de la barba y gritaba “No los queremos, no los necesitamos”.
Pero sí nos necesitan. Hubo un momento en que en la isla comenzó un huelemelacolcha con los dólares que no se sabía qué hacer. Un día eran malos. Al otro, buenos. Gente que haló cinco años por posesión de 5 fulas, a dólar el año. Y después todo era en esa moneda, y hasta inventaron otra moneda intermedia para robar unos kilitos en el cambio. Pero siguió el desajuste, ahora sí, ya no. No sirven, sí sirven, es lo único que sirve. Y cadeca pa´quí, cadeca pa´llá, y “la deuda externa es impagable. Y la interna también, porque ahora los cajeros son objetos decorativos, artefactos diabólicos que afean el paisaje.
La Seguridad del Estado ha detectado que todavía hay personas que guardan su dinero bajo el colchón, y algo peor, existen de manera clandestina algunos cerditos usados como alcancías. Esos serán perseguidos sin descanso. Por eso anuncian un operativo para que no se escape ningún prócer, sea del color que sea. Dinero no, porque el dinero corrompe. Sean billetes de mil o los de uno, que no valen un vale.
No hay billetes ni para jugar al monopolio.