El Partido Comunista de Cuba (PCC), único permitido en la isla, eligió este jueves a los delegados de su VIII Congreso de abril, en el que se prevé que el general Raúl Castro “se retire” de la política y ceda el mando de la organización que gobierna al actual presidente del país, Miguel Díaz-Canel, designado por el mismo hermano del dictador Fidel.
Castro y Díaz-Canel formarán parte, junto a otros jerarcas claves del régimen y el Ejército -como José Ramón Machado Ventura, Ramiro Valdés o el primer ministro Manuel Marrero Cruz- de los delegados del Congreso que se celebrará entre el 16 y el 19 de abril, informó el diario oficialista Granma.
Otros dirigentes del PCC, el Estado, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y las organizaciones de masas afines a la dictadura, así como obreros, campesinos, científicos y maestros miembros del Partido, completarán el grupo, según Granma, que no especificó el número exacto de delegados.
De materializarse el prometido retiro de Raúl, será la primera vez que un civil (aunque retirado de las FAR) esté al frente de la organización política que monopoliza el poder, iniciando así lo que el general Castro ha vendido como el “tránsito paulatino y ordenado de las principales responsabilidades del país a las nuevas generaciones”, según dijo en el 2016.
El menor de los Castro fue reelecto en aquel momento como primer secretario del PCC, cargo que ocupa desde 2011 cuando relevó a su hermano mayor y ex dictador Fidel Castro.
Raúl Castro anunció entonces que el VII Congreso sería “el último dirigido por la generación histórica”, como gustan llamarse a sí mismo los empoderados que han quedado de la revolución de 1959.
Según EFE, la incógnita es si en este VIII Congreso dicho tránsito de poder incluirá a otros “históricos” dirigentes de la dictadura, como el número dos del PCC, José Ramón Machado Ventura, o si se mantendrá lo acordado de dejar en la dirección del Partido a un grupo de veteranos con una larga trayectoria en el régimen.
Economía y otros “asuntos medulares” en agenda
La agenda del VIII Congreso incluye el análisis de los resultados de las lentas “reformas” económicas planteadas hace una década, el funcionamiento de la organización y otros “asuntos medulares” para el país, según la convocatoria publicada en el portal web oficialista Cubadebate.
Cuando planteó las reformas económicas supuestamente para superar la crisis y actualizar el modelo económico, algo que no han logrado, Raúl Castro acotó que este proceso sería “sin prisas, pero sin pausas”. Añadió que el ritmo de las mismas dependería del “consenso” que se lograra dentro de la sociedad, aunque como se ha visto hay un divorcio entre las demandas de la ciudadanía y los pasos de los dirigentes comunistas.
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Dichas reformas dieron paso a la aparición de un pequeño sector privado (cuentapropista) pero con limitaciones en actividades en sectores como salud, prensa, extracción de petróleo, carbón y minerales, así como ingeniería, arquitectura o abogacía, entre muchos otros.
También fue el inicio del dilatado camino hacia unificar las dos monedas que circulaban en la isla desde hace 20 años: el peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUC), a fin de restablecer el “valor del peso cubano y de sus funciones como dinero”.
La medida entró en vigor finalmente el pasado 1 de enero de 2021 y el régimen espera que ayude a estabilizar las condiciones económicas de la isla, aunque hasta ahora el panorama para los cubanos sigue siendo el de la escasez y la inflación.
Dos meses después la unificación agravó problemas como las distorsiones salariales, el aumento de los precios en establecimientos estatales y privados, o la insatisfacción con los salarios, según reconocieron las autoridades durante el Consejo de Ministros de este jueves.
El VIII Congreso sesionará en un complejo panorama epidemiológico y el aumento de la represión contra el disenso y la libertad de expresión.
La tercera y más intensa ola de la COVID-19 ha provocado el retroceso en la desescalada en casi todo el país y medidas como la reducción de vuelos, el cierre de los centros educativos, bares, restaurantes y playas, y restricciones en el horario del transporte público.
A ello se suma el agravamiento de la crisis económica, que se refleja en el desabastecimiento de productos de primera necesidad y el malestar de las personas que deben hacer largas colas para adquirir los disponibles en las tiendas estatales o, por el contrario, comprarlos a precios astronómicos en Internet.
(Con información de EFE)