Mascotas de solar

Dos jóvenes peleadores de perros en Santiago de Cuba, al oriente de la Isla, conversan con ADN Cuba sobre esta práctica muy común en los barrios marginales
 

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El Callejón Mariana Grajales es el solar o callejón más grande de Santiago de Cuba.  Reúne la mayor cantidad de viviendas, sub callejones y sub solares de la ciudad. Por el callejón principal transitan y convive una gran variedad de animales domésticos y no domésticos.

Muchos vecinos, en sus propias viviendas, crían puercos; el hedor porcino se te queda impregnado en la ropa solo con pisar la entrada. Pero los ladridos de las decenas de perros que circundan por doquier se alzan por encima de los muchos hogares que ponen música al mismo tiempo a volumen estridente.

Los sub callejones o cuarterías que conforman el Mariana Grajales, agrupan  casitas muy estrechas y en pésimas condiciones sanitarias. Siempre hay mucha gente afuera a cualquier hora. Bromeando le pregunto a un joven: “¿aquí alguien estudia carrera universitaria?” A lo que el joven me responde, “NO, aquí todos los niños y jóvenes son delincuentes en potencia” – responde, también en tono de broma.

Los vecinos más viejos cuentan que hubo un señor que se llamaba Orlando Muchulí, excombatiente de la Sierra Maestra, que estaba medio loco y bautizó el callejón con el nombre de “Callejón de los Perros”. Hace ya más de 50 años que se le conoce así. El callejón está escondido por 5 edificios nuevos, construidos hace 3 años, en plena Avenida Patria, por donde pasó el féretro fúnebre de Fidel Castro, rumbo a su destino final en el Cementerio Santa Ifigenia. La fachada tenía que taparse. Alguien menciona que el Gobierno Provincial quería eliminar todo el callejón y dar casas a sus moradores en otras barriadas, en nuevos edificios en el reparto urbano Abel Santamaría, en “El Salao”, en el Distrito José Martí, o construir otros edificios allí mismo; pero que sus moradores dijeron “No”: ellos que querían seguir viviendo así y allí.

La misma vecina que me cuenta lo de Orlado Muchulí, desmiente esta hipótesis, y dice que es mentira, la gente “Sí” quería que repararan sus casas, o los mandaran para mejores barrios.

Osmel Natiel Colás (18 años), y David Pérez (21 años), son dos “perreros” que viven en el solar.

 

 

- Osmel, ¿a qué edad tú empezaste a pelear perros y cuál fue tu motivación?

“Mi tío siempre tuvo perros de pelea, él me regaló uno, y yo empecé a entrenarlo y a pelearlo, yo tenía 7 años”, cuenta el muchacho.

Osmel y David andan juntos en esto. Es imprescindible andar en parejas para entrenar los perros e ir a la valla a pelearlos. David, la mano derecha de Osmel, me cuenta que para entrenar un perro se necesitan varias personas: al perro hay que darle varilla, pasearlo en bicicleta, buscarle la comida, los medicamentos.

“En la valla mientras uno está pendiente del depósito, el otro está pendiente del baño del perro y del pesaje. La valla es caliente, y hay que estar atento. Al perro te lo pueden inyectar con veneno”, dice David.

 

 

Los peleadores de perros comienzan a entrenarlos desde los 6 meses. Cuando son cachorros, le dan 5-10 minutos de varilla, caminatas de 30 minutos. Luego, cuando van creciendo, se les da trineo, contrapeso con pesas, y finalmente paseos de bicicleta de 1 hora.

Al perro de pelea se le da de comer malanga, plátano, carne de res, o carnero. Hay que estar pendiente si tiene anemia o no. Se lleva al veterinario. O ellos mismos le abren los belfos, que tapan los colmillos, y si lo tienen blancos significa que el animal tiene anemia; los belfos tienen que estar completamente rojos, al igual que los ojos. Ellos le ponen medicamentos, benzatina, yatren, troabin, pentavalente; buenos anticoagulantes. Algunos de estos medicamentos se le inyectan la noche antes a la pelea. La pelea generalmente empieza a las 6.00 am o las 7:00 am, cuando ya se ha disipado la neblina;  y ellos le ponen el medicamente a las 12 de la noche, para evitar que tengan hemorragia. Cada perro tiene su propia forma de pelear, los hay que les gusta morder en el pecho, otros en las patas, otros directo en la garganta.

