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Abajo GAESA dale duro en la cabeza

Algo están haciendo mal estos militares que Cuba no aparece, en el 2023, entre los diez países más felices del mundo

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Nadie sabía qué rayos era GAESA si no sacaba la cabeza
Ilustración: Armando Tejuca | Nadie sabía qué rayos era GAESA si no sacaba la cabeza

Actualizado: Thu, 03/23/2023 - 11:26

Durante mucho tiempo prefirieron ser invisibles. Nadie sabía qué rayos era GAESA si no sacaba la cabeza. Y tal vez hubieran seguido así, porque el pueblo ha dejado de querer a los militares. Ellos olvidan que “solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.

Estuvieron de ese modo, en el misterio, siguiendo aquella máxima martiana de que “En silencio ha tenido que ser porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”, hasta que les dio por construir hoteles desaforadamente, y se acabó el silencio, con los camiones, las concreteras y los martillos neumáticos. 

Entonces la gente, que a veces son el pueblo, comenzó a darse cuenta de que el ejército no era realmente el pueblo uniformado, como había dicho aquel sinvergüenza que Ángel y Lina habían escondido en casa del embajador de Haití, en Santiago de Cuba, bajo el nombre de Hipólito, porque el pueblo no comía, o comía a duras penas, y los de GAESA lo hacían siempre, y manejaban dólares, camarones, hoteles y la única empresa de comunicaciones telefónicas y de internet, que ellos llamaban Etecsa y el ciudadano común, en cambio, le decía “Estresa”.

Una cosa es levantar cosas nuevas y otra dejar que se desplomen cosas viejas, que a veces no son tan viejas, sino casi nuevas, pero mal hechas, o hechas con el embullo del compromiso y de cumplir con las fechas. Así se construyeron muchísimas a la carrera, cuidando la salud del comandante, porque todos sabían que una hora de retraso en la entrega le quitaba una hora de vida, le provocaba al delirante en jefe mucha acidez, y pataletas, berros, cólera y al final se ponía bravito y ponía mala cara, y se le empezaban a caer los pelos de la barba. Pero de nada vale estrenar edificios modernos, nuevecitos de paquete, cuando el resto de la ciudad se derrumba y tú cantando.

Al paso que van, La Habana será una ciudad nueva, a la que un día irán de visita turistas de cualquier lugar del mundo, que llegarán buscando La Habana anterior, aquella que vieron en las postales de toda la vida, en las revistas, en las películas y en los cuentos que les hicieron los que llegaron a ver la capital antes de que el hijo pródigo y revencuíto de Lina y Ángel, el bastardín iracundo, diera rienda suelta a su odio y acabara con la quinta y con los mangos.

Algo están haciendo mal estos militares que Cuba no aparece, en el 2023, entre los diez países más felices del mundo y en cambio, en esa lista absurda están Nueva Zelanda, Luxemburgo, Suiza, Noruega, Suecia, Países Bajos, Israel, Islandia, Dinamarca y Finlandia, lugares remotos donde el ser humano no puede andar en trusa porque se muere de frío y tampoco puede ir a la playa. Posiblemente tengan confundido al pueblo, a esa masa casi amorfa que debieron ser ellos antes de uniformarse uniformemente y descubrir por dónde le entra el agua al coco.

Y en vez de estar construyendo el socialismo, como vienen anunciando desde que Dios era chiquito, construyen hoteles y complejos, para quitarse los ídem, o mostrarlos sin complejos. Pero qué remedio, eso es casi un imposible por dos razones: en los lugares donde se intentó fabricar ese tipo de sociedad, que eran sitios con una cultura antigua, mucha disciplina y riquezas de siempre, se les terminaron los materiales antes de comenzar. La segunda razón es que, si el inventor de la idea, el entusiasta en jefe, nunca llegó al combate más importante de su vida, el que inauguraba su vida laboral, qué rayos va a llegar al socialismo, si cada día iba destruyendo todo lo que tocaba.

Es posible que los genios de GAESA tengan una luz en la cabeza (serían los únicos) y estén poniendo las bases del futuro, para que, cuando comiencen en el desenfreno de construir el socialismo (o lo que se deje hacer) ya haya capacidad hotelera donde quepan los curiosos que vayan desde todas partes del mundo, posiblemente desde los diez países más felices, que podrán quitarse el frío y a la vez ser testigos presenciales del milagro: donde fracasó la Unión Soviética, donde se escacharon los alemanes de la RDA, en el mismo empeño en que los húngaros y los rumanos se fueron con la de trapo, una pequeña isla del Caribe, bloqueada y diezmada por sus dirigentes, ha comenzado a levantar las bases de una sociedad más justa.

Suena bonito cantidad, y, como parque temático es una idea brillante. Incluso los mismos cubanos que habitan esos deteriorados edificios que se alzan a duras penas alrededor de los hoteles, harían bien en irse del país y regresar unos años después a disfrutar de la obra de GAESA, como empresa que no tropieza porque no cesa y se despereza sin tibieza. Aunque no sé si estoy soñando, porque la mafia verde olivo ha llamado en su auxilio a otros socios que nada tienen que ver con Carlos Marx, Lenin o el Tío Ho. 

No veo que los chinos, los españoles de siempre, la compañía hotelera india MGM Muthu Hotels, o los rusos, instalando en La Habana el sistema Mir para seguir tumbándole dólares al exilio ensimismado, o para lavarlos, estén muy interesados en lo del socialismo. Y lo entiendo, porque los herederos del general de división Luis Alberto Rodríguez López-Calleja buscan desesperadamente ayuda para que su Gaviota luche contra los fondos buitres. Posiblemente necesitarán la alianza de un cóndor o que los salve un águila imperial.

Los militares de esa empresa, que está decidida a defender la patria, por lo menos dentro de todos esos nuevos hoteles, aunque tengan que utilizar a cabos y sargentos en calzoncillos para que se ocupen del servicio de habitaciones, ya encontraron relevo para el padrino López-Calleja, muerto de una dolencia del corazón en extrañas circunstancias. Han escogido para ello a una dama. Bueno, no es precisamente una dama o damisela, sino una primera coronela de nombre Ania Guillermina Lastres Morera, que intentará hacer cualquier cosa para impulsar la empresa y no ser un lastre o un desastre. Y con esa jugada de engaño tupen nuevamente al heroico y noble pueblo, porque una madrina es menos peligrosa que un padrino. Total, los terribles son el consigliere y los capos.

Pudiera ser que las invictas tropas de GAESA quieran mirar a los cubanos desde arriba, asomándose al balcón del piso 17 o 24, que así se ven más tranquilitos. O tal vez los están alentando a superarse y subir. Y es posible que un día, desde esas alturas, cuando uno se asome, crea ver allá abajo, casi terminado, el socialismo.