Ambos me cuentan que la pelea se “caza” con mucho tiempo de antelación, incluso con dos meses. Un perrero visita a otro, inspecciona el perro enemigo, y pactan una pelea con el perro del mismo peso. Van hasta un juez con antelación, y entonces crean el depósito. Se pone una cifra X, que suele comenzar en 5 mil CUP y ha llegado hasta los 50 mil. Cada semana se va poniendo una cantidad en el depósito, y algunos amigos del perrero también van poniendo su parte.

Una pelea de perros puede durar entre 10 minutos y 4 horas, y las peleas de un depósito grande se cazan “Hasta Atrás”, o sea, hasta que uno de los animales muere o “se huye”, o se cansan, y entonces hay que mandarlos a prueba, con el juez. El juez manda primero a un perro, y si va y muerde al otro, entonces lo retira, luego manda al otro perro, y si no va o no muerde, entonces pierde.      

-¿Quién es el juez?

“El juez es una persona de respeto, alguien respetado”, responde David.

-¿Y cuánto gana el juez?

“Un juez puede ganar mil o 4 mil pesos, dependiendo del tamaño del depósito. El juez evita que haya peleas y discusiones, él hace un pacto entre caballeros, siempre es un adulto, y puede ser perrero en activo o retirado”. 

 

 

-¿Cuántas peleas de perros se hacen en un mismo día de valla?

“En un día de una pelea pactada con antelación, se efectúa una sola pelea, pero en los torneos oficiales se hacen hasta 10 peleas, un día entero”, cuenta Osmel.

-¿Un torneo oficial? ¿Esto no es ilegal?

“El día del torneo se vocea, y van perreros de Granma, Santiago, Las Tunas, Guantánamo. Nosotros hemos ido a torneos en Granma”, prosigue el menor de los jóvenes.

Allí se llega sin peleas pactadas, se pacta el perro con otro de su peso. Las peleas se pactan por voceo, como los gallos, “señores tengo un 37 libras que se pacta con 10 mil pesos”. Se va con el juez y se baña. Primero, el perro se baña con agua y detergente, luego con jabón, y finalmente con leche. Porque existe la “unta” al perro, que es que al perro le echan veneno en la piel, para que el otro perro al morderlo se vaya “aflojando”, y finalmente pierda.

-¿Ustedes han ganado torneos en Granma? 

“Todas las peleas en torneo las hemos ganado. Ganamos con el hijo de Suleman”, dice Osmel.

“Y ganamos con La Gringa, una perra”, agrega David.

“Y también con el hijo de Valentino, Volcano”, recuerda Osmel.

 

 

-Hay mucha gente, y organizaciones de protección animales, que dicen que echar un perro a pelear es inhumano, y que ustedes los perreros son unos desalmados que solo buscan dinero. ¿Qué creen de esto?

“Uno si tiene sentimiento por los perros, pero lo que pasa es que los Stanford son animales que si tú los dejas mucho tiempo sin echarlo a pelear, se cargan y muerden a cualquiera, cogen rabia de ellos mismos”, opina Osmel.

“(…) Nosotros tuvimos un perro que se llamaba Yombo, el dueño original lo quería ahorcar, mordió a todo el mundo en su casa. Nosotros nos quedamos con él, lo entrenamos, y ganó dos peleas. Pero ese perro era un demonio, tenía al Diablo arriba, ya no podía estar tranquilo, además era una bestia, pesaba 57 libras”, dice David.

-¿A ustedes les gustaría ser perreros la vida entera?

“Hasta que esté viviendo aquí, siempre, pero si un día, me caso y me voy a vivir con mi esposa a otro lugar, y tengo hijos, tendría que dejar de ser perrero y hacer otra cosa”, responde David.

“Yo sí quisiera ser perrero la vida entera, esto es lo que me gusta”, dice Osmel.

-¿Qué piensan sus padres de esto de ser perrero?

“Mi mamá se incomoda, no quiere”, dice David.

“Mi mamá nos aconseja, pero nosotros siempre nos escapamos para la valla, es lo que nos gusta”, agrega Osmel.

Osmel tiene otros dos hermanos y una hermana.

En su casa, la madre alimenta esas 5 bocas. La vida allí en el solar es práctica, es una búsqueda constante, se trabaja de lunes a domingo. La almohada para ella no es para soñar, ni para conversar con su pareja, es para dormir profundamente y descansar, y estar lista al otro día para la pelea de la vida.

 

 

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